El triunfo de la izquierda bajo la bandera del socialismo, en los últimos años en Latinoamérica, con guión del llamado Foro de Sao Paulo, cuyo mentor principal fue el fallecido dictador Fidel Castro, había sembrado el temor de que en el devenir de los años, los países de centro y sur américa fuesen copados por la felonía comunista. Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Nicaragua, Venezuela y México exhibían orondamente la bandera del socialismo del siglo XXI, como lo pregonaba jactanciosamente Hugo Chávez Frías, autor material del frustrado golpe de estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992.

Lejos estaban de imaginar estos socialistas de las últimas décadas, que los pueblos latinoamericanos se habían cansado de la demagogia populista con la cual mantenían engañado a sus pueblos y que un revés que parecía impredecible sepultaría sus ambiciosas pretensiones de eternizarse en el poder. Uruguay, Paraguay, Ecuador, Argentina y El Salvador, dieron la clarinada y eligieron con el voto popular a sus nuevos gobernantes, que hoy día abanderan con merecido orgullo el ejercicio de autenticas democracias. Se  les «aguó la fiesta» a los comunistas, que frustrados por la derrota exhiben sin pudor alguno su amargura, odio, enquina y mal proceder.

Dos de los más atacados por la «furia comunista» son Javier Milei y Nayib Bukele, presidentes de Argentina y El Salvador, respectivamente, que rompieron el tan ansiado proyecto que con letra y música del Foro de Sao Paulo, pretendían imponer en Centro y Sur América. Frustrados por esta derrota, vierten sus bilis con amargura y saña calificándoles  de vendepatrias y esquiroles del imperio de Estados Unidos.

Nayib Armando Bukele Ortez es un empresario de 41 años con orígenes políticos vinculados al izquierdista Frente Farabundo Martí, posteriormente fundó su propio partido Nuevas Ideas, con el que ganó la presidencia de El Salvador en 2019. Su condición de “millennial” o amante de las tecnologías y las nuevas comunicaciones, así como su particular forma de gobernar y contestar sin rodeos a quienes tacha de corruptos y a los críticos, como a sus homólogos Gustavo Petro y Nicolás Maduro de Colombia y Venezuela respectivamente, y también a organismos defensores de derechos humanos, le han ganado notoriedad más allá de las fronteras de su país. Su éxito al frente de un gobierno republicano, democrático y representativo, lo exaltó de nuevo al poder en unas elecciones que tuvieron lugar la semana pasada.

A pesar de ser descrito por algunos como un «autócrata, caudillo y  autoritario» y de autoproclamarse —a modo de ironía a las acusaciones— como el «dictador de El Salvador», ha mantenido un alto índice de aprobación a lo largo de su presidencia,​ lo que lo convierte en el presidente más popular en la historia salvadoreña. Algunos periodistas lo consideran uno de los líderes mundiales y jefes de Estado más populares a nivel nacional, debido a que sus índices de aprobación rondan el 87%.

Por su parte, Javier Gerardo Milei, presidente de Argentina, es un economista, político y docente recién electo presidente de su país desde el 10 de diciembre de 2023 y líder del espacio político La Libertad Avanza.

Amante de la ideologia de los libertarios Milei se declaró afin del liberalismo,  filosofía política y legal que promueve una sociedad, que garantice la libertad del individuo,​ los derechos de propiedad privada y la asignación de los recursos a través de la economía de mercado.

El libertarismo es una corriente filosófica dentro de la política, que coloca a “la libertad individual como el valor político supremo”, escribió David Boaz, ex vicepresidente del Instituto CATO, una fundación estadounidense que precisamente persigue impulsar esta tendencia. Un libertario admite que se puede obligar justificadamente a la personas a hacer ciertas cosas, la más// obvia abstenerse de infringir la libertad de los demás.

El liberalismo es, en síntesis, una doctrina política que postula la libertad individual y social en lo político, y la iniciativa privada en lo económico y cultural, limitando en estos terrenos la intervención del Estado y de los poderes públicos.

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