Flor Pujol

Con el título de “los datos son la clave”, había planificado originalmente tres artículos y en el tercero y último trataría el caso de la política de “meter miedo” en pandemia. Sin embargo, eventos en pleno desarrollo me conducen a que ahora sean, quizá, cinco o seis artículos, incluido este, y le daré a cada uno un título nuevo a fin de no incurrir en la monotonía.

Lo que he intentado subrayar con mis dos últimos artículos del 7 y 14 de enero es que, durante las pandemias, los comportamientos preventivos y protectores de la salud deberían estar fundamentados en datos (evidencia) y motivados por una comunicación eficaz.

En el primer artículo de esta serie, el del 7 de enero, y con base en la información pública y disponible de la Organización Panamericana para la Salud, afirmé que en Venezuela no se hace secuenciación genómica de covid-19, sino que tiene lugar la llamada “secuenciación externa”.

La secuenciación implica descifrar el orden de las moléculas de nucleótidos (adenina, guanina, timina, citosina y uracilo) que explican el código genético de un virus en particular, información de importancia fundamental para combatirlo por ejemplo, mediante vacunas. ¿Recuerdan la biología de tercero, cuarto y quinto año de bachillerato?

Para el coronavirus, ese genoma contiene una cadena de alrededor de 30.000 nucleótidos. Cada vez que el virus se replica, se cometen errores en su código genético. A tales errores se les llama “mutaciones”. Las agrupaciones distintivas de mutaciones se clasifican como variantes. Algunas de estas variantes son especialmente preocupantes porque o bien se propagan más fácilmente, o causan enfermedades más graves o pueden escapar a la respuesta inmunitaria del cuerpo o todas las anteriores juntas.

Ahora bien y aunque una secuenciación completa es una cosa y una secuenciación parcial es otra, gracias a la información que suministra Julio Castro, médico internista e infectólogo, en su cuenta de Twitter y a causa de uno de sus tweet, he conocido que un grupo talentoso de venezolanos, en efecto, realiza secuenciación parcial “inductiva” en Venezuela (en el IVIC) y, de hecho, determinó la presencia de la variante ómicron en nuestro país.

Dicha información evidencia entonces que en Venezuela existe, la así denominada «vigilancia genómica de variantes del Sars-CoV-2», basada en la secuenciación de tan solo 5% del genoma, de allí su primer apellido de “parcial”.

Dicha secuenciación parcial es un método rápido que conduce a una «sospecha” de presencia de variante. El procedimiento de determinación utilizado por este equipo de venezolanos es sumamente ingenioso y les permite alcanzar una medida probabilística de sustento de una hipótesis (la sospecha) sobre la existencia una nueva variante, de allí el segundo apellido que le he colocado de “inductiva”.

La sospecha es confirmada posteriormente enviando la data a Gisaid, una iniciativa de ciencia global y la fuente primaria establecida en 2008 que proporciona acceso abierto a datos genómicos del virus de influenza y del coronavirus.

Con el propósito expreso de que todos ustedes puedan verificar lo que aquí afirmo, les dejo el enlace de un video con introducción de Manuel Enrique Figuera Esparza, médico internista e infectólogo, presidente de la Sociedad Venezolana de Infectología, y moderación de Julio Castro, en donde Flor Pujol, licenciada en Biología, summa cum laude, Universidad Simón Bolívar, Venezuela, (1982); M.Sc. (1985) y Ph.Sc. (1989) en Biología, magna cum laude, Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, Venezuela, nos explica cómo se detectó la variante ómicron en Venezuela mediante secuenciación parcial inductiva.

El formativo y noticioso video tiene una duración de 43 minutos y 25 segundos y a la altura del minuto 28 con 8 segundos es posible ver como ya  partir del 13 de diciembre se había detectado la variante ómicron en viajeros retornando a Venezuela. Resulta oportuno recordar que no fue sino hasta el 22 de diciembre, 9 días después, que Nicolás Maduro lo anunció públicamente.

Desde luego que las anteriores dos fechas (13 de diciembre y 22 de diciembre), el contexto de noticias internacionales sobre el impacto de la variante ómicron con anterioridad, en el ínterin y luego de las dos fechas, así como la situación actual en el mundo y en nuestro país con relación a la variante ómicron y la evidente ausencia de medidas de confinamiento como el 7+7, dejan amplio espacio para conjeturas que no es ni mi asunto ni mi propósito explicitar y analizar y las cuales dejo en el modo “a quien corresponda”.

Lo que sí cae dentro del ámbito de mi responsabilidad como ciudadano de a pie informado es decirles a todos ustedes, apreciados lectores, que quienes tienen en sus manos las posibilidades comunicacionales sobre la covid-19, sean tirios, troyanos o mongoles, pueden ser todavía más eficaces en transmitir el mensaje de que mientras más contagios haya entonces más oportunidades tendrá el virus para sus mutaciones y lo cual en algún momento puede conducir a una variante sumamente peligrosa, aquella que sea tan contagiosa (o todavía más) como ómicron pero mucho más letal para todos (vacunados y no vacunados), ello en virtud de que el virus Sars-CoV-2 es un virus de ARN (y no de ADN). Otra vez, ¿Recuerdan la biología de tercero, cuarto y quinto año de bachillerato?

Sucede que cuando el virus se replica y debido a que la transcripción del ARN no involucra los mismos mecanismos de comprobación de errores que la transcripción del ADN, los virus de ARN -como el Sars-CoV-2- son particularmente propensos a las mutaciones.

Estoy más que seguro que un video de la talentosa Flor Pujol (con introducción de Manuel Figuera y moderación del mediático Julio Castro) sería, nuevamente, muy informativo tanto para nosotros los ciudadanos de a pie como para el propio gobierno.

 


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