En un evento llevado a cabo en septiembre de este año en el Instituto Tecnológico de Monterrey, Ciudad de México, fue presentado en alianza con el Institute for the Future of Education,  Google Cloud, el Inter-American Development Bank Lab y Edi (Educación + Innovación + Capital @LATAM) usando como plataforma a HolonIQ una red global de tecnología de investigación avanzada en la cual reconocieron que  la adopción y transformación digital es el mayor desafío contemporáneo de la educación superior, por lo que desarrollar habilidades digitales es fundamental y lo recomiendan frente la importancia que tiene para las universidades. Afirman que su acceso debe de ser prioridad, especialmente frente a la significativa baja en la inscripción de estudiantes, limitaciones financieras y las  necesidades cambiantes de la fuerza laboral.

Frente a este panorama, ampliamente compartido y propuesto algo antes de este evento por el suscrito, dentro del marco de la necesaria transformación universitaria se destaca el tema que los egresados universitarios por lo general no tienen las competencias requeridas para hacer el trabajo que solicitan las empresas cuya demanda es creciente en actividades y tareas que no están en los planes curriculares universitarios. Se deriva de este planteamiento la necesidad de abrir una ventana a la juventud mediante programas alternativos que permitan sistematizar las actividades de formación y de adquirir las habilidades gerenciales y administrativas dentro del contenido de un buen diseño curricular que se adapte a las condiciones académicas de la institución, por supuesto, considerando la obsolescencia de los conocimientos que tienden a cambiar con la dinámica laboral y el uso de nuevas tecnologías lo cual sugiere adoptar la flexibilidad necesaria,

La educación universitaria actual está totalmente reglamentada, es rígida lo cual es un obstáculo para el aprendizaje personalizado, aun a pesar de los programas de educación continua que no tienen validez académica, pero que los programas de Diplomados o Cursos de Ampliación sí lo tienen y pueden insertarse en los planes formales de estudios académicos, obviamente si responden a un diseño curricular adecuado, de esta manera concebir a la educación como un ecosistema y por ende permite ofertas, plataformas y demandas especializadas para salvar las barreras interinstitucionales.

Como contribución tecnológica dentro de los presupuestos y de la infraestructura para alcanzar la accesibilidad se requiere un modelo multimodal de aprendizaje presentado en distintos formatos para el entrenamiento, ajustando los perfiles a las habilidades y tareas requeridas. Las certificaciones diseñadas en un plan de estudios enmarcado en proyectos personalizados de aprendizaje usando técnicas adecuadas permite estimular las iniciativas incluyendo métodos disruptivos accesibles y ágiles para estudiantes formales y no formales dentro de un modelo a lo largo de la vida que apoye a quienes no pueden alcanzar altas cualificaciones o que simplemente desertan. El desarrollo de programas de formación y de capacitación para contribuir con la fuerza de trabajo mediante credenciales alternativas es una posibilidad, ajustar su complejidad y finalmente reconocer los créditos académicos correspondientes. La velocidad con que respondan las universidades a estos retos requerirá de un cambio y transformación en los enfoques de la dirección universitaria.

Es necesario destacar el tema que corporaciones o instituciones ofrecen al mercado estudiantil cientos de miles de programas de formación donde buena parte de ellos son dictados por organizaciones calificadas y personal idóneo en los procesos de formación profesional. Estos programas dinámicos son ofrecidos dentro de una dinámica de cambio con aplicaciones importantes y muchos de ellos, son de corta duración, baratos y de gran calidad concluyendo con certificaciones que permiten trabajar. Destacan en ese portafolio las nuevas tecnológicas informáticas y de desarrollo del capital humano, incluso, la construcción de redes académicas que posibilitan el intercambio, la investigación y por supuesto de experiencias comprobadas. Ello sugiere la selección profesional de esos programas, evaluación e integración con el sistema formal de la educación superior y su reconocimiento mediante la tradicional alianza mediante convenios, que deben de dejar de ser propaganda de las instituciones y darles practicidad a sus contenidos reglamentarios los cuales privan la accesibilidad y la instrumentación de programas y cursos, de manera que es necesario incorporar una visión incluyente a lo largo de la vida que guíe a un desarrollo personal y profesional pleno y en constante actualización.

