Desde la década de 1990, con la desaparición de la URSS y del bloque de países socialistas de Europa, empezó a perfilarse un nuevo conjunto de macrotendencias mundiales muy influyente en Venezuela, que parecía haber encontrado una trayectoria de evolución estable. Esa evolución ha conducido a una ampliación de la influencia económica de China en América Latina, África y el Oriente y a una alta dependencia energética de Europa respecto de Rusia. El mismo proceso parecía llevar progresivamente a un nuevo equilibrio geopolítico mundial con los liderazgos del gigante asiático, Estados Unidos, Europa y en menor grado de Rusia; a una sana competencia entre Estados Unidos, China y Europa en la innovación tecnológica; y a la cooperación de casi todos los países del mundo en una estrategia de descarbonización de las economías para mitigar el cambio climático que amenaza a todo el planeta.

Pero recientemente la dirección que llevaba ese conjunto de macrotendencias ha sufrido una inflexión abrupta a raíz de la guerra en Ucrania. El quiebre ha afectado estratégicamente la seguridad energética de Europa y Estados Unidos, lo que podría forzar la ralentización de la transición global hacia energías no fósiles, y está provocando una reactivación de la confrontación geopolítica mundial a través de países con capacidades de disrupción internacional y pretensión de potencias regionales.

¿Se va a resolver rápidamente la coyuntura mundial de hoy, de potencial confrontación directa entre potencias mundiales, de reaparición de fenómenos de disrupción política violenta en ciertas regiones del mundo, de reacomodo de los mercados de materias primas e insumos tecnológicos? ¿Va ella a evolucionar cambiando profundamente las macrotendencias que venían consolidándose desde la última década del siglo XX? ¿Volverán las aguas a los cauces que traían? ¿Qué oportunidades y desafíos enfrenta Venezuela en esta coyuntura y en las que le pueden suceder a ella, más allá de variaciones de precios internacionales del petróleo?

En Venezuela tenemos que dar una respuesta envolvente a estas preguntas: o fortalecemos nuestras capacidades de anticipación oportuna de los fenómenos globales y su conexión con América Latina y nuestro país, o seguiremos estando a merced de los vaivenes globales, sin capacidad alguna para timonear nuestro transcurso al futuro, como nos viene sucediendo hace 50 años.

Es evidente que fortalecer esas capacidades va más allá y es distinto de poseer “salas situacionales” que se anticipen a cambios y eventos políticos internos con base en encuestas de opinión y juicios de politólogos expertos, o de contar con analistas financieros y de política fiscal y monetaria capaces de juzgar los avatares de la inflación y de la tasa de cambio. Estas dos capacidades ya existen en el país con algún grado de sistematización, pero no son aquellas de las que venimos hablando.

En el mundo de hoy y en las circunstancias económicas, sociales y políticas actuales de Venezuela, fortalecer nuestras capacidades de anticipación de los fenómenos internacionales y su conexión con nuestro país implica movimientos necesariamente complementarios en dos direcciones. En primer lugar es necesario mantener un seguimiento permanente de los procesos geopolíticos, económicos, tecnológicos y migratorios que estén en marcha en el mundo y en América Latina, provisto de instrumentos y equipos humanos para evaluarlos de manera seria, sistemática y objetiva. En segundo lugar, hay que dotarse de instrumentos técnicos y especialistas expertos con los cuales simular los resultados económicos y sociales internos que podrían derivar de implementar en el país distintas opciones de políticas económicas y sociales.

Con unas capacidades para evaluar escenarios de políticas frente a las circunstancias internacionales, que no existen en el gobierno ni en la oposición o en los órganos del sector privado, podríamos explorar hoy el tipo de reformas y políticas nacionales que más nos convendrían para comenzar a superar la crisis que estamos viviendo, la cual, por cierto, no es coyuntural sino una crisis del estilo de desarrollo que comenzó a gestarse hace más de cuarenta años.

Venezuela necesita urgentemente contar con esas capacidades.

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!