“Gobernar con la Constitución desacreditada lo rechazarán los pueblos…, dar yo mismo un código provisional, no tengo facultad para ello…, al hacerlo me llamarían con razón déspota… gobernar sin Constitución y según mi voluntad me acusarían de haber establecido un poder absoluto…, declararme dictador, no lo puedo, no lo debo ni lo quiero hacer”. Simón Bolívar

Una de las mejores definiciones del Libertador la expresa Jorge Basadre, historiador y político peruano: “La autenticidad del genio de Bolívar está en su polifonía. El guerrero, el hombre de sociedad, el orador, el escritor, estaban ligados en él al político, al legislador, al forjador de amoríos. Y siendo bastante lo hecho y conseguido, no se contentaba con ello: era siempre una semilla apasionada de sueños y de grandezas”. También y quizás exageradamente, el escritor y político venezolano Rufino Blanco Fombona señaló en 1920: “A Bolívar no se le puede ver por encima del hombro ni como general, ni como estadista, ni como escritor, ni como legislador, ni como tribuno. Bolívar es uno de los más complejos y hermosos especímenes de la humanidad”.

Bolívar fue un amante de la libertad y tras el fracaso de la Convención de Ocaña, le confía a su edecán que no se podía gobernar con la Constitución de Cúcuta, «carta usada, despreciada y vilipendiada»; gobernar sin Constitución era lo peor, no solo para el pueblo sino para el que se halla a la cabeza; aunque tenía predilección por la Constitución de Bolivia, no podía darla a los pueblos sin que estos la pidiesen; su situación era difícil pero nada haría sin aconsejarse con los hombres patriotas y de luces… la Convención ha anulado la Constitución al declarar su reforma… Me encuentro en una posición quizá única en la historia…, gobernar con la Constitución desacreditada lo rechazarán los pueblos…, dar yo mismo un código provisional, no tengo facultad para ello…, al hacerlo me llamarían con razón déspota… gobernar sin

Constitución y según mi voluntad me acusarían de haber establecido un poder absoluto…, declararme dictador, no lo puedo, no lo debo ni lo quiero hacer…”. Al día siguiente partió de viaje.

Los párrafos anteriormente indicados, nos presenta a un Simón Bolívar amante de la paz y libertad con las cuales soñó y logró independizar de la Corona española a su patria, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Hasta el último momento de su muerte en su última proclama el 10 de diciembre, que más que una proclama pareciera la despedida de un reo condenado a muerte:

“He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono. Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales. ¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.

El único Bolívar soberano es el Libertador, tantas veces ultrajado por quienes se rasgan las vestiduras y se proclaman bolivarianos, bajo el ropaje del socialismo del siglo XXI, marxista y mal llamado bolivariano. Su nombre lo han utilizado como una franquicia para hacer y deshacer a su antojo cuanto han querido. La moneda que lleva su nombre la han devaluado tantas veces, que hoy por hoy Venezuela está a la par de Zimbabue, país africano con la más alta hiperinflación del mundo.

El denominado “paquetazo económico” de Nicolás Maduro, producto de la torpeza, ignorancia e improvisación, lejos de solucionar el grave problema que agobia económicamente a la nación, y con ella a quienes habitamos en su espacio geográfico, generó desasosiego, intranquilidad y angustia, pues la estrategia no persigue sino el perverso propósito de dominar y doblegar a una sociedad con el objetivo de perpetuar el modelo chavista-madurista en el país, con un mensaje populista y demagógico en los estratos populares, en los que la ideologización de la educación ha retrocedido sustancialmente.

La crisis económica, política y social que se vive en Venezuela obligó a más de 3,5 millones de venezolanos a abandonar la patria. En el año 2015 cerca de 1, 6 millones migraron. Sin embargo, estadísticas recabadas por la Universidad Central de Venezuela que se ocupa de la diáspora, indica que 3,8 millones de personas han dejado el país desde que el revolucionario

socialista Hugo Chávez llegó al poder, en 1998. En términos de cantidad, la migración de venezolanos ya ha superado el éxodo de cubanos después de la revolución de Fidel Castro que derrocó al dictador Fulgencio Batista. Cerca de 1,4 millones de cubanos abandonaron la isla rumbo a Estados Unidos, mientras que otros 300.000 se trasladaron a América Latina, el

Caribe y Europa, según Migration Policy Institute, con sede en Washington. Pero ese éxodo se dio en seis décadas, no en cuatro años. “El fenómeno se podría comparar únicamente con la crisis de refugiados en Siria” , cuya cifra alcanza a 5,6 millones de exiliados.

Jean d’Ormesson, define la ineptitud como ineptocracia , es decir, “el sistema de gobierno en el que los menos preparados para gobernar son elegidos por los menos preparados para producir, y los menos preparados para procurarse su sustento, son regalados con bienes y servicios pagados con los impuestos sobre el trabajo y riqueza de los productores …”.

¡Cualquier semejanza con el régimen de Maduro no es coincidencia! Han debido transcurrir veinte años para que el país despierte como consecuencia de la hambruna y miseria jamás experimentada, y que otrora fuera modelo del desarrollo en el continente y el mundo, como en algunas ocasiones lo reseñaron los medios de comunicación internacionales, los mismos que hoy recogen en sus páginas la dolorosa tragedia que vive el pueblo venezolano.

@_toquedediana // [email protected]


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