Una amplia votación en las elecciones regionales permitirá a la oposición ganar la totalidad de las gobernaciones. Así lo anuncian las encuestas. Esto significaría una derrota política clara para el “socialismo del siglo XXI”. Para ello es necesario vencer la abstención, que es el reto capital de la oposición en estos momentos. Lo contrario sería perder la oportunidad de demostrar que el gobierno ha perdido apoyo popular, que es minoría y que la asamblea nacional constituyente es producto de una emboscada constitucional.

La participación en el proceso electoral debe superar la tendencia abstencionista. Para estos fines se impone discutir en un plano de respeto sobre las distintas opciones para encontrar la mejor estrategia en el camino de recuperar la libertad. La postura abstencionista de un sector opositor se debe al sentimiento de frustración, en vista de la poca o nula confianza que inspira el Consejo Nacional Electoral. A esto se añade el abuso de poder que ha significado la imposición sin consulta popular de una asamblea nacional constituyente (anc: siempre en minúsculas). Una de las razones que invocan los defensores de la abstención es que participar en las elecciones y votar es convalidar la constituyente. Nada más lejos de la verdad: no es posible convalidar la anc porque padece de ilegitimidad de origen, ya que no fue aprobada por el pueblo. La participación de la oposición en el proceso electoral de este mes no convalida lo que no es posible ser convalidado. Por otra parte, la elección de gobernadores es un mandato y un derecho constitucional que nada tiene que ver con la asamblea constituyente.

La razón por la cual se van a celebrar las elecciones regionales es por la presión internacional. Gracias a ella la dictadura ha aceptado dialogar y fijar la fecha para estas elecciones. El reconocimiento de la realidad venezolana por la comunidad internacional no ha llegado de la noche a la mañana: es el resultado de meses de protesta democrática y de sacrificios personales. Las democracias occidentales no entenderían cómo después de lo sucedido se prefiere la abstención y no usar el mecanismo del voto, símbolo de las democracias.

La reacción emocional para tomar decisiones políticas tiene, las más de las veces, mayor peso que los hechos objetivos. El voto no es el único instrumento de la democracia, pero es fundamental porque es la manera como se expresa la soberanía popular. No podemos renunciar a votar; lo contrario es ir derecho a un fracaso y regalarle otro triunfo al socialismo castrista.

La debilidad electoral del gobierno se evidencia, entre otras cosas, en la tardanza del CNE a sustituir los candidatos opositores en las boletas de votación para ajustarlos a los resultados de las elecciones primarias. El único propósito de esta estratagema es confundir al elector y producir votos nulos que beneficiarían al PSUV.

Las elecciones regionales evidenciarán la ilegitimidad de la asamblea nacional constituyente y demostrarán también que el gobierno no cuenta con apoyo popular. Votar significará la derrota del madurismo y de su ilegítima asamblea nacional constituyente. El voto es un derecho y a la vez una obligación, al cual no podemos renunciar.


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