A lo largo de los últimos meses, los precios del gas y la electricidad en Europa aumentaron casi un 100 %, llegando a niveles sin precedentes, luego cayeron un tercio y en la actualidad se han disparado nuevamente desde que Rusia anunció que el funcionamiento de Nord Stream 1, su gasoducto a Alemania, quedaría suspendido por tiempo indefinido. Muchos líderes europeos han reaccionado a las oscilaciones bruscas en las bolsas europeas dedicadas al sector energético culpando por ello a los mercados. Sin embargo, culpar por las noticias a quienes simplemente las comunican nunca ha sido un abordaje correcto.

Para los encargados de la formulación de políticas en los países europeos, la extrema volatilidad de los mercados energéticos demuestra que estos mercados ya no son racionales. De hecho, el gas natural se está convirtiendo en un bien escaso, y los precios de la energía simplemente están respondiendo de manera acorde. La suspensión de Nord Stream I por parte de Rusia no fue inesperada, si se tiene en cuenta que los niveles europeos de almacenamiento de gas están aumentando rápidamente, y el presidente ruso, Vladimir Putin, sabe que perderá su influencia geopolítica si Europa está preparada para pasar el invierno sin recurrir al gas ruso.

Este es un problema de gran magnitud. Antes de que Rusia invadiera a Ucrania, Rusia satisfacía alrededor de 30% de las necesidades de gas de Europa. A partir de febrero de este año, los países europeos se han visto obligados a compensar esta pérdida a través del ahorro de energía y las importaciones de fuentes alternativas.

Con respecto al ahorro, hasta el momento el historial que registra Europa muestra resultados mixtos. El alto precio del gas ya ha llevado a que el sector industrial recorte el uso del mencionado combustible y utilice combustibles alternativos o, también llevó a la reducción de la producción, consecuentemente las empresas alemanas utilizaron 20% menos de gas el pasado mes de junio en comparación con lo ocurrido el año pasado.

Sin embargo, los mayores usuarios de gas durante los meses de invierno serán los hogares, y a medida que el clima se enfríe más, será difícil convencer a las personas de que reduzcan la calefacción en sus hogares. Los gobiernos europeos ya están implorando a los consumidores que bajen los termostatos y tomen menos duchas calientes. Pero es probable que tales peticiones tengan poco impacto, y se espera que el endurecimiento de las reglas para los edificios públicos produzca ahorros igualmente pequeños.

Conseguir que los hogares reconozcan la escasez de gas será crucial para que Europa pase el invierno sin tener que recurrir al racionamiento. No será fácil. En promedio, los precios del gas en los hogares se han duplicado desde agosto del año 2021, pero muchos consumidores aún no han notado esto completamente, debido a que utilizan mucho menos gas durante los meses de verano y pagan cantidades mensuales fijas que se revisarán al alza en los meses siguientes. Sin embargo, el aumento de los precios de la energía ya está provocando protestas muy concurridas a lo largo de todo el continente.

Ante la creciente presión política, varios Estados miembros de la UE han iniciado programas de subvenciones con el propósito de reducir los precios al consumidor. Francia puso topes a los precios del gas y la electricidad, e Italia rebajó la tasa del impuesto sobre el valor agregado que se aplica al gas natural. Como resultado, los precios del gas para uso doméstico disminuyeron 15% en Italia y se mantuvieron estables en Francia, esto ocurrió incluso mientras en Alemania los mencionados precios se elevaban en aproximadamente  20%.

El costo fiscal de los subsidios a la energía será enorme, ascendiendo a docenas de miles de millones de euros en los países más grandes de la UE. Pero eso no es lo peor. Estos subsidios a los precios harán que la demanda de gas disminuya menos de lo que lo haría bajo otras circunstancias: los consumidores que pagan menos por el gas estarán menos inclinados a bajar el termostato de la calefacción o a tomar menos y más cortas duchas calientes. Europa tendrá que importar más gas del que habría importado si los consumidores se hubieran visto obligados, a través de precios más altos de la energía, a tomar conciencia de la escasez.

Más concretamente, ¿dónde creen los líderes europeos que obtendrán el gas adicional? La mayoría de los productores de gas ya están trabajando a su máxima capacidad y no podrán aumentar su producción en los próximos meses. La única fuente potencial de suministro adicional es el gas natural licuado que se desviaría desde Asia. Pero una mayor demanda de importaciones por parte de Europa ejercerá aún más presión sobre los precios mundiales del GNL, por lo tanto se aumentará la factura de importaciones de Europa.

El factor que complica la situación es que los países europeos no son los únicos que intentan proteger a los consumidores de los altos precios del gas. Varios de los principales importadores asiáticos, como por ejemplo Japón y Corea del Sur, también ponen topes a los precios que pagan los hogares. Esta podría ser una de las razones por las que la demanda asiática de gas ha caído sólo ligeramente hasta ahora, y por la que los precios spot del gas estuvieron en niveles altos incluso antes de la guerra de Rusia en Ucrania.

Los topes de precios en Asia provocan un aumento de los precios de importación en Europa, lo que luego lleva a los encargados de la formulación de políticas en Europa a aumentar los subsidios con el propósito de mantener bajos los precios al consumidor, y posiblemente podría poner en marcha un círculo vicioso de precios spot, es decir que los precios sean cada vez más altos y los subsidios sean cada vez mayores. Además, los precios pueden subir de todos modos, debido al enorme impacto que tendrían los subsidios implementados a lo largo de toda la UE sobre los precios a nivel mundial.

Hay una mejor manera de hacer las cosas. En lugar de subsidiar el consumo a través de topes impuestos a los precios, los gobiernos europeos deberían subsidiar el ahorro de gas. Por ejemplo, podrían pagar a los hogares para que reduzcan su consumo este invierno. Esto también implicaría gastos fiscales, pero un análisis reciente sugiere que tales subsidios se amortizarían en su gran mayoría por sí mismos a través de la reducción de los precios de las importaciones.

Alternativamente, los encargados de la formulación de políticas podrían fomentar el ahorro de energía ofreciendo a los hogares un tope de precio que sea limitado. Bajo este esquema, los subsidios cubrirían una cantidad básica per cápita, y los hogares pagarían el precio de mercado por el consumo que esté por encima del mencionado nivel básico de consumo.

De cualquier manera, los encargos de la formulación de políticas en Europa tendrían que explicar a sus electores que el gas se ha tornado en un bien muy escaso, que protegerlos completamente de los precios más altos del gas es imposible y que intentar hacerlo sería altamente contraproducente. En vez de lo antedicho, los líderes europeos también podrían utilizar sus recursos financieros limitados para crear incentivos con el propósito de que los hogares ahorren, y para facilitar que Europa ponga fin a su dependencia del gas ruso.

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos

Daniel Gros es miembro de la junta y miembro distinguido del Centro de Estudios de Políticas Europeas.

Copyright: Project Syndicate, 2022.

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