No vacilemos en seguir librando el buen combate por la libertad, la democracia y el restablecimiento de la república de Venezuela. Confrontamos la ignominia de quienes secuestraron a la nación, a unos delincuentes corrompidos en la mente y privados de la verdad, que entregaron la soberanía nacional a países extranjeros forajidos, como ellos, a cambio de su permanencia en el poder.

Hemos sido maniatados por la espada indigna de quienes ultrajaron a las Fuerzas Armadas al romper su juramento institucional de respetar la Constitución; hemos sido entregados al saqueo y a la vergüenza de quienes, ayunos de integridad, descubrieron el “gran negocio” del narcotráfico y la lavandería de los billetes verdes.

Rechazamos componendas y comparsas denigrantes, a cargo de representantes que no representan a nadie sino a su impudicia, para vendernos un respiro apaciguador en medio de una esclavitud contra la cual nos revelamos en nombre de los valores superiores de la verdad, la justicia y el ser venezolanos. El respiro que nos alienta no es para claudicar de la dignidad y los principios -no somos un país vencido- sino para librarnos de la usurpación.

Dejando de lado nuestros intereses personales y comodidades, sacamos fortaleza de nuestra debilidad, para combatir por tantas causas, particularmente por el colectivo social más abandonado y vulnerable: nuestros niños y ancianos.

La libertad es un don para que sepamos elegir el bien en la vida. Los pueblos tienen el derecho fundamental de vivir en democracia. Rompemos con los que entregaron todo antes de sentarse. Fueron a México con 300 presos políticos a legitimar al usurpador y a sus instituciones, participando en la farsa electoral del 21N. Son instrumentales de la tiranía y se hicieron parte del ecosistema criminal. No transaremos justicia y libertad.

No existe imparcialidad ni independencia de un sistema judicial viciado hasta los tuétanos, incapaz de impartir justicia verdadera. No hay presunción de que todos somos iguales ante la ley. Los facinerosos pretenden infructuosamente quitarse la responsabilidad individual cuando la realidad indica que son parte de las cadenas de mando, supremamente identificadas, en innumerables crímenes atroces. Reconstruir el sistema de justicia completamente parcializado con el moreno Maikel, presidiendo el TSJ del horror y una red mafiosa de jueces y fiscales, es un chiste. Trastocado y convertido en herramienta para perseguir y reprimir al alimón con las fuerzas de seguridad pública, conforman un mismo patrón del mal. No han cesado las órdenes de aprehensión y comparecencia contraviniendo el debido proceso.

La estructura formal del Estado venezolano, resquebrajado y desvencijado, impide dar respuestas a las violaciones sistemáticas de los derechos humanos y se solaza en la impunidad. Toda la estructura debe responder, comenzando por los máximos responsables de conducción del régimen forajido. No hay justicia creíble e independiente para tomarse como complementariedad. No van a engañar a la CPI. Primero lo primero: el cambio político.

¡Libertad para Javier Tarazona. No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!


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