Cuando Josep Borrell anuncia sonreído que la Comisión Europea será observador en las votaciones regionales de noviembre 21, a seis semanas del evento, otorga la versión del nuevo PSOE –nada que ver con Felipe González, pero mucho con Zapatero– interesado en  legitimar el régimen militarista en el territorio ya invadido en su casi totalidad por el narcoterrorismo colombiano y del Oriente Medio. Y lo hace sin la menor duda, sentimiento de culpa o mínima vergüenza, pues conoce la inexistencia de riesgos o reclamos porque la propia oposición venezolana representada en el G4 ha facilitado ese proceso al acudir a México 1-2-3 amloísta centrado en la capital donde se rinde culto al castrismo, escenario sustituto de La Habana, aquella que albergó por cuatro años la pantomima de la paz colombiana. El ansiado y logrado premio Nobel selló los traslados y la invasión del muy  largo y  sangriento conflicto hacia el venezolano país vecino, donde la criminalidad reina cada día con más potencia cínica.

¿Quiénes la refrendan? Una denominada oposición de ex-grandes partidos políticos, hoy de múltiples caciques listos para disfrutar cada uno su pequeño conuco hasta donde y cuando las ensangrentadas botas lo permitan. Aunque hoy ocultas con zapatos y trajes civiles para configurar mesitas de votación y redactar los informes parciales que sumarán el glorioso triunfo castrocomunista.

Una convivencia con el enemigo que el refrán criollo resume en su concentrada sabiduría popular con la frase “agarrando manque sea fallo” y pudiera actualizarse agregando la famosa del comandante, “por ahora”, que les ha servido para justificar(se) con la fantasía, según la cual si te permiten llegar a gobernador, alcalde o concejal, aunque sea en uno de tres o cuatro estados, pueblos o municipios, podrás incrustar tu mensaje libertario al pueblo llano, enfermo, debilitado, sobreviviente en ese infierno consumiendo basura y bolsitas CLAP Saab repletas de sustancias sin nutrientes, importadas en su mayoría precisamente de empresas mexicanas. Así se torna indiferente y facilita la obediencia del hambriento paria autómata que pide solo limosna estatal, mientras los aún conscientes buscan escapar hacia la nada como  migrante hemisférico, a pie, sin destino seguro. Es el triunfo revolucionario.

El circo triste de este proceso comenzó con un show, el desmantelamiento de carteles con el rostro de Chávez guindados en los recintos parlamentarios, aquel año 2015, cuando en verdad la energía debió concentrarse en el derecho y el deber de rechazar la trampa oficialista de los diputados indígenas anulados que completaban la legítima mayoría disidente. De allí en adelante el espectáculo inmediatista continuó con la dividida oposición gestada por el desgobierno y las mismas cabezas partidistas personalizadas en caudillos parroquiales. Su gestión, que alguien llamó autosuicidio, impulsa hoy la desaparición del interinato legítimo, legal, constitucional.

Como siempre, la literatura ilumina. La novela policial Diez negritos (1939) de la británica Agatha Christie –de todos sus escritos mi predilecto– muestra una isla (Cubazuela) donde ocho invitados a una lujosa mansión (FuerteTiuna-Miraflores con sus hoteles, casinos y bodegones) y los dueños (Rusia, Cuba, Irán, entre otros) delegan  la atención de los visitantes en dos confiables  sirvientes (PSUV y FANB). Al final advierten que es una trampa destinada a castigar sus crímenes ocultos (por ejemplo, el español  turismo lujoso constante en la isla cubana, mientras la población muere de hambre y peste sin que en seis décadas hayan calificado al castrismo de dictadura, costumbre hoy acentuada por la mudez del sanchismo y su Podemos  ante los sucesos del pasado Julio 11, por citar un caso).

La escritora se las arregla para mostrar que sin excepción los diez residentes pueden ser o son culpables. El ansioso lector juzga y comprende.

Así, pues, “Ya suenan los claros clarines, la espada anuncia con vivo reflejo el cortejo de los paladines ….” versos del nicaragüense Rubén Darío en  Marcha Triunfal (1899) útiles para recibir hoy a la Misión de Observación Electoral de la Comisión Europea. ¿Acaso se unirán a Súmate para comprobar cuántos inscritos en el Registro son cedulados venezolanos de verdad?  ¿Cuántos ELN y equivalentes portan falsos documentos de identidad?, por citar apenas un dato.

¿Cuánta fuerza se puede pedir a una sociedad harta y desconfiada para que protagonice una vigorosa campaña antidictatorial con esta clase de dirigencia local y mundial? Respeto merece quien lo practica, incluyendo, claro, a los países que se presentan como si nada a la festiva farsa votacional que no es electoral. Y lo saben muy bien.

¿Opciones? Alguna vez de hace 25 años el eminente educador, musicólogo, farmaceuta Gonzalo Benaim Pinto (1927-1998), militante de Acción Democrática, les propuso la fundación de una Escuela de Líderes donde se estudiaran los cambios universales que ya se anunciaban en la manera de gestionar eficientes políticas públicas. Su opinión fue motivo de chistes y carcajadas. Pero tenía toda la razón. Se requiere de nuevo liderazgo generacional, culto, limpio y rebelde, asqueado de tanta inmundicia, inmadurez e impunidad en organizaciones y ahora concursos que premian el carisma.

Y un diseño partidista moderno, sin chiripero, al estilo civilizado: liberales, conservadores, izquierda democrática. O lo que venga sin botas rojas ni medallitas trisoleadas.

El totalitarismo y la democracia no caen del cielo milagroso. Se construyen.

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