A la última elección efectuada en Venezuela, en 2021, acudió una misión de la Unión Europea como observadora. Fueron 134 personas con ojos bien abiertos para explorar lo que acontecía en los comicios. Se desplegaron por todo el territorio nacional y evaluaron todas las condiciones.

El resultado fue un informe con 23 recomendaciones, algunas de ellas prioritarias.  Ninguna, que se sepa, se ha cumplido. Sería formidable que la Unión Europea recuerde permanentemente ese informe y saque a relucir consuetudinariamente los incumplimientos a las recomendaciones de esa misión extraordinaria, que dejó en claro todo el atropello electoral sucedido en nuestro país ese 2021.

Entre las recomendaciones y agudas observaciones, recordemos que están, de muy buena fe y con el propósito de «mejorar el proceso electoral y el fortalecimiento de las instituciones», el hecho de lograr una efectiva separación de poderes que le dé más autonomía al Consejo Nacional Electoral, considerado entonces el más equilibrado de las últimas elecciones, imaginen ustedes amigos lectores; también aconsejaron derogar la facultad de la Contraloría de despojar a los ciudadanos de su derecho fundamental de presentarse a la elección, promover la libertad de expresión, acrecentar la seguridad jurídica, ya que por la ausencia de ella se entregaron símbolos y tarjetas electorales a facciones minoritarias de algunos partidos, eliminar el uso de los recursos del Estado que contrasta con la falta de recursos financieros y materiales de los partidos distintos al de gobierno…

Todo ello compromete, según la misión, «la igualdad de condiciones y la imparcialidad y transparencia de las elecciones». La misión de la UE criticó el inicio anticipado de la campaña y solicitó un control de los fondos. Se explayó en el uso abusivo de los medios y la autocensura que cunde en todo el país. La autocensura la descubrieron en 21 estados y el cambio editorial en medios de 13 estados. Todo ello aunado a un sesgo comunicacional en favor del partido gobernante, muy especialmente en los medios del Estado. A esto le suman el bloqueo de páginas web y la campaña de desprestigio contra algunos periodistas. El CNE por su parte no sanciona los desmanes cometidos en las elecciones.

Exponen la situación de falta de información y de incorporación de votantes dentro y fuera del país y siguen sus 23 profundas recomendaciones para lograr una transparencia y efectividad en el proceso electoral. Pues, ninguna de esas recomendaciones se ha cumplido. Al contrario, la censura se ha acrecentado con el cierre de emisoras, la vulneración de la libertad de expresión ha incluido ataques a los partidarios opositores en algunas de la concentraciones antes y después de la primaria organizada por la Plataforma Unitaria.

El registro electoral no ha sido depurado, ni se ha realizado una campaña suficiente para inscribir o efectuar el cambio de residencia de los electores. Creo que está muy bien que sigamos insistiendo en el cronograma electoral, en la inscripción de votantes y todo lo indispensable para que la selección del nuevo presidente de la República se efectúe de una manera transparente, como todos queremos, pero no son las únicas condiciones. La guía de estas recomendaciones es espectacular. La alharaca del régimen contra la observación internacional tiene que ceder para que se permita la realización de esas actividades, porque deben ser observados con detenimiento los comicios a lo interno y a lo externo, para garantizar un apego a los resultados. Ya algunos líderes y presidentes latinoamericanos han asomado su desconfianza en las venideras elecciones, con razón.

La posible resolución del cronograma electoral en la Asamblea Nacional del régimen contribuye poco a lograr credibilidad en el ente comicial que pareciera estar recibiendo no unas sugerencias sino órdenes desde ese otro poder del Estado. Los ciudadanos debemos exigir el cumplimiento de condiciones electorales que aseguren la confianza del elector y de los resultados. Para ello resulta de suma importancia el apoyo internacional. Sin condiciones, las elecciones se ponen más cuesta arriba que las encuestas para el régimen. Exijamos pues, desde adentro y desde afuera el logro de condiciones electorales óptimas que garanticen el camino necesario hacia la democracia y la libertad por el sendero electoral pautado para este año.


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