Parte I

Nadie duda en Venezuela de que existe un diferencial importante del precio de los productos si estos se pagan en efectivo o por transferencia (o punto). En términos coloquiales, resulta más barato pagar el azúcar, el arroz o cualquier artículo en billetes preferiblemente “nuevos” (que se van según el gobierno, pero que se quedan al igual que el “indestructible” o “terminator” billete de 100 bolívares de acuerdo con el mismo pueblo) que hacerlo “caer” de forma electrónica. Esta situación resalta por lo menos cuatro hechos irrefutables: 1) Un grupo importante de venezolanos en la actualidad tienen cierto “poder adquisitivo” (entre ellos, los que reciben remesas del exterior). 2) Se encuentran las mercancías, pero lo que no hay es dinero en efectivo. 3) Como experiencia inédita, la inflación en nuestro país se palpa con mayor crudeza e impacto cuando se paga de forma electrónica. 4) Los controles y restricciones con privilegio generan monopolios, mayor escasez y alza sostenida de precios.

Parte II

Aquellos agentes económicos que no están recibiendo los billetes de baja denominación como son los de 50.000 bolívares (los desprecian o lo lanzan a la basura) deberían pronunciarse públicamente respecto a que los mismos no circulan o no son aceptados dentro la actividad económica que desarrollan y ofrecen a los venezolanos, y no optar por humillar al mismo pueblo que es el que está llevando la peor parte de la emergencia compleja humanitaria. Verdaderamente, es indigno la forma como se obliga y amenaza con no prestar el servicio o no vender el producto a quien no pague en efectivo (con el nuevo cono monetario que está por fenecer) o por transferencia (o punto) pero a un precio superior.

No es casual sino causal que la escasez del dinero en efectivo promovida e inducida por la política económica contradictoria por parte del Ejecutivo genere crecientes niveles de inflación, devaluación continuada de la divisa nacional con respecto a la colombiana (que determina el tipo de cambio con respecto al dólar) y la paralización-disminución de la producción nacional. Por ello, el que comprenda a cabalidad la fórmula del triángulo cambiario ilustrada en el artículo anterior podrá encontrar el camino para seguir “jugando” a la desestabilización del sistema o verdaderamente encontrar una solución que revierta los efectos decadentes y de involución en Venezuela, producto de la megahiperestanflación, la cual está circunscrita dentro de una emergencia compleja humanitaria.

Además, todo aquello que es difícil de producir o encontrar tiene un valor o precio superior al que no cumple con estas condiciones de escasez. En consecuencia, la persona natural o jurídica (pública o privada) que tenga acceso o privilegio al producto escaso puede aprovecharse de esa circunstancia y conformar estructuras monopólicas. En los escenarios donde se construyen y mantienen los monopolios se producen u ofrecen cada vez menos bienes a un precio cada vez superior. Esta situación hace enriquecer a una pequeña minoría en detrimento de una mayoría que cada vez es más pobre en todas las dimensiones (no solo económicamente). Entonces, la solución desde el punto de vista macro es evidente…

Parte III 

Lo que padecemos es un gran problema macro que nos está destruyendo a nivel micro, pero no es resolviendo la cuestión de tragedia a nivel individual que se podrá resolver la situación agregada o global. Las circunstancias que producen y reproducen la emergencia compleja humanitaria en Venezuela, y por ejemplo en las universidades, son fundacionales-estructurales y no coyunturales (menos aun temporales o de contingencia). En tal sentido, ¿la emergencia compleja humanitaria que padecemos todos los venezolanos la resolvemos si nos pagan el 50% de infralimosna que nos arrebató también el gobierno, nos otorgan los recursos para los Junapuv o se resuelven las insuficiencias y providencias estudiantiles en las universidades? Se reitera finalmente que la solución es a nivel macro…

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@tipsaldia


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