A medida que pasan los años, la historia se hace también más lejana. Y esta lejanía, para los jóvenes, va en detrimento de nuestra recuperación como nación por la vía de la memoria histórica, ese recordar lo que fuimos para no perder el rumbo de lo que podemos ser. No quiero decir que no haya muchachos interesados en nuestro pasado, que los hay, sino que ese pasado que para nosotros estuvo más cercano, para ellos está más lejos. Confunden a los dos Rómulos, no han leído Doña Bárbara, y por supuesto muchas otras novelas importantes; hablan de la cuarta República y del Puntofijismo, no tienen claro mucho de lo vivido en los últimos 100 años que suelen parecerles, además, varios siglos.

Hay muchachos interesados; otros, no tanto. Hay unos a los que todo lo que sucede les resulta muy abstracto y difícil de entender, pero esa es la misión: hacer asequible nuestra historia, resucitar ideas pasadas, programas de gobierno que más que recordar, hay que conocer para construir una democracia desde nuestro contexto. Mi preocupación es ver cómo ese pasado se va haciendo cada vez más lejano, y aunque en la historia de un país 100 años sea muy poco, en el caso de las vidas, a cien años llegan muy pocos: es tiempo, mucho tiempo.

Entender, por eso, que nuestra historia es un largo proceso de superación de problemas, de fusión de razas y culturas, que ha tomado y tomará tiempo, resulta en algo poco atractivo cuando los cambios los queremos para “ya”. Explicar que todo viene de atrás ayuda a comprender el presente y a ver en perspectiva el futuro, cosa que nos obliga a ser pacientes, pero a trabajar día a día por la reconstrucción de unas bases que podemos mejorar. La democracia, más que “recordarla”, como dice el profesor Carrera Damas, hay que construirla, porque como he dicho, esta generación joven que tenemos, no la ha conocido. Lo anterior, además, dentro de sus bondades, nos ha traído hasta aquí. Por eso, más que buscar culpables vivos o muertos en este momento, hace falta unir las fuerzas de todos para construir algo nuevo, mucho mejor que lo anterior, puesto que los defectos pasados pueden ser revestidos por la humildad que reconoce los fallos. El cambio de esta perspectiva toca a los mayores, que sí conocieron lo pasado y fueron tal vez protagonistas.

No hay que cansarse de explicar a los más jóvenes de dónde venimos y por qué hemos llegado adonde estamos, pues si no lo hacemos no sabremos bien hacia dónde dirigirnos. No hay que cansarse, pero duele también ver cómo vienen de bachilleratos buenos en los que las novelas venezolanas no se han leído ni se han oído nombrar; donde las figuras de nuestros intelectuales se desconocen y el pasado se ve más lejano de lo que realmente es. Lejano e inservible.

Es un llamado a todos los que educamos, pues los vacíos existen y duelen, por las consecuencias que vendrán. Nos falta mucha memoria histórica. Nos falta crearla, fortalecerla, mantenerla, cultivarla. Es un reto grande para todo profesor de historia y literatura, de política y de medicina, de arquitectura y sociología: para todo profesor, pues todo comienzo tiene su origen y muchos han ayudado a que el país sea lo que hoy es, con sus virtudes y defectos.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!