Demasiado tiempo habéis estado en el cargo 

para el poco bien que habéis logrado. 

Marchaos, os digo, y ¡terminad de una vez! 

En nombre de Dios, ¡marchaos!

Oliver Cromwell

La cita de las palabras pronunciadas por Oliver Cromwell en el Parlamento, líder militar y político inglés, expresa muy acertadamente el sentir actual de la inmensa mayoría de venezolanos a quienes les preocupa mucho el derrotero que viene siguiendo el país en manos de un régimen que en lugar de resolver los graves problemas que aquejan a la nación, actúa contra el proyecto de los adversarios con inusitada de ferocidad y espíritu belicoso, mediante el atropello de las regulaciones y protecciones normales que debe tener una sociedad civilizada y que solo produce una escalada de la violencia y un aumento de la tensión política. El trato vejatorio que a diario el régimen le dispensa a la oposición democrática hiere profundamente el orgullo y la dignidad de los ciudadanos, y ha causado que nuestras relaciones con el gobierno  estén seriamente dañadas, lo que nos ha llevado a buscar denodadamente los elementos que nos unan contra la tiranía y la opresión. No estamos dispuestos a aceptar que una minoría inepta y corrupta pretenda subyugar a un país por el terror y la fuerza; por tanto, hemos decidido resistir. Bajo esta tiranía no es posible vivir para la gente que cree en la libertad. Por ello, se ha generado un indisoluble sentimiento unitario, una indoblegable resolución de luchar y defender la causa común de la justicia y libertad contra la sumisión a un sistema que propende someter a la ciudadanía a una vida de esclavos y autómatas. Para ello es menester que los opositores no caigamos en un juego de despropósitos ni pelearnos por pequeñeces en momentos de tanta trascendencia para la suerte del país. Aunque debemos reconocer que esto es más fácil de decir que hacerlo.

Venezuela se ha convertido en un campo de batalla ideológico por la influencia cubana y de la delincuencia organizada. Es evidente que tal situación condiciona la posibilidad de lograr entendimientos políticos sin hostilidad ni amenazas e impiden cimentar esa paz que por tanto tiempo viene anhelando el país. El pueblo venezolano ha expresado su voluntad de tenerla en los llamados electorales que se le han hecho; un aluvión de  millones de votos ha dado veraz testimonio de esa voluntad. El régimen, sordo y ciego frente a esa realidad, por el contrario, nos ofrece un país destrozado por la escisiones y el fomento de discordias muy graves y violentas.

El presidente debería dar muestras creíbles que quiere evitar males mayores a esta sufrida patria, porque nada podrá contribuir más a la paz tanto como que él se despoje, a motu proprio, de los atributos de su cuestionada autoridad.

En efecto, Maduro y todo lo que él representa se tienen que ir. La mayoría de los venezolanos así lo demandan. Ellos y Maduro no son opción para el presente y mucho menos para el futuro de esta nación. Maduro se irá como llegó, sin pena ni gloria. Maduro es lo malo, lo inconveniente y lo que no queremos para nuestras vidas. Es la negación de lo que merecemos como país, es el pasado, es la nada. Maduro no tiene el derecho de comprometer el futuro de la juventud venezolana. Definitivamente, Maduro no merece ni puede gobernar a Venezuela; los crasos errores de sus ejecutorias así lo demuestran.


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