Es la más representativa y profunda conmemoración del cristianismo. Se inmortaliza y recuerda la muerte de Jesús de Nazaret. La Iglesia Católica ordena a su feligresía ayuno y abstinencia como penitencia, es momento de recordar que Jesús, con su abrumador sacrificio, nos trajo el perdón. La Semana Santa en general, el viernes de juicio, latigazos, corona de espinas, cargar la cruz y muerte, es día de solidaridad con el Hijo de Dios que se hizo humano para venir a sufrir por nosotros y, con su mensaje renovador y el sacrificio, a traernos esperanza, renovación de confianza, certidumbre y fe.

Es tiempo de reminiscencia, reflexión. El sufrimiento y fallecimiento no son motivos para inventar retórica frívola, distorsionadora de mentes, sino para sentarse a pensar en lo que hemos hecho mal y lo mucho que podemos hacer mejor, analizar con sentidos lavados de resabios lo que nos han querido hacer creer, lo que nos rodea en realidad y lo que quisiéramos que fuese nuestro país y la sociedad venezolana.

Ni siquiera es día de cavilar en lo que alguna vez fuimos o nos cuentan que fuimos, sino de grabarnos profundamente lo que debemos ser. Hoy se impone la remembranza y el análisis, pero también el compromiso y deber democrático republicano.

Estamos advertidos, nos lo han anunciado de mil maneras y, además, con exceso de adjetivos que como el tul envuelven las formas, pero dejan ver el fondo. Nos están planteando un nuevo engaño masivo. Un megafraude incivil y soez. Estamos al corriente de que los tiranos se vestirán de jurados y empuñarán liras para cantarle al incendio que provocaron, y nos invitan a glorificarlos, aplaudirlos, elogiarlos. ¡Habráse visto semejante sandez y estulticia! ¡Habrase visto tamaña perversión!

La obligación ciudadana es decidir si queremos ser parte de la malévola y satánica composición o ayudar para que se consuman en su fuego. Los volcanes gruñen anunciándose, pero no piden ni necesitan permiso para estallar. Huracanes y tifones oscurecen los cielos, estén más lejos o menos siempre llegan y arrasan. Los pueblos esperan, tragan mentiras, oyen desesperados y necesitados promesas majaderas populistas, castrocomunistas y socialistas, pero agazapados, tolerantes, pacientes, inconformes y sufridos aguantan hasta que se convierten en erupciones y tempestades, la historia de la humanidad está llena de estallidos.

Mientras algunos opositores oficialistas viajan, enuncian las mismas bobadas que ya nadie escucha, se reúnen, planean intereses y objetivos propios; el gobierno inventa, encarcela inocentes, inventa conspiraciones y engaña con bolsas de comida. Pero no a todos, solo a menos de 20% de limitados y desprovistos, en tanto hace cálculo de sus divisas y piensa cómo escapar de sanciones en busca de disfrutes tranquilos, mientras el país se deshace bañado por el corrosivo ácido revolucionario que algunos pretenden reivindicar con elecciones acomodadas, convenientes y amañadas.

Este viernes tenemos los venezolanos el compromiso de recapacitar. Los chantajistas de la falsa unidad indican soberbios que ocultar y callar es lo recomendable, alegando en su favor que no es el momento de criticar sino de sumar, y agregan insolentes pretendiendo arrinconar a los que levantan la voz, la mentira antidemocrática de que “le haces el juego al chavismo”.

Tras tantos años de intentos y fracasos ya no hay derecho a equivocarse, pero algunos alegados líderes siguen tercamente encerrados en hacerlo, continúan tropezando una y mil veces con la misma piedra socialista. Pero la realidad es que el esfuerzo de fondo lo hacen buscando un conveniente proceso electoral, infame e irrespetuoso de la voluntad popular; no porque votar para elegir sea malo, sino que acordarlo y defenderlo contrariando normas elementales de transparencia, equidad y justicia es un daño terrible para la democracia y libertad.  

Ante la cruz torturadora y asfixiante, este Viernes Santo y mañana, sábado de la paz del sepulcro, debemos taponar nuestros oídos a las canciones coloridas y falsas de gobernantes necios, incompetentes e incapaces, politiqueros cómplices y complacientes, políticos aliados cooperantes en la adoración al poder ensangrentado y corrompido, abrir las puertas de nuestra mente y corazón que nos insisten en cuál es el verdadero camino, el nuestro, el de cada venezolano, el del coraje, la rebelión pacifica, justificada y ética; no el del golpe de Estado innecesario que es cosa de violencia inconveniente y fue camino de los tiranos que hoy fracasan todos los días en los triunfos populares que prometieron, sino el nuestro, el camino limpio de nuestros objetivos.

El dolor fue la señal de apertura a la revolución grandiosa de la renovación espiritual que trajo al Hijo de Dios, no la muestra obligatoria del fiasco, desilusión, tretas y picardías de farsantes. Decidir por nosotros mismos, dejar de lado a los criminales bandidos del tesoro público, violadores de los derechos humanos; a quienes no saben cómo, ni quizás tampoco quieran detenerlos, es el comienzo del camino de la cruz hacia la gloria que Dios anhela, la que cada uno por sí y aliado con sus semejantes, ambicione alcanzar.

No el lejano cielo, que es sublime y patrimonio excelso de Dios, sino un país hecho por nosotros, que es cosa terrenal, del cual sentirnos orgullosos, vivirlo, disfrutarlo, criar y educar a nuestros hijos, motivar a los nietos, morir con la tranquilidad y certeza de que las futuras generaciones lo perfeccionarán de acuerdo con principios éticos, valores morales y buenas costumbres ciudadanas.

@ArmandoMartini


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