Algún día tenía que pasar y por fin sucedió. Un detalle de la conversación de los tres ocupantes de la mesa de al lado nos hizo ver lo equivocados que están quienes confían el conocimiento absoluto al fenómeno invasor conocido como Internet. Estábamos sentados a la mesa unos amigos y yo hablando de trivialidades en un establecimiento del centro de la ciudad cuando alguien de la mesa vecina opinaba en voz alta sobre un tema de actualidad muy controvertido. El individuo quería hacerse oír de tal modo que nos fue imposible desconocer sus manifestaciones. Vamos, que nos empujó a participar pasivamente en su conversación. En medio de la charla informal, uno de los tertulianos dio un argumento que pareció convencer al que ejercía de líder, a lo que este respondió de inmediato “touché”.

Uno de los vecinos comentó que el término era un préstamo del francés y que se utilizaba en la disciplina deportiva de esgrima en el momento en que uno de los espadachines era alcanzado por el florete o sable del oponente. Explicó, en realidad nos explicaba a todos los presentes en el local, que la exclamación “touché” significa también “ser tocado” por el adversario en un sano combate dialéctico. El compañero de la mesa de al lado siguió con su exposición añadiendo que soltar “touché” en una conversación es una señal de elegancia.

No acabó ahí la cosa. Otro de los conversadores de la mesa vecina dijo conocer un tercer significado del vocablo galo. Según él, la expresión francesa podía referirse a un «lugar encantador e íntimo». Los más descreídos lo negaron hasta que, finalmente, hubo risas. El nuevo significado resultó ser erróneo. El origen de la confusión fue el comentario escrito por un cliente en la página web de un restaurante de la zona llamado “Touché”. El motor de búsqueda recogió esa calificación positiva en el dispositivo móvil del incauto tertuliano.

El actor y comediante neoyorquino George Dennis Carlin dijo en una ocasión algo que merece la pena recordar: “No solo enseñes a tus hijos a leer, enséñales a cuestionar lo que leen, enséñales a cuestionar todo”. Creo que tiene razón. Porque sin descartar las ventajas de las nuevas tecnologías, sería bueno aprender a respetar el conocimiento que guardan los libros y las enciclopedias de papel.


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