¡Caráspita! ¿Usted sabe dónde queda un país que se llama Zimbabue y qué es lo que está aconteciendo allí? Pues sería bueno que se tome un par de minutos para enterarse resumidamente de los hechos que en esta semana han estado “en pleno desarrollo” en aquella lejana y mediterránea nación situada en la parte centro sur del continente africano.

Resulta que allí existía una colonia británica conocida como Rodesia. En 1970 ese territorio acaudillado por un supremacista blanco (Ian Smith) se declaró independiente bajo la forma de república dominada por su población de raza europea, que siendo minoría pretendió constituirse en única dueña del poder. Luego de años de tires y aflojes diplomáticos y violencia, en 1980 aquello se transformó en República de Zimbabue y desde ese mismo momento pasó a dominar la escena un ex maestro de escuela y profesor de Letras, Robert Mugabe, fungiendo hasta 1987 como primer ministro y desde entonces como presidente, un total de 37 años en los cuales el señor se eligió y reeligió tantas veces como le dio la gana, a veces de verdad, otras con trampa, siempre favoreciendo al partido ZANU con todas las ventajas, carnet de la patria, autoridad electoral dependiente, discurso populista y retórica tercermundista tan fogosa como inútil y cataclísmica para la actividad económica.

Zimbabue, que era el granero de África Meridional, comenzó a pasar hambre. La producción de alimentos cayó por debajo de la necesidad de consumo y la inflación alcanzó porcentajes anuales que la vienen ubicando desde hace lustros a la cabeza de tan infeliz estadística, hasta que por fin en 2017 fue alcanzada y superada por la Venezuela bolivariana y socialista.

Ambas naciones otrora solventes en reservas y estabilidad comparten hoy los últimos lugares en materia de bienestar, libertades públicas, reservas y dependencia de otras economías (en el caso de Zimbabue depende totalmente de Suráfrica a tal punto de que los propios ciudadanos se niegan a aceptar su moneda nacional y solo transan en rands surafricanos).

Como es de suponer, el señor Mugabe es figura de referencia para el procerato bolivariano. Tan es ello así que es él el único dirigente del mundo que ostenta el privilegio de haber sido honrado no con una sino con dos espadas de Bolívar, una concedida por el eterno y la otra por el menos eterno en el entendido de que ambos presidentes venezolanos han reconocido en Mugabe el modelo de dirigente nacionalista, probo, incansable luchador víctima de una prolongada “guerra económica”, perseguido y aislado por los explotadores de siempre y demás maldades que aquí en Venezuela oímos recitar con machacona frecuencia.

Por supuesto que en Zimbabue no existen presos políticos sino políticos presos, lo que le otorga similitud con otros procesos populares de liberación nacional que –aunque sean un fracaso– por lo menos permiten al pueblo enorgullecerse de que “tienen patria” y hasta hay quienes proclaman con convicción aquello de que “con hambre y sin empleo, con Mugabe me resteo”. Este columnista no está en conocimiento de cómo es el sistema de reparto de alimentos allá, aunque sospecha que siendo un país agrícola las bolsas CLAP, si las hay, deben contener algunos rubros nacionales.

Pues ocurre que esta semana algunos militares, cansados y nerviosos ya, conscientes de que sus excesos derraman allende las fronteras de esa nación soberana y que ello puede ser nocivo para la salud, le informaron al anciano prócer (93 años) que “se acabó lo que se daba” y lo “retuvieron” en condiciones y pronóstico que a la hora de escribir estas líneas son aún confusas, pero que parecen sugerir que habrá cambios en la conducción y posiblemente en el rumbo económico, pues el transitado hasta hoy no lleva sino al precipicio.

Desconocemos si algún dignatario de allá acompaña a los nuestros, tan injustamente señalados en sus listas por un “imperio” malvado que no tolera ni la liberación de los pueblos ni la soberanía para elegir morirse de hambre, pero con la frente el alto.

Lo que antecede son hechos fácilmente verificables en todos los buscadores de Internet. En modo alguno pretenden establecer similitudes ni sugerir ideas ajenas a la constitucionalidad y la sujeción absoluta a la asamblea nacional constituyente que –si bien aún no se ha ocupado todavía en hacer una Constitución– al menos nos entretiene con fuegos artificiales que opacan el cuasi-default (o más que cuasi según quien opine).

Demás está afirmar –como lo hicimos la pasada semana– que no albergamos odio alguno contra nadie, ni propiciamos acciones o pronunciamientos que puedan desviarnos del rumbo del amor que desde Miraflores emana a raudales. Solo hay alguno que otro personajillo que amamos apenas un poquito menos.


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