Los que envejecimos bajo el desgobierno del teniente coronel  ̶ aquel orate redomadamente mentiroso que conversaba con el Libertador o Jesucristo y se jactaba de ser inmortal̶ ̶ , las esperpénticas acciones del actual presidente español nos causan cierto repelús y hasta un poco de aburrimiento por el continuado déjà vu.

Aquel era un mago de la travesura y la maldad y no necesitaba a un Iván Redondo que le pusiera lentes oscuros o le fotografiara las manos; era un maestro de la amoralidad, cultivada con esmero año tras año; este, sin embargo, parece un torpe discípulo del inefable Zapatero que se esconde tras sus apuntes cuando alguien lo enfrenta y le da la cara. Pero no nos engañemos, este otro es tan malo como aquel y hará tanto daño a su país como el que hizo el milico al suyo, que ya es mucho decir. No en vano ya se oyen en España las mismas frases que un día se oyeron en nuestra otrora tierra de gracia, como aquella de «con mis hijos no te metas» ̶ queja repetida hasta la saciedad cuando comenzaron a apropiarse de la  educación de los párvulos venezolanos ̶ , o esa otra de “y no pasa nada”, para señalar la perplejidad y paralización de la población ante la avasallante bellaquería gubernamental .

Un supuesto régimen de hombres libres e iguales (o régimen democrático) supone cierto fair play o juego limpio ̶ una especie de imperativo categórico kantiano que todos convenimos adoptar ̶   en el cual los diferentes actores sociales deben respetar no solo las leyes sino ciertas normas no escritas (de buena fe, de no agresión y respeto mutuo) que hacen que las cosas funcionen como una máquina engrasada, como un tren que corre por esas vías establecidas para su buen funcionamiento.

Aquellas costumbres que los griegos llamaban ethos y los romanos moris (o ética y  moral, para que nos entendamos) eran hábitos, usos y prácticas que el tiempo había probado como necesarias para la buena marcha de la sociedad. Cuando en este mecanismo entra por casualidad alguien que se salta estas reglas implícitas y no cree en el juego justo, el dispositivo se vuelve loco y se descontrola, pues mientras las demás piezas pretenden hacer su trabajo, el elemento extraño se atraviesa en los dientes de los engranajes, los cuales no volverán a encajar entre sí hasta no expulsar al extraño.

Uno de los grandes problemas que tiene España en estos momentos (y que nosotros también tuvimos en su oportunidad) es que la mayoría de los medios se han puesto de parte del inquilino de La Moncloa por el odio que profesan a  lo que ellos llaman la “derecha”, justificando todo lo injustificable, sin percatarse de que cuando el mecanismo se rompe, se rompe para todos, sin excepción. Algunos antiguos dueños de medios en Venezuela pueden dar fe de esto último.

En fin, el señor Pedro Sánchez estuvo en la ciudad de Davos haciéndose el suizo y vendiendo humo a los pocos que deseaban oírlo. Allí se reunió con varios presidentes latinoamericanos para colaborar, según dijo, con la solución del problema venezolano y llevarnos a unas “justas” elecciones. Sin embargo, no quiso reunirse con Juan Guaidó, irrespetando su investidura y a todos sus representados y votantes. Espero que finalmente, cuando este artículo se publique, haya tenido la cortesía de dialogar con él en Madrid.

Mucho me temo, sin embargo, que no será así y que recalcará esa posición ambivalente  que ha tenido su gobierno en los distintos foros internacionales, la cual pasa olímpicamente de los sufrimientos de la nación venezolana. Y es que si antes existía por parte de este una actitud funambulesca a través de la cual se ignoraba deliberadamente el Informe Bachelet y la poca legitimidad del gobierno de Maduro, ahora, asociado a los comunistas de Podemos, el apoyo al gobierno venezolano  ̶ el gran benefactor de aquellos ̶ seguramente será más directo y sin tantos rodeos, como ha quedo demostrado con el descarado recibimiento que le ha dispensado en el aeropuerto de Barajas el señor José Luis Ábalos (segundo de Pedro Sánchez) a Delcy Rodríguez, a pesar de que esta tiene prohibida la entrada en suelo europeo.


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