A estas alturas, el tema de la posible instalación de una base o complejo de apoyo aéreo para la aviación militar rusa y/o la construcción de un puerto de aguas profundas en la costa venezolana para uso de naves de guerra de aquel país está aún cubierto por una nebulosa de incertidumbre. Hay noticias de buena fuente que lo confirman (agencia oficial rusa TASS) y otras igualmente creíbles que lo matizan o lo niegan. A los efectos del análisis que sigue, partiremos de la base de que el asunto sí va ya que las implicaciones para Venezuela y la región –si en efecto así ocurriera– no pueden soslayarse.

Desde esta columna se ha insistido hasta la saciedad tratando de explicar que en el juego de los “pesos pesados” de la geopolítica mundial nuestro país es apenas considerado como un modesto peón de ajedrez al servicio de intereses de mucho mayor monta, aun cuando Maduro & Cía. pretenden señalar que se está en presencia de una alianza estratégica en la que la “revolución bolivariana” juega un papel central.

Es cierto que con la aparición de los misiles de alcance intercontinental la cuestión de las grandes bases militares distribuidas en el mundo ha disminuido su importancia, pero no es menos cierto que otros aspectos de la confrontación de Estados Unidos con Rusia y China tienen lugar en escenarios geoestratégicos alejados de los límites territoriales norteamericanos. En ese cuadro Estados Unidos parece llevar bastante ventaja al tener instalaciones militares en casi todos los puntos cardinales (Medio Oriente, Europa, Corea, el Pacífico, Japón, los países de la OTAN, Colombia, etc.) mientras que Rusia no dispone de una red tan completa como diversificada y China recién ahora está comenzando a incursionar en los mares asiáticos seguramente con planes de expansión. En consecuencia, luego de la crisis habida con Cuba en 1962, Rusia no ha podido poner pie en el continente americano pese a sus repetidos intentos. Cuando a través de Cuba iniciaron la construcción de una pista para grandes aviones en la isla caribeña de Grenada, Estados Unidos la invadió en octubre de 1983 dando al traste con el proyecto. Era presidente Ronald Reagan, del Partido Republicano, el mismo que llevó a Trump a la Casa Blanca.

La desesperante situación económica, social y humanitaria que aflige a la Venezuela de hoy provoca que Maduro se vea obligado a consentir cualquier petición a cambio del salvavidas que precisa sin importar en absoluto el marco constitucional vigente en el país. Es en esa simbiosis que se da la interesante oportunidad de provocar a Estados Unidos, exhibir que aún conserva el apoyo –cierto o interesado– de un actor fundamental de la escena internacional y de esa manera aspirar a garantizar la supervivencia de un régimen asediado ya desde todos los flancos. Es allí donde entra en juego el viaje de los bombarderos que recientemente visitaron fugazmente nuestro territorio, es allí donde entran los “ejercicios militares conjuntos”, es allí donde se lanza la campaña mediática que intenta convencer al mundo y a los venezolanos de que las presiones ejercidas por un sector numérica, económica y militarmente relevante del mundo “jamás logrará doblegar el legado del Comandante Galáctico”. ¡Yo te aviso Chirulí! Lo que sí es probable es que estos acontecimientos traigan consigo una inquietud y desestabilización a toda la región.

Ya la semana anterior recordamos el desenlace de la crisis de los misiles en 1962 cuando el tema se resolvió entre Kennedy y Khruschov sin la menor intervención de Fidel Castro, en cuyo patio se desarrollaba la instalación de cohetes con capacidad de atacar las costas norteamericanas desde tan solo noventa millas de distancia. En esta misma semana el presidente Trump ha decidido retirar las tropas norteamericanas que aún quedan en Siria, desistió del intento de tumbar al dictador sirio Al Assad y tácitamente consintió en dejar aquella área de influencia a Rusia que –hasta ahora– venía sumando mayor puntaje en esa lidia. ¿Sería insólito acaso deducir que tal intercambio de áreas de influencia fuera a incidir en la suerte del inefable Nicolás y su languideciente revolución dejándolo colgado tan solo de la brocha? El cambalache pudiera tener sentido. Trump y Putin pudieran acordar que “yo te dejo tranquilo en tu área de influencia (Siria, Ucrania, Crimea) y tú haces lo propio en la mía (el continente americano)”.

Algunos dictadores fueron eficientes en exprimir eficientemente a sus mecenas del entonces mundo bipolar: Nasser, Tito, Sukarno, Castro, etc. No pareciera que pollinos de escasa sagacidad para jugar en escenarios macro, como son hoy Maduro, Ortega y Cía., puedan obtener los beneficios para sus pueblos que aquellos personajes pudieron extraer en su tiempo y sí pudiera resultar en que nos dejen una herencia cuyo peso requerirá del esfuerzo de generaciones para compensarla.


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