I

Pescar es un ejercicio de paciencia. Por eso será que lo usan tanto como metáfora en los textos religiosos. El que se desespera, nada pesca. También exige maña, fuerza y perseverancia.

Recuerdo la caja de pesca de mi padre. Un cubo negro alto que cuando se abría revelaba un tesoro para una urgadora como yo. Muchas gaveticas llenas de anzuelos, pesos y los más lindos señuelos de colores. También tenía compartimientos para cuchillos especiales y cepillos para quitar escamas.

Mi papá se tomó el trabajo de enseñarme a pescar. Es posible que haya sido porque yo era una niña muy calladita y no iba a “distraer a los peces” con la habladera. Me compraba carretes de nylon, me enseñó a amarrar el anzuelo, poner la carnada, a tirar el sedal y a esperar. Y cuando picaba uno, lo sacábamos suavecito y lo devolvíamos al agua. No soportaba la idea de comerlo. No me gusta mucho el pescado.

Pescábamos cuando íbamos a Margarita, en algún muelle, en una playa sola. Pero ya más grande, lo acompañaba por los canales de Barlovento. Sus viajes de pesca con amigos eran famosos y hasta llegó a tener una lancha con la que salían de madrugada.

II

Eso es ahora que la gente piensa en ir a Margarita a comer en un restaurante de lujo. Es ahora que los navegados no saben lo que es el chucho y les pasan cualquier “pescao salao” por cazón. Eso es ahora que se levantan enratonados a media mañana y van al mercado de Los Cocos a buscar pescado ya viejo y casi descompuesto.

Con mi papá y mi mamá la vaina era diferente. No importa que estuvieras de vacaciones y quisieras dormir. A las 5:00 am había que levantarse para estar antes de las 6:00 am en El Tirano o en Manzanillo, que era cuando llegaban los pescadores a la orilla.

¡Qué espectáculo! Los pescadores se acercaban con sus peñeros llenos de pescados que todavía saltaban. Algunos conseguían escapar, pero allí se arremolinaban los lugareños para escoger y pedir los que más les gustaban. Corocoros, toritos, lamparosas, perlitas y hasta pez globo. Y a veces traían baldes de mejillones grandotes o de ostras.

Para mis padres esa era la verdadera delicia de la isla. Una vez los pescadores trajeron una raya y la picaron allí mismo, con lo que impresionaron a todos.

Esos pescaditos eran almuerzo y cena. Fritos o asados a la parrilla bajo el sol incesante de Paraguachí.

III

Para los margariteños y para cualquiera que habite en una isla, el mar es fuente de vida. Incluso para los que viven en zonas rurales como la tierra de mi madre, que queda lejos de la orilla de la playa.

Mi mamá cuenta que antes pasaba uno de sus primos vendiendo el pescado y otra muchacha del pueblo con su mara (cesta muy grande) en la cabeza vendiendo patas de cabra, pepitonas, erizos, vieiras. Analcira siempre decía que poco aprendió a cocinar porque para ellos todo era pescado frito, cochino frito, arepas o cachapas.

Lástima que ahora este régimen quiere terminar de matar a los margariteños. No solamente les quitó el comercio y el turismo, tanto que Margarita parece arrasada y no por el covid-19. Hace tiempo que dejó de ser un destino para venezolanos o extranjeros porque no hay agua ni electricidad y ahora tampoco gas.

Lo único que les quedaba a los pescadores era el mar, y con eso se sentían confiados, porque los recursos naturales están a disposición de todos. Pero no contaban con la astucia de un régimen político que lo que reparte es miseria.

Los pescadores no tienen combustible para prender sus lanchas o sus peñeros. No hay manera de que se adentren de madrugada al mar. Los que tienen gasoil a veces remolcan a los que están varados solamente para que tengan la posibilidad de llevar algo a sus casas.

La gente humilde, no los grandes inversores; los margariteños, no los que tienen tiendas en centros comerciales, esos son los que están sufriendo. La isla da para todos, pero es criminal lo que estos rojitos le hacen al pueblo que tanto dijo defender el comandante muerto.

Es la peor plaga que puede existir en el planeta, más que cualquier virus o cualquier desastre natural. Pero podemos erradicarla. Ya basta.

@anammatute


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