«No me conformo, no: me desespero» (MIGUEL HERNÁNDEZ)

La mayoría de las cosas que se aprenden actualmente suceden en una pantalla.Los hombres y mujeres del siglo XXI somos los espectadores pasivos más grandes de toda la historia de la humanidad. Queda poco espacio para la actividad y los cambios. Si hubiese algún cambio, ese cambio sucedería por obra de otro. Nosotros solo miramos. Esto no es bueno. Y es que yo no me conformo. Prefiero levantar la vista de vez en cuando y tomar distancia. No sé, es como si necesitase pensar un rato, asumir o preguntarme ‘¿esto a qué viene?‘porque a veces también me digo ‘¿y esto para qué sirve?’. Lo que pasa es que tengo la gentileza de hablarlo para mis adentros sin poner a nadie en un aprieto. Por desgracia, los alumnos de las escuelas sueltan a bocajarro todo lo que se les viene a la cabeza sin ton ni son, despreocupados de pasar un filtro, de no pecar de impertinentes, de ser o no ser irrespetuosos con el profesor. Hace falta respeto al prójimo. Aclaro, por si acaso, que hablo en general. No todos los alumnos carecen de modales; no obstante, ignorar las buenas formas se está convirtiendo en tendencia.

No se preocupe que no he olvidado el tema de la columna: «Cómo hacer una tortilla (española)«. Muchos entrarían ahora mismo a Internet y teclearían ese mismo mensaje entrecomillado. En cuestión de segundos se abriría un tutorial y ahí estaba la explicación al contenido. Lo más probable sería un video, ¿cómo no?.

En fin, la educación en la escuela, la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación. Si usted da al play del video, y después de haberlo visto un par de veces trata de ponerlo en práctica en su cocina, comprobará que el resultado es bueno o malo. No habrá, imagino, testigos. ‘Yo me lo guiso y yo me lo como’, que decimos en España.

 

Seamos sinceros. Cabe la posibilidad de que la tortilla que haya cocinado sea mala, malísima. No se va a enterar nadie. Nadie le va a poner una calificación por eso.

En otra casa, otro internauta como usted ha intentado la misma operación, ha visto el video y se ha hecho una tortilla. El resultado es magnífico. Le ha quedado una tortilla española que ya le gustaría a Karlos Arguiñano.  Tampoco lo va a saber nadie.

Y yo le pregunto, si tuviera que elegir a uno de los dos cocineros conociendo el resultado, ¿no preferiría comerse la tortilla de este último?

Pues bien, a este lado del Atlántico el Consejo de Ministros acaba de aprobar el pasado martes 16 de noviembre de 2021 un Real Decreto según el cual se eliminan los exámenes de recuperación de la Educación Secundaria Obligatoria en España -que ocupa de los 12 a los 16 años de edad-. («El Gobierno elimina las recuperaciones en la ESO: repetir será «excepcional» y lo decidirán los profesores«; Elena Omedes, 20 minutos.-16.11.21).

Uno se pregunta, ¿de qué manera afecta esto a los alumnos? A unos les irá bien. Pensarán, ‘menos mal que nos quitan esa carga. No vamos a tener que estudiar más en vacaciones’. Otros alumnos verán con desasosiego esta idea. Por otro lado, los profesores comprobarán que una parte del alumnado queda desamparada, o quizás se digan, una tarea menos que realizar. La verdad es que los contenidos de las asignaturas perderán valor y peso. Los chavales dejarán de esforzarse. Los alumnos buenos contemplarán incrédulos cómo se hace efectivo el agravio comparativo con los malos estudiantes y el sentido del estudio y la escuela irá yéndose un poco más al carajo.

La ministra Pilar Alegría considera que llevando a cabo esta operación de limpieza los profesores cobran importancia para decidir si un alumno supera o no el curso. Y esto no es así.

Un profesor puede tener argumentos y ser razonable para ayudar a un alumno a pasar de curso, pero puede darse el caso de que no lo sea y no debería privarse a los alumnos de la oportunidad de las pruebas de recuperación. También es cierto que un profesor excesivamente riguroso podría estropear los estudios de un alumno y no sería justo. Pero también es cierto que un claustro de profesores indulgente no sería de gran ayuda.

El fracaso escolar existente en cualquier país del mundo no se arregla aprobando a todos, sino trabajando en el refuerzo de las asignaturas, el esfuerzo de los alumnos y la exigencia de los resultados. La evaluación es la demostración de que se ha aprendido lo explicado, y si todo va como debe ir, lo que a uno le han enseñado bien se sabe y se puede utilizar en alguno de los ámbitos de la vida diaria.

Casi olvido contar la historia de la bruja. Hace montones de años en una tribu del continente africano vivía una mujer poderosa, una especie de bruja con conocimientos ancestrales sobre plantas y animales. Esta bruja era maestra de las hembras de su tribu, que ─a pesar de que ahora se le gritase antifeminista, esclava, etcétera─ al alcanzar la edad núbil necesitaban saber cocinar. Entre otras enseñanzas, les mostraba cómo hacer una tortilla. Obviamente, las mujeres se sometían a examen y la bruja les decía si estaban capacitadas para alimentar a su familia. Algunas de ellas no ponían cebolla, y otras olvidaban echarle huevos.


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