De las megaelecciones del 21N surgirá una nueva correlación de fuerzas políticas. Ese día se elegirán:

  • 23 gobernadores
  • 335 alcaldes
  • 253 diputados regionales
  • 2.471 concejales

En total están en disputa 3.082 cargos, para los que se postularon más de 70.000 candidatos por: Gran Polo Patriótico: PSUV, Somos Venezuela, ORA, UVP, y los partidos intervenidos por el TSJ: Podemos, MEP y PPT.

Alianza Democrática: Avanzada Progresista, El Cambio, Cambiemos, MAS, Soluciones, y los llamados “alacranes” que son las directivas impuestas por el TSJ a AD, PJ y VP.

Plataforma Unitaria: G4 (AD, PJ, UNT, VP), Copei, Convergencia, Proyecto Venezuela, La Causa R, MPV.

Alternativa Popular Revolucionaria: PCV, PPT, Tupamaros, Redes.

Para los candidatos de la oposición, las condiciones electorales son muy desventajosas, pero pueden ser compensadas si se aprovechan las favorables condiciones políticas derivadas del 80 % de rechazo al gobierno y sus candidatos. Con semejante rechazo, Maduro puede poner en riesgo el control hegemónico del territorio si llega a perder un buen número de gobernaciones y alcaldías.

Pero por los vientos que soplan, de las megaelecciones del 21N no saldrá una oposición victoriosa y fortalecida, sino derrotada y desmoralizada. En el mejor de los escenarios podrá ganar las gobernaciones de Lara, Nueva Esparta, Sucre, Táchira y Zulia, y mantener unas 30 de las 335 alcaldías, que es justo lo que necesita el gobierno para mantener la escena de un país democrático y pluralista.

Pero lo más probable es que la oposición pierda estados y municipios que están bajo su control, tales como Mérida y Anzoátegui. Es difícil recuperar territorios que fueron bastiones de la oposición y perdió debido al ventajismo, división o abstención, tales como: Aragua, Bolívar, Carabobo y Miranda. Y luce prácticamente imposible que los candidatos de la oposición puedan ganar las gobernaciones y alcaldías que históricamente han sido territorio chavista en los estados Apure, Cojedes, Trujillo, Falcón, Guárico, Portuguesa y Vargas.

Una derrota como la que se anuncia lapidará a la actual dirigencia opositora nacional y regional, y despejará el terreno para la emergencia de un nuevo liderazgo. Con un resultado como este, no habrá viento a favor de la transición democrática, ni adelanto de elecciones presidenciales, ni parlamentarias. El cronograma electoral será el que está previsto en la Constitución y las condiciones electorales futuras tendrán como piso las ya logradas en las megaelecciones del 21-N, las cuales fueron aceptadas y validadas por la participación de más de 67.000 candidatos de las diferentes oposiciones de Venezuela.

Se prolonga la esperanza de vida del gobierno de Nicolás Maduro

La oposición venezolana está dividida, no hay unidad de criterios ni coherencia en la acción. Un sector subestimó a Maduro, sobreestimó el impacto de la presión internacional y se lanzó por la vía insurreccional. Otro sector se sentó a negociar con el gobierno y ha pagado caro los costos reputacionales de ser considerados como cómplices y alacranes.

No ganarle a los candidatos del oficialismo que corrieron con una desventaja de 80 % de rechazo al gobierno solo puede ser responsabilidad de una dirigencia opositora incapaz de dejar a un lado sus ambiciones personales, proyectos particulares, egos hipertrofiados y resentimientos para acordar candidaturas unitarias que capitalizaran electoralmente ese enorme descontento.

El menosprecio a la importancia de las gobernaciones y alcaldías y la sobreestimación de la elección presidencial llevarán a perder espacios de resistencia institucional que hará mucho más difícil activar el referéndum revocatorio y competir con mayor capacidad organizativa y de movilización electoral en la próxima elección presidencial.

Maduro se encamina victorioso y eufórico a su reelección en las presidenciales de 2024. Si a esto contribuye la recuperación de la economía y la mejoría en los indicadores de escasez e inflación, la narrativa triunfalista del gobierno tendrá una base objetiva contra la que una oposición dividida, debilitada y derrotada.

Los extremistas repitieron una y otra vez que con Maduro solo negociarían su salvoconducto o el color del uniforme en la cárcel donde sería condenado. Se menciona el caso de Chile para argumentar que una dictadura sí puede caer con votos y que participar en unas elecciones convocadas por el régimen no implica legitimarlo. Si los partidarios del NO en el plebiscito de Chile hubiesen amenazado a Pinochet diciéndole que lo único que negociarían con él sería el salvoconducto que lo sacaría al exilio o el color del uniforme de la cárcel donde pagaría su condena, seguramente el dictador habría gobernado hasta su muerte. Para hacer posible la transición democrática, sus adversarios aceptaron que Pinochet continuara como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y pactaron su inmunidad al reconocerlo como senador vitalicio.

Hasta una recompensa ofreció el gobierno de Estados Unidos por la captura de Maduro, recompensa que vinieron a buscar los mercenarios de la Operación Gedeón. ¿Cuáles incentivos habrá que ofrecer a Nicolás Maduro y su régimen para propiciar una transición democrática en Venezuela? Eso será parte de los debates del país político en la Venezuela posterior al 21 de noviembre.

@victoralvarezr


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