Obviemos por un momento las malas noticias, las despedidas y la incertidumbre del próximo reencuentro con nuestros afectos. Pensemos en lo positivo, en lo que suma, en lo que nos enaltece como venezolanos. Eso que tratamos de rescatar todos los días y que unos pocos se empeñan en terminar de destruir.

Requiere de mayor esfuerzo, pero veamos lo bueno. Hemos llegado a cada rincón, Venezuela está en el mundo entero. Pronto –si no ocurre ya– será parte de nuestra cotidianidad escuchar sobre un neoyorquino que comió cachapa por primera vez, o un danés que se casó con una maracayera después de enviudar, o una caraqueña en Austria que abrió una escuela para enseñar a bailar salsa, o una actriz nuestra que inauguró una compañía de entretenimiento para niños en Miami. Y estas historias se multiplican todos los días.

Llegará un momento en que todos tendrán algo de venezolano. Seguirán naciendo hijos nuestros con mexicanos, colombianos, españoles, franceses, indios, rusos, australianos, filipinos. El ADN  de aquí se está mezclando como nunca antes en la historia. No tendrán una cédula de identidad que empiece por V, pero comerán arepa con queso blanco, sabrán quién fue Simón Bolívar, Simón Díaz, Jesús Soto, Margot Benacerraf; reconocerán en fotos la inmensidad del Ávila, el Salto Ángel, el puente sobre el lago de Maracaibo, nuestras playas. Probablemente nunca en su vida visitarán este país, pero sin duda nosotros nos encargaremos de que Venezuela viva en ellos, y en los hijos de sus hijos.

Repito, durante este tiempo que nos tocó vivir démonos a la tarea de rescatar lo bueno. Mientras esperamos que pase lo malo. Pero que la espera no sea de brazos cruzados, seamos portavoces en el mundo de lo que sucede en nuestro país hoy, y recibamos con los brazos abiertos a los que siguen decidiendo reescribir su historia.

¡Viva Venezuela libre!

Twitter: @sebasmarcano


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