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La vida nos manda mensajes que debemos aprender a interpretar. Esos mensajes nos pueden cambiar para mejorar el rumbo que llevamos, si así lo decidimos y nos abrimos a leer entre líneas las señales enviadas.

El 11 de noviembre de 2017, con tan solo 35 años de edad, me dio un infarto inesperado una mañana apacible y fría en Lisboa, luego de haber asistido esa semana a un macroencuentro de tecnología conocido como Web Summit. Haber llegado a este magno evento significó una cantidad de sacrificios para lograr objetivos que estaban para ese momento aún inalcanzables. La presión que me monté encima para llegar a la meta no fue suficiente para tener lista la innovación que quería presentar. Sin embargo, nos esmeramos para aprovechar al máximo la oportunidad, interactuar con grandes de la industria, descubrir el potencial de un destino maravilloso y aprender de otros ejemplos. Yo he resumido la abrumante experiencia del Web Summit como “un viaje al futuro”.

El estrés acumulado, la inversión prematura de un viaje con tropiezos desde un país complicado como Venezuela, las emociones y preocupaciones que vivía en ese momento, se encargaron de pasarme factura. Forcé la barra a su máximo y mi cuerpo me lo indicó con un inesperado ataque el día antes de regresar a Venezuela, donde debía seguir atendiendo mis compromisos laborales.

En el instante del infarto perdí mi orientación y me encontré solo en el medio de la calle de un país extraño. Sin saber qué me estaba sucediendo, sabía la necesidad de llegar con urgencia a un hospital, pero sin capacidad para lograrlo por mi cuenta propia. Entre la desorientación, dolores, tembladera y sudor me arrastré y subí tres pisos caminando hasta llegar al apartamento donde me hospedaba, para indicarle a la única persona conocida (dueño del apartamento), lo que me pasaba y que debía irme a una sala de emergencia de inmediato.

Fuimos en un Uber al primer hospital donde fui recibido y diagnosticado con un infarto. El diagnóstico fue inesperado para mí, mi mente se debilitó y entré en un proceso de intensa tristeza y despedida. No podía creer que me iba a morir en otro país, lejos de mi gente querida y, además, con tantas ganas de seguir viviendo…

Entre el protocolo de estabilización y fuertes cantidades de morfina me trasladaron en ambulancia al hospital Santa María, donde fui llevado directo al quirófano e intervenido de inmediato. Este hospital se convirtió en mi casa por los siguientes 12 días y 2 operaciones quirúrgicas.

Mi familia y mi pareja, sin escatimar, se movilizaron de inmediato a Portugal y fueron llegando, en tiempo récord, desde Estados Unidos y Venezuela para apoyarme en este momento tan delicado, algunos sin saber detalles de cuál era mi condición real y si realmente estaba aún vivo antes de despegar de sus vuelos trasatlánticos. Ese apoyo incondicional se convirtió en mi mejor cura y cada uno de ellos se convirtió en mi héroe de vida.

El proceso de recuperación tenía una condición especial: no podía volver a Venezuela en un vuelo trasatlántico por tres meses, lo cual me obligaba a quedarme en Lisboa y recuperarme bien para poder regresar.

Al principio para mí esto era inaceptable, yo no podía quedarme ese tiempo fuera de Venezuela; me comenzaba a preocupar mi empresa, equipo, compromisos, aparte de todo lo que quería llegar a hacerle seguimiento de lo aprendido en el Web Summit. Pero esa condición se convirtió en el primer mensaje que tenía que interpretar en este nuevo proceso de aprendizaje.

Alquilamos un apartamento en Lisboa y en familia comenzamos a vivir esta nueva experiencia inesperada que nos ofreció el universo. Una nueva oportunidad y todos unidos a sacarle el mejor provecho.

En este momento comienzo a leer los mensajes entre líneas de lo sucedido y agradecer lo perfecto del destino. Comienzo por aceptar que no puedo atender mi negocio en persona y con el tiempo podría comenzar a hacer seguimiento, pero a la distancia de los temas concretos; entiendo que no soy indispensable y que mi mundo sigue adelante si yo no estoy presente.

