Tal parece que basta un decreto, una orden verbal en cadena de radio y televisión para que el petro de repente se convierta en una realidad. Ya pasó Halloween, pero hasta los momentos esta criptomoneda sigue siendo un fantasma que aparece en las páginas electrónicas de los clientes bancarios como un símbolo al lado del monto en bolívares que tienen en la cuenta.

Ahora resulta que debe hacerse realidad para que los venezolanos puedan cancelar los trámites legales que necesiten. Como siempre, se enuncia la orden pero nadie se preocupa en la aplicabilidad de la normativa. ¿Cómo se obtienen los petros? ¿Adónde se dirigen las personas para adquirirlos? ¿En dónde los guarda?

Se supone que una criptomoneda implica una operación electrónica. Es una moneda virtual y, como su nombre lo indica, debe haber toda una tecnología desarrollada por detrás para darle respaldo, pero también para hacerla asequible, uno de los atributos más importantes de cualquier signo monetario.

¿No será que como el régimen ya acabó con el bolívar como moneda nacional, ahora intenta introducir una inventada en la mente de personas que evidentemente no saben mucho de economía?

Debe haber un interés oculto en este tipo de medidas lanzadas al voleo, sin respaldo alguno, sin aplicación práctica. Es obvio que buscan distraer la atención de lo que es ya evidente: la dolarización de la economía, que se les fue de las manos. El mercado minorista venezolano está transando en la divisa estadounidense que ellos mismos han puesto a circular, pero que no regresa a sus manos.

¿Buscan entonces recuperar a través del petro algo de lo que manejan los ciudadanos? Un petro se cotizaba hace unos días en 1.404.340,58 bolívares. ¿Estará la banca privada en capacidad de hacer los trámites y de adjudicar petros en las cuentas de sus clientes? Porque es bien difícil que la banca pública pueda con la cantidad de transacciones que se le avecinan, si por cualquier trámite el venezolano va a tener que comprar y transferir petros.

Una vez más, el régimen se supera a sí mismo en el absurdo. Nadie sabe con qué se come el petro y mucho menos dónde conseguirlo.

Mientras tanto, los que necesiten urgentemente pagar algún trámite van a tener que llenarse de paciencia, pues del dicho al hecho hay mucho trecho. Ese es el lema de este desgobierno.


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