En el último informe financiero que Pdvsa le publicó al país (año 2016, 5 años atrás) aparece este asunto clave de auditoría: “Durante el año 2016, Pdvsa recibió una subvención del Estado venezolano por 5.726 millones de dólares (3.863.962 millones de bolívares), correspondiente a la diferencia entre los costos de producción y los precios de venta regulados de los combustibles de motor y diésel en el mercado nacional”. El monto del subsidio a los combustibles en Venezuela había llegado a un número tan alto que Pdvsa necesitaba que el BCV la financiara (con inflación). Cifras extraoficiales apuntan a que, anualmente, el Estado venezolano perdía cerca de 10.000 millones de dólares por regalar combustible.

En junio de 2020, el gobierno llevó a cabo un cambio en el esquema de precios de la gasolina, colocando dos precios, por un lado, una gasolina “dolarizada” que costaría $0,50/litro y una “subsidiada” con un precio (que al día de hoy se mantiene) en Bs. 5.000/litro. En aquel entonces, el precio subsidiado representaba 2,50 centavos de dólar el litro, lo que significa que hoy debería estar en Bs. 82.500/litro. Un vehículo promedio que necesite 40 litros requiere 1 dólar para llenar el tanque (equivalente a 2 litros de la gasolina “dolarizada”). La idea con este esquema era ayudar a las personas de pocos recursos a seguir teniendo acceso a gasolina barata (realmente regalada). No obstante, en Venezuela tenemos un PhD en lo que se refiere a los efectos de establecer precios diferenciados de un mismo producto: generan enormes incentivos negativos para la economía, atrayendo corrupción y en el caso de los combustibles, promueven que el contrabando se mantenga o aumente.

Sin embargo, el esquema también trajo buenas noticias, no solo un incremento en los ingresos fiscales del Estado venezolano por la gasolina que se vende a $0,50/litro, sino también por desmontar definitivamente el mito de que aumentar el precio de la gasolina en nuestro país generaba disturbios, conmoción social, inflación, un enorme costo político para quien lo hace, etc. El experimento ha rendido frutos fiscales, pero el subsidio sigue siendo elevado, más aún para un país con tantos problemas. Ese subsidio debe desaparecer.

Uno de los más graves problemas (si el más importante) económicos en Venezuela es sin lugar a dudas la hiperinflación, un fenómeno que destruye el bolsillo de la población y representa un dolor de cabeza para las empresas en el país. En economía, la literatura es abundante con relación a sus causas y hay consenso en torno a que el problema es fiscal. En nuestro caso, el subsidio a los combustibles tiene un peso importante en el déficit fiscal, así que su eliminación ayudaría a vencer la hiperinflación.

El subsidio a los combustibles en Venezuela es regresivo (beneficia solo a una parte pequeña de la población), además genera corrupción y contrabando, en un país que necesita utilizar de la mejor forma posible sus diezmados recursos. La mejora fiscal y el descenso en la demanda (por combustibles) que traerían un aumento en el precio de los combustibles choca con la presión que pudieran hacer los beneficiarios del subsidio, no los consumidores (quienes poco pueden hacer), sino las élites que se enriquecen con la diferencia de precios. Ojalá, se imponga lo que es mejor para la gran mayoría de los venezolanos y se desmonte definitivamente el subsidio a los combustibles en Venezuela.


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