Me doy la oportunidad de asimilar lo aprendido en el Web Summit y hacerle seguimiento a los contactos y temas que eran directamente desde Lisboa.

Entiendo porque Lisboa es la casa del Web Summit, considerada como el Silicon Valley de Europa, el Estado ha generado una cantidad de incentivos para el desarrollo de nuevos emprendimientos y que esta política se ha convertido en un motor de la recuperación de un país. Portugal, aparte de ser un país bello, impulsa el turismo como importante método de desarrollo e inclusión social. Gastronomía maravillosa, gentilicio amable entre otros valores positivos que impulsa la nación.

Conocí e interactué con incubadoras y centro aceleramiento de emprendimientos. Me reuní con empresas de inversión de capital y sus requisitos para realizar relaciones. Visité entidades gubernamentales que comparten relaciones con los temas en común. Estos elementos me motivaron a reenfocar mi proyecto profesional en un nuevo país ideal para emprender. Estos elementos me motivaron a reenfocar mi proyecto profesional.

En días registré una nueva empresa y dejé las bases listas de una estructura para impulsar el proyecto innovador que buscamos desarrollar. Me gusta referirme a que dejé una semilla sembrada en Lisboa.

A finales de enero regresé a Venezuela, cargado de energías para trabajar y hacer la diferencia, pero aún tenía detalles que solucionar en lo personal. Me enfermé de hepatitis, cuya recuperación fue más larga que la del mismo infarto; le robaron el vehículo a mi pareja, somos víctimas de la corrupción policial y la crisis económico-social se sigue deteriorando y los escenarios cada vez son menos optimistas.

Aparte de todo, en la familia nos toca vivir un divorcio, separaciones familiares y despedidas del país.

Me quedo atendiendo temas profesionales y personales, mudanza de la oficina de la empresa –que había sido robada durante mi estancia en Portugal–, renovación de mi equipo de trabajo en las diferentes áreas que emprendo. En el proceso decido no seguir en algunas actividades como el programa de radio e, incluso, escribir en este periódico que amablemente me ha publicado ya por varios años.

Todas estas experiencias y cambios han traído nuevos retos y se han abierto nuevas oportunidades profesionales y personales.

Me encuentro eternamente agradecido con la reacción del Web Summit y sus organizadores que demostraron solidaridad y apoyo en un momento difícil. Lo perfecto del destino de haber estado en un país con un sistema eficiente de salud. La impecable atención médica y trato recibido en el hospital Santa María fue un reflejo claro del primer mundo y su ética profesional. El respaldo de cada familiar y amigo que estuvo presente conmigo en el sitio, o a la distancia, me demostró lo valioso de esas relaciones; aunque hoy estemos en otras latitudes, a cada uno lo siento muy cerca de mí.

Hoy me siento mejor que en años anteriores, he logrado equilibrar más mi cuerpo y mente en mis objetivos comunes. Portugal hoy se convierte en un ala importante de mis negocios. Nuevas oportunidades profesionales se presentan con entusiasmo. Los sucesos personales se están transformando en aprendizajes.

Hace casi un año viajé a presentar la nueva fase de Viaja Verde y este año quiero volver a Web Summit para presentar WeZenz, la primera plataforma de turismo sostenible en el mundo, una forma novedosa de viajar con sentido y generar impactos positivos. Una propuesta más fortalecida y adaptada a las nuevas tecnologías, que incluye importantes aprendizajes que sembró el infarto, los cambios personales y la experiencia de Portugal junto con el Web Summit.

Con entusiasmo me visualizo una vez más recorriendo los pasillos de esta gran feria tecnológica, como un emprendedor más coherente y consciente de los objetivos que sueño alcanzar. Dispuesto a contarle mi historia de aprendizaje al mundo, que sin ella no estaría hoy más convencido que nunca de estar en el rumbo correcto.


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