Foto @m_ebrard

La lucha por superar al régimen chavista exige a las fuerzas democráticas desempeñarse en diferentes escenarios. En algunos momentos, las circunstancias recomendarán privilegiar uno sin abandonar los otros.

El contexto actual aconseja actuar en tres a la vez: incentivar la lucha por las reivindicaciones socio-económicas de la población, prepararse para competir en los comicios presidenciales, negociar con el régimen acuerdos en el campo humanitario y en lo político-institucional para lograr comicios presidenciales libres, justos, competitivos, verificables.

Saludo el acuerdo de México y el compromiso, la dedicación de los dirigentes democráticos participantes en el proceso de negociación; no la tienen fácil, hay con frecuencia fuego amigo dictado por intereses particulares, por cierta ignorancia sobre qué supone negociar en una realidad como la venezolana; otra cosa es la crítica constructiva.

Las fuerzas democráticas no se pueden negar a la posibilidad de acuerdos para construir las bases de la superación de la crisis humanitaria. Lo anterior no le resta vigencia a la convicción de que su superación plena será posible cuando en Venezuela impere un régimen democrático. Solo alguien insensible u obnubilado puede reprobar la adopción de medidas tendientes a mitigar, por lo menos, los padecimientos de la mayoría social de la nación.

Lo conseguido es un avance. Lo complicado viene ahora: ejecutar lo acordado, lograr que los recursos se inviertan y gasten con probidad, eficiencia, oportunidad. Es lógico esperar dificultades con el oficialismo por su obsesión por el control, su proverbial indolencia, ineficacia y venalidad; también porque tratará de capturar el proceso en términos políticos.

La reacción de Maduro y Cabello, posterior a los anuncios del acuerdo, no son las de unos ganadores netos. Han sido obligados a sentarse a negociar por la presión internacional que incluye a los gobiernos de Colombia, Argentina y México, a reconocer implícitamente carencias y errores de gestión, a aceptar la supervisión de organismos internacionales en la gestión de los fondos a ser liberados.

Los movimientos subsiguientes del chavismo al acusar de golpistas a los interlocutores en México, de supeditar cualquier acuerdo sobre la calidad democrática del proceso electoral venidero al levantamiento de las sanciones (con lo cual reconoce los déficits democráticos del sistema electoral vigente), de resucitar Alacranes y demás colaboracionistas para disminuir el rol de la Plataforma Unitaria tienen el propósito de alargar, enredar, complicar el ambiente para evitar cualquier compromiso en relación a las presidenciales; incluso, no lo descarto, volver a congelar la negociación.

Ante tal panorama, los actores internacionales partidarios y facilitadores del proceso de negociación deben presionar al chavismo para evitar su paralización y darle continuidad al mismo.

La Plataforma Unitaria tiene, a todo evento, que continuar con su agenda: fortalecer y consolidar la unidad democrática, materializar la realización de la primaria abierta para escoger el candidato presidencial, concretar el proceso de negociación, incrementar sus esfuerzos en la acción y la comunicación con la mayoría social de la nación para recuperar su capacidad de representación de la aspiración nacional al cambio político.

Lo que viene es difícil y complicado porque está en juego el poder, pero no hay alternativa.


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