“Sin propiedad privada no existe libertad, me acordaba perfectamente de esa frase y me preocupaba la idea de quedarme y olvidarla (…) lo más peligroso era que si me quedaba, un día no me acordaría del otro yo que hasta hacía poco tenía la fuerza y la voluntad de protestar (…) un momento en el que no protestaría frente a algo que consideraba absolutamente inhumano, contrario al pueblo y contrario al individuo, y en ese caso moriría en medio de una miseria mayor que las víctimas que perecían en los campos y que al menos podían, hasta su último minuto de vida, odiar a los que estaban torturándolos y aniquilándolos…”. Tierra, Tierra, Sandor Marai

Sandor Marai, periodista y escritor húngaro nacido en el año 1900, en los años veinte vivió en Alemania y Francia por ser crítico del gobierno del simpatizante fascista Miklós Horthy; a comienzos de los años treinta regresó a Budapest y en plena Segunda Guerra Mundial volvió a ser crítico de los fascistas y los nazis; finalmente, abandonó de forma definitiva su país cuando el ejército soviético invadió Hungría. La mitad de su vida vivió bajo regímenes totalitarios y ello es más que evidente en su obra.

En la Venezuela de hoy no podemos más que sentirnos identificados con la obra realista y descarnada de este autor húngaro.

Todos los días ocurre algo que te impulsa a preguntarte hasta cuándo podrás resistir en este país sin convertirte en alguien que no eres.

A título de ejemplo, recientemente hemos visto fuertes acusaciones a figuras públicas de ser “enchufadas” y estar vinculadas con altas autoridades del régimen. En algunos casos es evidente el vínculo; en otros casos no lo es tanto y en otros tantos la acusación es infundada.

Como abogada debería decir que la determinación de responsabilidades y sanciones de todo acto de corrupción, por actuación u omisión, corresponde luego de un debido proceso e investigaciones. En estos casos, no todos serán sancionados porque ello dependerá de las efectivas posibilidades de probar el hecho.

Nunca conoceremos con certeza a todos los responsables de los actos de corrupción del régimen, y en consecuencia, a los cómplices de una las peores crisis humanitarias del país. La connotación que quiero darle a estas ideas es fundamental porque no se trata solamente de la afectación del patrimonio público, sino de la pérdida de vidas humanas que pudo ser evitada.

La imposibilidad de sancionar a todos los responsables no solo se debe a la poca transparencia que ha caracterizado estas dos últimas décadas, sino a que el régimen (este antisistema) está pensado de tal forma que nos ha convertido a todos en deudores éticos, ¿hasta dónde llega la responsabilidad de cada uno en el sostenimiento de un régimen así?

Con todas las medidas económicas que se han venido aplicando desde el año 2003 es imposible que nuestra vida no esté subsidiada por el Estado de forma directa o indirecta.

Aunque desde otro punto de vista la película La vida de los otros muestra justamente cómo un régimen totalitario afecta todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.

La película, ambientada en los últimos años de la República Democrática Alemana (Alemania Oriental), muestra el control ejercido por la policía secreta (Stasi) sobre los círculos intelectuales. En este contexto podíamos ver funcionarios de la Stasi convencidos del régimen; actrices que se venden o venden a sus seres queridos a funcionarios del régimen para que su carrera no se vea truncada; intelectuales que en un principio asumen posiciones conformistas hasta que se ven cercanamente afectados. Todos de una u otra manera le terminan debiendo su vida (deudores éticos) al régimen.

No obstante lo anterior, frente a un régimen como el actual cada uno es responsable (uno de los principios del liberalismo) de no caer en ese ambiente descrito por Sandor Marai y con el que inicio estas ideas. Somos responsables de seguir con nuestros proyectos de vida y seguir con lo que tenemos certeza depende de nosotros. A cada uno de nosotros nos corresponde evitar ese “…momento en el que no protestaría frente a algo que consideraba absolutamente inhumano, contrario al pueblo y contrario al individuo”.

No somos pocos los que pensamos así. Somos muchos más que los cómplices de la situación actual. Estas líneas las pensé y sentí para aquellos que en estos cuatro años y medio me han acompañado en este doloroso camino que es vivir en este país y seguir amándolo, a pesar del socialismo que lo embarga desde hace dos décadas.


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