Es muy difícil pensar fuera de la caja cuando el tedio, la monotonía y la impotencia de poder cambiar nuestra realidad nos abruma. Uno de los grandes retos que tiene la dinámica política venezolana consiste precisamente en buscar algún proceso de reactivación dada la desmovilización imperante. Ello es una tarea que nos atañe a todos.

Dentro de este contexto, me gustaría analizar con mayor profundidad la dicotomía que se ha generado entre el “Venezuela se arregló” y lo que denomino “Venezuela es inviable”. Ambas manifestaciones, a mi juicio, son las caras de una misma moneda, la cual, tal vez sin proponérselo expresamente, ha fomentado la desmovilización política a la cual hago referencia en el párrafo anterior.

Conviene destacar algunas cosas de esta dicotomía. En primer lugar, nadie en su sano juicio pudiera afirmar que “Venezuela se arregló”. Sobran las razones por las cuales explicar esto no tendría sentido. Sin embargo, el mismo razonamiento aplicaría para la idea de que “Venezuela es inviable”. También sobran las razones por las cuales esto carece de apego estricto a la realidad.

A menudo los seres humanos intentamos comprender la realidad a través de un “binary bias”, que lleva todo a blanco o negro, y con dicha simplificación observamos el contenido de la realidad que nos rodea. Por supuesto, este sesgo binario ayuda sin duda a hacer más fácil y llevadera la vida, pero también, precisamente como consecuencia de su simplicidad, nos hace más difícil comprender aquellos aspectos de la existencia que se caracterizan por su complejidad. En este contexto, por “complejidad” debemos entender aquellos espacios de la realidad que se constituyen por demasiada información y que no pueden reducirse a dos variables, a un “sí” o “no”, al “ellos” o “nosotros” tan típico de los Estados totalitarios.

A todas luces, la dicotomía entre lo arreglado y lo inviable está hecha por un conjunto de simplificaciones que, vistas en perspectiva, difícilmente puedan aguantar cualquier debate racional. Por el contrario, son consignas dotadas de una enorme carga emocional, y cuando las emociones privan de esta manera, los resultados no siempre son los esperados. La gran pregunta en este planteamiento es cómo superar las consignas para conseguir soluciones que estén  atadas a la realidad y que se traduzcan en mejoras y avances reales para el país, en todos sus ámbitos y no solo meros maquillajes y efectos cosméticos.

La realidad del país se encuentra en un cambio constante. Creo de buena fe que a buena parte del país político lo agarró completamente descolocado el estadio actual de cosas que suceden en Venezuela. Y precisamente porque los tomó totalmente descolocados, incapaces de tener respuesta, perdida toda la iniciativa, lo que queda es el canto emotivo de lo binario.

Ahora bien, guste o no, ese canto binario nubla por completo la toma de cualquier iniciativa que conduzca a un cambio político. Quien solo invierte su energía quejándose o lamentándose por el estadio imperante, por el llamado fenómeno de la “burbuja”, muy probablemente allí se quede y no salga de ese loop, cuando bien pudiera enfocar sus energías a lo que realmente es relevante en sentido estratégico: retorno de libertades, democracia y establecimiento de Estado de Derecho. Esta es para mí la meta final y el tema crucial. Por supuesto, por su nivel de abstracción es mucho más difícil de aterrizar. Pero cuando se tiene clara cuál es la meta uno tiene mayor capacidad de administrarse psicológica y emocionalmente, para saber en qué enfocarse y qué cosas no merecen nuestro tiempo y dedicación. Una lectura y un aprendizaje que todos debemos tener.


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