La causa principal del retroceso colosal en todos los índices civilizatorios experimentados por el país desde 1999 y de la crisis humanitaria compleja, que lejos de amainar se profundiza, es política. Proviene de la instauración de un régimen de dominación político-social atrasado y probadamente fracasado.

El régimen chavista viene dando síntomas de agotamiento desde hace tiempo, pero sus dirigentes se niegan sistemáticamente –por su concepción dictatorial del ejercicio del poder y por los privilegios disfrutados– a asumir los virajes necesarios en las políticas públicas para superar la situación. El tímido, limitado e insostenible viraje económico implantado en los últimos tiempos ya muestra sus costuras, su inviabilidad, su fracaso. En lo político es peor la situación, pretenden mantenerse sine die en el poder a todo evento.

La remisión y superación positiva de la crisis venezolana pasa indefectiblemente por el cambio político en la conducción del Estado.

En este contexto se inscribe, con todas sus idas, venidas e incertidumbre sobre su continuidad y resultado el proceso de negociación en progreso, entre el régimen y las fuerzas democráticas. Su finalidad es contribuir a sentar las bases para superar la crisis; así lo establece el Memorando de Entendimiento, instrumento guía de la negociación, suscrito por ambas partes con la facilitación del Reino de Noruega.

El objetivo central de la negociación para las fuerzas democráticas es lograr la restauración del orden constitucional mediante la construcción de un proceso de transición que incluye y tiene como acto emblemático la realización de unos comicios presidenciales libres, justos, competitivos y verificables en 2024. No se trata de la continuidad del régimen imperante sino de su superación.

Observamos con preocupación la cantidad de asuntos solicitados por diversos sectores a ser incluidos en la negociación, demandas justas, pero de difícil materialización mientras se mantenga el statu quo imperante.

La inclusión de variados temas en la agenda complicaría la negociación, la ralentizaría, dispersaría, alejaría sus posibles logros y además facilitaría al oficialismo alargar el proceso para ganar tiempo y no comprometerse en lo sustantivo.

La experiencia internacional de negociación con regímenes autoritarios aconseja concentrarse en lo sustantivo: facilitar y aceitar el cambio político. Lo cual no excluye el abordaje de ciertos temas urgentes para contribuir a la superación o mitigación de problemas que afecten a la sociedad o al Estado y de paso fortalecer un ambiente propicio para continuar negociando.

Lo procedente para las fuerzas democráticas, considerando lo grave de la situación y los tiempos disponibles, es concentrar los esfuerzos en lograr la pronta consideración en México del tema de las condiciones electorales del proceso venidero. Para conseguir ese objetivo es indispensable concertar esfuerzos en esa dirección con los aliados internacionales y aquellos gobiernos partidarios de una solución negociada de la crisis venezolana. Al régimen hay que elevarle los costos de impedir una salida negociada a la crisis.

Es necesario también hablarle claro al país en el sentido de que una negociación supone hacer concesiones; por supuesto que las mismas no debe comprometer el objetivo central. Lo último lo digo porque el ritmo y calidad de las concesiones debe supeditarse a avances netos, sostenibles y verificables. En esa dirección es importante no hacer concesiones adelantadas que fortalezcan la posición negociadora del régimen ni difuminen su ilegitimidad. Apunto como es evidente al tema de permanencia del gobierno interino.

Siendo esta mi última columna del año 2022, aprovecho para desearle a quienes tienen la amabilidad de leerme una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo.


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