La primera parte del título de este artículo no es un «contra-refrito» de aquel publicado por Nelson Araujo en Aporrea (05-09-2006). No habiendo espacio aquí para reproducirlo, sólo transcribiré la sentencia final: «¡No volverán!». ¿Cuántas veces Chávez y sus chavistas le gritaron, en diversas oportunidades y escenarios, a la oposición esas palabras? 

Marzo de 1942. General Douglas MacArthur: «El Presidente de los Estados Unidos me ordenó abrirme paso a través de las líneas japonesas y proceder (léase ‘escapar’) de Corregidor a Australia, con el propósito, según como yo lo he entendido, de organizar una ofensiva americana contra Japón, cuyo principal objetivo es el alivio de las Filipinas. Vine así, pero yo volveré». Fue en la estación Terowie, a unos 220 km al norte de Adelaide (Australia) a las 14:00 horas (2:00 pm) del 20 de marzo de 1942, cuando MacArthur hizo su primera declaración a la prensa australiana. Fue allí donde su más famosa declaración se efectuó: «Salí de Bataan y volveré», lo que significaba volver a invadir las Filipinas y derrotar a los japoneses. «We will come back». Regresó y venció.

Desconocida por la mayoría del pueblo venezolano de la época de la «cuarta república», esta frase fue retomada y dada a conocer en boca del fundador del partido Acción Democrática, Rómulo Betancourt, cuando declaró (en inglés), en ocasión, de la derrota de su partido, en las elecciones presidenciales de 1978, «We will come back» (frase tomada de la de MacArthur). En esa oportunidad Luis Piñerúa («yo sé que gobernar es difícil», decía) perdía frente a Luis Herrera. Para ese momento Henry Ramos Allup contaba con la edad de 35 años y Hugo Chávez Frías, 21 años. Y los adecos volvieron al gobierno.

Pasaron los años restantes de la cuarta república para sumergimos, luego, en la mega-locura política más grande que nuestro país ha tenido (El Nacional, 16-06-2012) en toda su historia, por culpa de AD-Copei-«Chiripero». Cierta vez, me encontré con Ramos Allup en una librería del libros usados, al este de Caracas (Las Mercedes). Sentado justo al lado del escritorio del encargado, con libros en la mano, me provocó reprocharle en su cara lo mal que lo habían hecho en funciones de gobierno; de lo contrario, no hubiera habido chavismo nunca. Pero me abstuve y no se lo dije. Yo lo miré, el me miró presintiendo que le iba a dirigir la palabra, pero yo seguí mi camino hacia las estanterías de libros.

Creo que sólo un milagro puede evitar la desaparición de la locura chavista y su regreso al poder, a menos que el chavismo sufra con honestidad (y no con trampas ni engaños «verborreícos») un proceso de profunda re-ingeniería ideológica, para lo cual no están preparados porque, hablando seriamente, nunca la han tenido. Más bien están llenos de hondas contradicciones y confusiones de todo tipo (lógicas, sicológicas, etc). Así lo están demostrando por sus reacciones mal-creadas y anti-democráticas frente a la derrota.

En ese transitar político por esa locura y delirio chavista, la oposición no le tocó otra cosa que unir fuerzas para sacarse a los chavistas de encima. La MUD, algunas veces referida sarcásticamente por el oficialismo como la «mesa de la ultra-derecha» (o burlado como el sonido de una vaca), fue el resultado y donde AD tuvo su rol protagónico con Ramos Allup a la cabeza.

Aunque pocas gobernaciones fueron obtenidas por la MUD, en pasadas elecciones, ahora es cuando la oposición, con el resultado del pasado 6 de diciembre de 2015, consigue obtener uno de los poderes públicos. En la Asamblea Nacional la oposición nunca le gritaron a la bancada roja, «¡Volveremos!», «¡Volveremos!», «¡Volveremos!». Más bien éstos le gritaban al unísono, «¡No volverán!», «¡No volverán!», «¡No volverán!».

Independientemente de las causas del triunfo del 6-D, AD volvió. Y qué ironía, ¿no? Si Ramos Allup llegare a ocupar la presidencia del poder legislativo éste estaría en manos, ni más ni menos, del mismísimo secretario general de Acción Democrática, por lo que las palabras de Rómulo Betancourt retumba en el más allá y en el más acá ahora. Ojalá que cuando Ramos Allup, o quien sea, se siente en la presidencia del poder legislativo, este 5 de enero de 2016, no diga públicamente que ahí huele a azufre. Sólo con la actuación esperada de la nueva asamblea nacional será suficiente para sacar silentemente los «malos olores» del recinto del hemiciclo del Palacio Federal. Y no me extrañaría que los «punto-fijistas», en el más allá, le estén diciendo a Chávez y demás compiches: «¡volvimos!», «¡ahora este gobierno sí va caer!», etc.

Icónicamente hablando, con Chávez muerto y Ramos Allup vivo, se abre, una nueva expectativa para el país, molido, machacado, pulverizado y estresado por el chavismo. En él, y en sus compañeros diputados, está en el que se vuelva o no a poner la «torta» como la que pusieron aquellos de la «cuarta república» y que le abrieron al paso al comandante que ahora comienza a ser olvidado, con su estela de desastre, tragedia, odio, etc. y que pudo habernos puesto al borde de una guerra civil. En el horizonte cercano aparecen las próximas elecciones para gobernadores y esto también estará en juego.

Finalmente, si el «we will come back» se aplicará a los venezolanos que se fueron del país, y que si hubieran estado aquí hubieran votado por la MUD, las declaraciones del co-fundador de Aporrea y miembro de Marea Socialista (El Nacional, 12-12-2015), según las cuales «la MUD no debe creerse dueña de esos votos, son prestados (sic)», no son tan válidas. Debo decir, al respecto, que la MUD sí es dueña de los votos de más de un millón de venezolanos que están en el exterior, por lo que los resultados, con esos votos prestados y no prestados, no hubiera sido más de 2 millones y medio, sino más o cerca de los 3 millones y medio. Aquí cabe otra ironía. Gracias a esos votos «prestados», el «we will come back» del «pitiyanki» MacArthur y del adeco Betancourt, también se aplicó a los miles de chavistas que regresaron de esa entelequia o fantasía «socialista» y votaron por un cambio,… por la MUD. ¡Bienvenidos amigos chavistas! Sus cabezas no «serán freídas en aceite»; no somos tan perversos como su desaparecido comandante, que los mareó cual niños «pobres» esperando los «Reyes Magos» o «San Nicolás» y que nunca llegaron. Los chavistas están cavando su propia tumba política: ¡no volverán! El «socialismo del siglo XXI» murió al nacer.


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