Este diciembre de 2018 amanece con una luz propia, diferente a la del resto del año y diferente también a la de otros diciembres. Anima constatar en el ambiente algo que podría verse como el anuncio de un renacer, un aire de esperanzas nuevas o renovándose.

El reciente encuentro del Frente Amplio Venezuela Libre se suma a las manifestaciones que desde muchos sectores de la sociedad venezolana vienen dándose como señales de una posición colectiva no solo negada a la rendición, sino capaz de alimentar un principio de esperanza, frágil todavía, que comienza ya a construirse bajo la forma de organizaciones, equipos de trabajo, iniciativas, voces que se alzan, proyectos que se presentan, propuestas que se discuten.

Si se atiende al documento presentado en el Congreso del Frente Amplio Venezuela Libre se observa el acento en la participación ciudadana para la fijación de objetivos, en la necesidad de accionar decisiones desde un consenso amasado en el debate, en la obligación de organizar las fuerzas democráticas que componen la sociedad venezolana y de plantear las líneas estratégicas de una lucha necesaria por el cambio exigido por los ciudadanos. Si hubiera que resumir la convocatoria podría hacerse con cuatro verbos de acción: organizarse, comprometerse, animar a la comunidad, construir una estructura organizativa funcional y efectiva.

En momentos así el futuro de una sociedad se define por la capacidad de sumar de sus ciudadanos. La diferencia entre una sociedad que se consolida y otra que se desintegra es, con toda seguridad, la capacidad de su gente, de cada persona, para sumar, para ser parte de un gran empeño, para aportar tiempo, talento, voz, trabajo.

Sumar, en este contexto, significa generar ideas, soluciones, apoyos, factores de entusiasmo. Significa interesarse, informarse, comunicar, discutir, difundir, opinar, desplegar optimismo, animar las redes, siempre con respeto por el otro y por la verdad. Cuando la voluntad es sumar no importa la dimensión del aporte, importa la actitud. Importa cada unidad de optimismo, de confianza, de resiliencia, de capacidad de acción, de comprensión frente a los resultados que no pueden ser siempre inmediatos. Importan menos las diferencias y más la voluntad de complementarse. Suma el que se esfuerza por entender, el que asume la posición que la sociedad le reclama, el que es capaz incluso de hacerse al lado cuando se considera lo conveniente para el bien colectivo. Sumar, en definitiva, es una actitud afirmativa frente a vida y frente al destino de un país o de un proyecto.

Restar, por lo contrario, es la negación. Resta el derrotismo, el conformismo, la desconfianza sistemática, el desinterés, la renuncia a pensar o actuar, el dejar que sean solo los demás quienes asuman las responsabilidades, reservándose el derecho de criticar e inculpar. Resta la pasividad, el pesimismo, la postura negativa, el ataque personal, la crítica como forma de evasión, el sectarismo, el rechazo a quien piensa de modo diferente, la negligencia o la abstención. Resta el personalismo, el partidismo, los recelos, el uso irresponsable o interesado de las redes para difundir afirmaciones sin verificación, sembrar la duda y activar el odio.

En esta hora de Venezuela quienes se propongan sumar no pueden olvidar el alto porcentaje de venezolanos atrapados por las necesidades de la supervivencia, carentes en buena medida de información, sometidos a la acción propagandística de un gobierno interesado en su sometimiento silencioso. Tampoco es posible olvidarse de quienes se han visto forzados a dejar el país. Unos y otros son parte de esa unidad superior por construir. Unos y otros tienen, además, maneras propias y muy valiosas de sumar.

Quienes suman contribuyen a lo que el jesuita Luis Ugalde identificaría con mantener viva la esperanza, con descubrir que las raíces no estaban muertas sino ocultas, con activar un renacer sin sectarismos y animar una unidad sostenible, apoyada en la verdad, en la comprensión del otro, en la voluntad colectiva de construir una Venezuela libre y plural.

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