El Nuevo Orden nazi se implantó en Europa gracias a las victorias de la Wehrmacht (Ejército Alemán) durante la Segunda Guerra Mundial en su período de expansión desde 1939 hasta 1941. El año pasado en la segunda y tercera semana de noviembre del 2020 explicamos la naturaleza del mismo y sus acciones hasta 1940 siguiendo el plan de revisión del 80 aniversario. En agosto señalamos cómo la “Operación Barbarroja” (invasión alemana a la Unión Soviética que se llevó a cabo del 22 de junio al 5 de diciembre de 1941) está íntimamente relacionada con la “Solución Final” (exterminio sistemático e industrial del pueblo judío), porque había radicalizado el conflicto al enfrentarse al que consideraba su peor enemigo: “el judeo-bolchevismo”. En el año 1941 (período que analizaremos hoy y la próxima semana), la característica esencial del régimen de ser un Estado policial racial donde los nazis tenían el poder total, afianzará lo que desde el primero de enero de 1939 Hannah Arendt consideró lo hacía “abiertamente totalitario y abiertamente criminal”: el control de todo el aparato represivo bajo la SS que era un órgano del partido, control que estaba bajo la nueva Oficina Principal de Seguridad del Reich (RSHA), cuyo jefe fue Reinhardt Heydrich (1963, Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal).

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El Tercer Reich poseía un trato diferente según las áreas en que habían dividido la Europa ocupada, respondía a su lógica racista, por supuesto (y que describimos en nuestra primera entrega). Las áreas del Este fueron reorganizadas con la invasión a la Unión Soviética (URSS): Polonia, junto algunas de sus zonas fronterizas y de Prusia Oriental, se anexaron al Reich. Entre 1939 y 1940 se había hecho algo parecido con toda la Polonia occidental y en estos territorios se llevó a cabo una política de limpieza étnica, ahora dicha política se ampliaría, tanto a lo que llamaron el “Gobierno General” en torno a Varsovia como la Polonia Oriental que había ocupado la URSS. Los Países Bálticos y Bielorrusia (llamados ahora Ostland, bajo el gobierno de Alfred Rosemberg el cual escribió un Diario con sus experiencias) y Ucrania bajo Erich Koch; se convirtieron en zonas administradas por Alemania debido a que en ellas se extendería la política de colonización germana (realidad que poco se llevó a cabo). Pero como la guerra no había terminado debido a que los británicos no negociaban y seguían con su campaña de bombardeo, guerra en el Norte de África y apoyando a cualquier nacionalidad que se resistiera. Y lo peor de todo para el régimen de Adolf Hitler, Estados Unidos con la Carta del Atlántico consolidaba su alianza con el Reino Unido y prometía abastecer de alimentos y armas al nuevo Aliado: los soviéticos. La Europa nazi, entonces, tendría que ser una fortaleza cuyos recursos se dedicaran totalmente a alimentar a los soldados de la Wehrmacht y su industria bélica.

Al tener que obligar a las naciones sojuzgadas a dar sus recursos alimenticios, materias primas y enviar a sus jóvenes y adultos productivos a trabajar a Alemania (no sabemos las cifras que se movilizaron en 1941 pero para 1944 había llegado a casi 8 millones); era inevitable que la Resistencia y el descontento comenzara a desarrollarse. Y mucho más en las zonas consideradas de población no aria: Serbia, Grecia y todas las regiones del Este: Polonia y la URSS ocupada, se les saqueó con mayor crueldad. En estas zonas se cayó en un círculo absurdo de represión indiscriminada ante cualquier sospecha de descontento, lo que a su vez estimulaba la formación de partisanos. Entre esas políticas estaba el hambre, que desde el inicio de la “Operación Barbarroja” fue planteada como un medio para ir reduciendo la población eslava. Un mecanismo usado por los nazis fue imitado de los comunistas rusos: conservar las granjas colectivas y de esa forma el control de la cosecha era mucho más fácil por parte del ocupante. En el Invierno del 41 al 42 en Grecia se dieron más de cien mil muertes por inanición como castigo por su empecinada resistencia que había comenzado desde la derrota. Al final la SS-Gestapo incrementó sus detenciones (para ello se legalizó, con el decreto del 7 de diciembre de 1941: “noche y niebla”, la práctica de la desaparición de toda persona que fuera considerada peligrosa para el Reich) y el universo de los campos de concentración creció hasta llegar a más de 900 para finales del año, tema al que nos dedicaremos la semana que viene.

Los prisioneros de guerra en Alemania que ya sobrepasaban más de dos millones con las campañas de los dos primeros años, ahora se incrementarían en más de cuatro millones con la invasión a los Balcanes y la URSS. Pero una vez más los nazis hacían distinciones entre estos según sea su condición racial. Los soviéticos padecieron hambre, los mantenían muchas veces a la intemperie y los sometían a trabajos forzados; la consecuencia sería el fallecimiento de más de 1 millón en solo 6 meses. Alfred Rosemberg criticó estas decisiones al igual que el rechazo de sus propuestas para crear Estados satélites con relativa autonomía en la URSS. Consideraba que bálticos, bielorrusos, ucranianos y otros pueblos podían ser excelentes aliados en contra de los bolcheviques. Ya habían demostrado su resistencia contra “los rojos” y colaboraban con el ocupante alemán. Pero Hitler y el resto de los jerarcas nazis estaban en desacuerdo, y al final el maltrato de estas nacionalidades terminaron logrando lo que Stalin no había podido hasta ahora: el apoyo al comunismo y a Moscú.

En el resto de Europa algunos países para 1941 se mantenían “neutrales” (proveían de materias primas o manufacturas al Reich) o eran aliados del Eje (sin nombrar a Italia que era el principal). En algunas ocasiones colaboraron militarmente en mayor o menor grado como Eslovaquia, Finlandia, Rumanía, Hungría, Croacia y España. Otros como Suiza, Suecia, Irlanda Portugal y Turquía comerciaban pero al mismo tiempo servían de refugio para los perseguidos que tenían la suerte de llegar a sus fronteras. Nuestra próxima entrega viajará a los guetos y al lugar donde iban los que desaparecían “en la noche y niebla de lo desconocido”.


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