Desde la Asamblea Nacional –con el beneplácito del presidente (e) Guaidó– se ha lanzado la idea de reincorporar a nuestro país a la Comunidad Andina de Naciones de la que Venezuela fue miembro desde 1973 hasta 2006, cuando en mala hora fue retirada por el  presidente Chávez. La idea en principio es buena. El momento es malo. Además, la CAN hoy día no está en su mejor forma.

Como todo en la vida es válido aquello de que “en la unión está la fuerza” y es precisamente en esa máxima en la que se fundamentan todos los esquemas de integración, especialmente la económica. Muchos de los proyectos que a tal efecto se han llevado a cabo han sido exitosos, otros no. La experiencia de Venezuela no es convincente.

Aun cuando apoyamos sin reserva la gestión global del presidente (e), ello no impide expresar opiniones en relación con el tema de la integración como un aporte de buena fe en pro de la toma de las decisiones que más convengan a la Venezuela de hoy, con proyección también al país que aspiramos para el mañana y en ese sentido nos pronunciamos por las palabras que titulan estas líneas. La idea es buena pero el momento no parece el más conveniente. Veamos por qué.

Un esquema  de integración económica que tenga aspiraciones de éxito requiere que quienes lo promueven e integran tengan como primera medida una visión regional compartida, luego un nivel de desarrollo relativamente  parejo y la voluntad de declinar algunas decisiones soberanas en aras de la estrategia común.

Cuando en 1969 se suscribió el Acuerdo de Cartagena que dio origen al Pacto Andino (nombre original de la hoy Comunidad Andina de Naciones) Venezuela no quiso ser parte por cuanto su nivel de desarrollo existente y potencial, unido a su condición de país petrolero, nos ponían en la posición de nación mucho más aventajada que las restantes que para entonces promovían el pacto (Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia y Chile, que luego se retiró). Hubo de transcurrir hasta el año 1973 para que, tras difíciles negociaciones que culminaron en el llamado Consenso de Lima, Venezuela considerara que era de su conveniencia adherirse al pacto. Muchos estamentos de entonces (industriales en su mayoría) mantenían reservas sobre el asunto, pero afortunadamente el  Congreso de Venezuela, con mente de Estado y no de partido, votó por la adhesión.

Podemos decir con mayor o menor grado de consenso que la pertenencia 1973-2006 fue bastante positiva en tanto y en cuanto potenció y diversificó los orígenes y destinos de nuestro comercio exterior. Para ello fue preciso adoptar un arancel externo común, negociar normas de origen de los bienes objeto de importación o exportación, aceptar órganos ejecutivos como eran la comisión y la junta con sede en Lima, someterse a la jurisdicción de un Tribunal Andino de Justicia con sede en Quito, y sobre todo la vigencia de decisiones como la número 24 de 1970, por la que se convino un “Régimen común para el tratamiento de los capitales extranjeros, marcas, patentes y regalías”, que nos ponía en situación de igualdad con nuestros socios a expensas de las ventajas y fortalezas que teníamos porque éramos el país que estaba mejor.

Hoy las cosas han cambiado. Venezuela es el país de la zona que en la actualidad está significativamente peor que los demás. Por tal razón, no parece una buena idea eso de andar aceptando restricciones, órganos supranacionales., etc. Más bien –en nuestra opinión– Venezuela precisa de toda su libertad de decisión, la posibilidad de hacer acuerdos de libre comercio con quien quiera, especialmente con Estados Unidos, cuando la locura ”antiimperio” haya devuelto las cosas a su cauce, etc., etc.

Lo  mismo con Mercosur. Menos mal que  en 2016, gracias a la incompetencia de la “revolución bolivariana”, nos terminaron suspendiendo del grupo. La libertad que ello nos permite debemos aprovecharla mientras el país se reconstruye. Después veremos.

Adicionalmente, advertimos situaciones que pueden resultar inconvenientes: la primera es que Guaidó & Cia. no parecen haber sometido a ninguna consulta seria ni con expertos calificados la posibilidad de reingresar a la CAN ni ningún otro esquema de integración. Ojo presidente. 1) Estas cosas no son para muchachos bien intencionados cuya experiencia es la lucha estudiantil y algunos pocos y sufridos años de persecución política que endurecen la piel, pero no sustituyen el conocimiento técnico. Se requiere un debate nacional amplio e inclusivo. 2) No repita usted el mismo error que cometió generando expectativas que a la larga resultaron en frustraciones (ingreso de la ayuda humanitaria, 187.11 , TIAR etc.). En todo caso, sea cual fuere la decisión que se tome la apoyaremos con la mejor buena voluntad y la más constructiva crítica. Solo se le pide que piense el tema con mayor pausa y reflexión.


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