Las únicas dos veces que la oposición venezolana fue a procesos electorales con una sola tarjeta y con candidatos escogidos mediante elecciones primarias o por consenso obtuvo magníficos resultados.

En el año 2013, en las elecciones presidenciales, Capriles casi le ganó a Maduro. Muchos sostienen que realmente ganó, pero tal cosa no se pudo comprobar porque el CNE impidió que se revisaran los cuadernos electorales, porque la trampa no está en las máquinas sino en las papeletas de personas que tienen más de una cédula de identidad y votan varias veces, y en los muertos que siguen metiendo papeletas en las urnas electorales y digitando las máquinas de votación; acciones solo comprobables mediante los cuadernos de votación, a los que la oposición nunca ha tenido acceso.

Luego, en 2015, en las votaciones parlamentarias, la oposición, igualmente unida y con una tarjeta única, obtuvo una aplastante victoria sobre el chavismo y se aseguró la mayoría calificada en el Parlamento.

De allí en adelante cayó en la trampa oficialista, orquestada por el CNE, de tener que validar las tarjetas de cada partido e ir con ellas a las votaciones en forma separada, perdiéndolas todas por paliza. La causa de esos resultados, más allá de otras razones que pudieran esgrimirse, es muy sencilla: los chavistas descontentos votan contra el gobierno, pero no lo hacen con la tarjeta de un partido político en particular, sino con la tarjeta genérica de unidad nacional. Es una cuestión lógica y de principios, aunque muchos crean que quienes votaron alguna vez por Chávez no tienen ni principios ni lógica.

Hoy, con todo y que el gobierno está como loco, adelantando las elecciones, otorgando y exigiendo para todo el carnet de la patria, utilizando las bolsas de comida para comprometer a los votantes, otorgando “bonos de guerra” y repartiendo dinero a manos llenas (dinero inorgánico, como sabemos), es tanto el rechazo que tiene que le sería imposible ganar las elecciones si la oposición acude a ellas unida con una sola tarjeta y un solo candidato.

Pero ya por allí anda Acción Democrática diciendo que nadie puede negarle el derecho de revalidar su tarjeta e ir a las elecciones separadamente con ella. Su derecho lo tiene, pero lo que no tiene es razón para exigir ese derecho en las actuales circunstancias.

Acción Democrática tiene mucha responsabilidad en todo lo que nos está pasando, porque gobernaron este país en cinco oportunidades durante la mal llamada cuarta república (1958-1998). Fueron veinticuatro años de gobierno (restándole el año que le quitaron a Carlos Andrés Pérez en 1993). Durante ese tiempo el partido Acción Democrática fue incapaz de fortalecer la democracia para resistir acechanzas como la de Chávez y su combo, por no haber podido superar las lacras del populismo, el clientelismo político y el rentismo petrolero. De manera que no debería arrogarse tanta soberbia como se le ha notado últimamente.


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