Tomando en consideración la visión interna de la universidad, las facultades, direcciones y departamentos sus unidades tradicionales especializadas deben abrirse a la transversalidad, muy especialmente hacia los programas básicos que toman al menos dos años de carrera para centrarse en sus propias  competencias usando modelos pedagógicos de equipos combinados, es decir en línea y presenciales incluyendo o combinando la ciencia dura con las humanidades y ciencias sociales sin dejar de lado  el emprendimiento y sus resultantes de formación en dirección y gerencia técnica. Si a este enfoque lo articulamos dentro de los lineamientos universidad-comunidad-empresas públicas o privadas, la interacción estudiantil en el campo de acción de esa relación permite una contribución directa a la productividad y por supuesto crecer en las aplicaciones profesionales.

Una extraordinaria propuesta ha sido la del instituto norteamericano, MIT con una estructura curricular que permite la formación sin clases tradicionales sino mediante la inserción de sus estudiantes que involucran trabajo directo en empresas y comunidades las cuales contribuyan con el desarrollo de la investigación y la innovación en ciencia y tecnología con aplicaciones directas e impactantes. Es claro que el tema no deja de inducir al cambio y a la resistencia interna, pero todo hoy en día evoluciona, incluyendo las grandes corporaciones que mutan no solo en su visión, sino misión y objetivos, lo cual no es óbice para que las universidades experimenten transformaciones de gran alcance. Este enfoque comienza a tomar forma en algunas universidades dentro del marco de una universidad para el futuro, en efecto, sus carreras comienzan a revisar su estructura curricular mediante esquemas flexibles basados en proyectos que incluso obtienen beneficios importantes para liberarse del control oficial que por su condición de proveedor de recursos se siente con el derecho de intervenir en su autonomía universitaria.

Cada día aparecen nuevos  esquemas que favorecen un cambio  de paradigma ajustado a los nuevos tiempos y de importantes cambios  tecnológicos  en una sociedad cuya complejidad social  es creciente y de avances en la ciencia inimaginables hace poco tiempo y, que incluso han logrado democratizar la investigación mediante la construcción de redes de investigación que han provocado un filtro de trabajos inútiles o repetitivos por nuevos enfoques cuya sinergia ha potenciado la investigación acelerando las innovaciones y el avance de la ciencia y sus aportes a la sociedad.

Una de las publicaciones más recientes de Ryan Craig, uno de los  pensadores más importantes reflexivos ante el futuro argumenta que las universidades necesariamente deben reforzar los  postgrados  como instrumento de desarrollo, innovación y transformación para sus propias instituciones con credenciales que permitan el reconocimiento  de los sectores oficiales y empresariales  cuya inserción  en proyectos colaborativos aborden los problemas reales no solo de las organizaciones sino  de la misma sociedad con soluciones de gran impacto que les permita a su vez crecer en todas las dimensiones, cognitivamente, social, ética y  personal.

Conocemos que nuestras instituciones universitarias pueden ser de larga trayectoria, impersonales por su tamaño, burocráticas en el sentido weberiano, con rígidas estructuras organizacionales y división departamental, con jerarquías meritocracias  exigentes, con regulaciones altamente restrictivas, pero su capital humano, especialmente docente y de investigación luchan contra la racionalidad burocrática infundiendo  creatividad, y un sentido de formación y de la investigación que va más allá de proveer educación para alcanzar un  título o diploma para sus estudiantes, e incluso para ellos mismos. Esa poderosa fuerza de cambio comienza a gestarse con miras al futuro de las universidades, y por qué no, del globo.

 


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