En Venezuela se está iniciando una guerra sin control en la cual no hay espacio ni tiempo para la meditación seria y profunda. Se trata, ni más ni menos, de un “sálvese quien pueda”. ¿Realmente estamos en condiciones de llegar a buen puerto en tales condiciones? Lo real, lo verdadero es que nos desplazamos por una ruta extremadamente peligrosa que puede llevarnos a una crisis más profunda que la experimentada actualmente. Un alto número de nuestros compatriotas no tienen los medios para leer, conocer en profundidad y meditar con suficiente equilibrio sobre todo lo que se dice y especula.

Avanzamos entonces apoyados en esa terrible guía que popularizó Franklin Virgüez (“Cómo vaya viniendo vamos viendo”) en la telenovela Por estas calles (1992-1994), cuyo autor fue Ibsen Martínez. Se trata, sin duda alguna, de un desplazamiento en extremo peligroso que puede conducirnos, con mucha suerte, por la ruta correcta, pero con más posibilidades de llevarnos al despeñadero. Nos adentramos pues en un terreno poco conocido y retorcido que nuestras abuelas siempre capeaban con un “Dios nos proteja y favorezca”.

Pero pasemos a otro tema que se me antoja incluir en mi artículo de hoy. Se trata de los dos últimos años de vida de Hugo Chávez Frías, los cuales -a decir de nuestro apreciado amigo y escritor Roldán Esteva-Grillet- estuvieron marcados por el secretismo acerca del mal que padecía. Le cedo entonces la palabra a Roldán, la cual tomamos de su libro Poder versus cultura (Tomo I). Arte y política en tiempos oscuros (2004-2019)

“Los dos últimos años de existencia de Chávez, estuvieron marcados por el secretismo acerca del mal que padecía. Para asegurarse un tercer período de gobierno, aunque nadie le garantizaba que pudiera cumplirlo, invirtió por primera vez en obras sociales perdurables, es decir, viviendas, aprovechando que las lluvias de ese año de 2010 habían dejado sin techo a miles de venezolanos pobres. Todo el esfuerzo político y económico estuvo dedicado a la Gran Misión Vivienda, entre uno y otro viaje misterioso hacia La Habana donde era tratado médicamente.

A cada regreso aseguraba que ya no tenía ninguna célula cancerosa y se aferraba con mayor intensidad a la vida que se le escapaba con la quimioterapia. La consigna de inspiración cubana: Patria o muerte, venceremos, se convirtió en Patria o Socialismo, viviremos. Su imagen se hacía irreconocible: hinchado de cuerpo y de cara, con la cabeza calva y una gran papada.

Así enfrentó su última campaña electoral, con un mitin de cierre bajo una intensa lluvia. Ganada una vez más la presidencia, con fuerte ayuda económica de la empresa brasileña Odebrecht que puso los diseñadores de la campaña ‘Chávez, corazón de patria’, más un pegajoso jingle del conjunto musical Los Cadillacs, se despidió para una tercera operación en La Habana, más bien paliativa, no sin antes recomendar que, en caso de no volver, se eligiera al canciller Nicolás Maduro como su sucesor. Durante tres meses se mantuvo la ficción de que Chávez estaba vivo y consciente, pero nadie lo veía, aunque los ministros afirmaran que sostenían conversaciones con él. Hasta que debieron anunciar su muerte en marzo de 2013”.

No sé si este Tomo I, así como el Tomo 2 (Intelectuales.com y otros tópicos patrios) aún se consiguen en las pocas librerías que todavía operan en Venezuela; mi recomendación es que, si los consiguen, los compren sin dudar.


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