El país asiste atónito al degradante espectáculo de la sumisión y capitulación de la “nomenklatura” gobernante ante otros países, especialmente ante Cuba. Asimismo, presencia, con asco, el grado de envilecimiento que existe en el interior del régimen que mal gobierna y el nivel de deterioro al que lo han llevado los auténticos apátridas. El usurpador de Miraflores grita y vocifera impunemente sus vilezas y acusaciones, traiciones, conspiraciones y delitos de personeros de la oposición, pero oculta la existencia de un poder, no el nominal que dice detentar quien usurpa la Presidencia, sino del poder real, que ejercen en la sombra individuos e instituciones íntimamente vinculados con el nauseabundo “proceso” y que influyen decisivamente, para mal, en el curso de los acontecimientos. Lo que el común de la gente intuía, desde hace mucho tiempo, fue ratificado y lanzado a los cuatro vientos por el Informe Bachelet, y un abismo de desconfianza se abrió frente a todos: la comunidad internacional, los que creen en la perversa utopía y quienes somos disidentes.

El tiempo de los secretos del régimen llega a su fin. Con el referido informe de la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas aparecieron muchas y nuevas revelaciones que hizo saltar por los aires las tapas de la gran cloaca en que las bandas de burócratas facinerosos han convertido al poder en Venezuela. La sospecha se ha instalado entre nosotros y nadie es capaz de poner las manos en el fuego por ningún miembro del funcionariado gobernante. Es el signo de estos tiempos en los que el ciudadano se siente indignado ante tantas mentiras y engaños de los segundones del que se fue. El país sabe que lo que se ha develado no es más que el introito del desmoronamiento de un tinglado construido con las endebles bases de grandes patrañas, embustes y falsedades. Dos y dos siempre suman cuatro y un animal que maúlla, ronronea y caza ratones es un gato por más que se empeñen en decirnos, los asesinos de la historia, que es un conejo. Pero no se contentaron con patrocinar y cimentar una falsa democracia, sino que, además, crearon mecanismos arbitrarios e ilegales de represión y censura a gran escala, destinados a controlar, silenciar y destruir cualquier indicio que pudiera llevar la verdad a los millones de seguidores y disidentes del régimen.

Lo que acontece en Venezuela no son situaciones esotéricas; se trata de hechos fácticos conocidos pero que no había sido posible difundirlos con el ropaje de la verosimilitud que ahora tienen. La visión del ejercicio del poder del chavismo-madurismo ha estado siempre basada en el fraude y la intriga.

George Orwell supo ver en su obra 1984 que quien tiene la capacidad de alterar la historia domina de facto la visión del mundo que tiene la población.

Solo queda a modo de conclusión reproducir una frase del Evangelio: “Los pongo en guardia contra los falsos profetas que vendrán a ustedes vestidos de oveja, mientras por dentro serán como lobos rapaces. Por sus obras los conoceréis”.


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