En lo que ha sido este proceso de transición han acontecido muchos hitos y declives en un tiempo reducido. Tanto es así que todavía está por decidirse si estamos pasando por un milagro plagado de vicisitudes o, por el contrario, una esperanza vana acogida por el desespero. La diferencia entre una cosa y la otra no yace en el pueblo venezolano, quien lo ha dado todo, por cierto; sino en el liderazgo que debe direccionar a la nación hacia puerto seguro.

Con lo anterior no quiere decirse que nuestro rol esté circunscrito exclusivamente a ser seguidores de un dirigente. Los venezolanos, ahora más que nunca, sabemos que el control ciudadano es indispensable para mantener a los políticos encaminados. Sin embargo, la realidad y la historia son tajantes en cuanto a un hecho indiscutible: toda guerra requiere su mariscal, todo movimiento requiere su líder y, por ende, el éxito o el fracaso de los esfuerzos colectivos se define, entre otras cosas, por la capacidad de quien toma las decisiones.

Por ello, me es menester dirigir unas palabras al presidente Juan Guaidó. Esto lo hago como venezolano y como ciudadano, por cuanto, a pesar de las diferencias que pueda tener, del éxito del presidente depende la posibilidad, no el hecho, de dar pie a la Venezuela nueva. Lo digo de esta forma porque al final del día dependerá de nosotros, si en realidad hemos aprendido algo, elegir un nuevo gobierno que vuelva realidad el cambio total que aspiramos.

Siendo los párrafos anteriores prefacio suficiente es que al presidente le digo, sin eufemismos, que por favor ejerza el poder. Ejérzalo de forma actitudinal. Ejérzalo políticamente. Si lo hace verá que usted irá adquiriendo cada vez más el poder real.

En tal sentido presidente, le debo informar que usted padece de un vicio que está afectando su capacidad de liderar efectivamente. Ese vicio es que usted tiene una tendencia a colectivizar su liderazgo.

Dado que estamos en dictadura, usted extiende las responsabilidades como si fueran equitativas entre todos los venezolanos y eso no es así. La realidad es que si su estrategia es mala, entonces todos fracasamos sin importar nuestra participación.

Dado que su investidura es resultante de un dispositivo constitucional en relación con su posición en la actual legislatura, usted parece confundir sus roles como presidente de la Asamblea Nacional y presidente de la República, pues habla de “nuestra presidencia” como si de un gobierno parlamentario se tratase.

Dada la situación política tan compleja por la que está pasando la nación, usted, por la obvia y necesaria colaboración con las potencias foráneas, parece ser limitado por lo que estas naciones le digan, cuando de fondo usted debe representar es al clamor de su pueblo.

He podido apreciar que estas son las tres formas en las que usted colectiviza su rol protagónico. Capaz lo hace sin quererlo. Capaz lo hace porque el peso sobre sus hombros es titánico. Sea una cosa o la otra, usted debe dejar de usar esa muleta para poder enaltecerse y consolidarse como una figura de autoridad.

Puesto en resumidas cuentas señor Presidente, el liderazgo, tal cual el poder mismo, no se delega, se ejerce sin titubeos.

Usted debe ser percibido como alguien que toma las riendas y cuando digo esto lo hago expresamente en singular. Déjese del “nosotros”. La autoridad de su investidura es individual, por lo que debe hablarse es de su presidencia, su administración y, en definitiva, su responsabilidad.

Entiendo perfectamente los tres aspectos que han hecho que usted ilustre a su mando como algo colectivo. La ciudadanía debe ser protagonista del actual proceso. La legislatura, junto a usted, es el único órgano legítimo que le queda el país. El apoyo internacional es lo que lo protege y sirve de contención al régimen. Todas estas cosas son ciertas, pero las mismas no detraen que usted valore su peso específico.

Presidente, sepa el medir y hacer uso efectivo de su peso político. Con esto no me refiero a que sea un caudillo autoritario como lo fue Hugo Chávez Frías. A lo que sí hago referencia es que use su popularidad y capital político y diplomático para avanzar la agenda de todos los venezolanos.

No se equivoque, a los venezolanos les urge dirección y la consecución de objetivos.

No se sobrepase con las concesiones a los sectarismos en el Congreso, pues tal como usted los necesita por su legitimidad, ellos lo necesitan a usted porque, hoy por hoy, usted es el único líder que goza de popularidad entre todos ellos. Si usted no estuviese, nadie ni siquiera oiría al resto de sus colegas.

No subestime el valor intrínseco de su presidencia, usted es un igual ante las naciones que lo reconocen. Por tal razón, estrategias y coordinaciones aparte, usted debe velar por la urgencia y el tiempo de los ciudadanos que usted representa. No le pido que garantice nada por parte de las otras naciones, pero, por lo menos, por lo mínimo, abogue siempre por los medios más expeditos o eficaces de sacar a los venezolanos de la catástrofe que los está matando. Usted es nuestro líder, no un simple operador apoyado por la comunidad internacional.

En definitiva, Venezuela requiere que usted sea más presidente de la República que presidente de la Asamblea Nacional. Aprenda el arte de diferenciar entre ambos y cuándo debe transar o no con los sectores partidistas que lo apoyan. El peso pesado en la política nacional actual es usted, no el Parlamento nacional. Independícese. Instaure los elementos de su gabinete que en la actualidad le sean posibles, como por ejemplo, un canciller.

Cuando sea usted, de manera plena y sin reservas, a quien los venezolanos perciban con autoridad y mando, es que esas mismas cosas irán gravitando en torno a usted. Pero para llegar ahí, usted debe tener la plena disposición de mandar como Ejecutivo Nacional y, en una administración, la jerarquía es todo y la jerarquía se respeta.

@jrvizca


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