Chacales y mulas

En este momento me siento más afín conceptualmente y en sus visiones de país con la asamblea de voces y espíritus vinculados con Soy Venezuela que con el desvencijado y maltrecho carnaval de personalidades que observo en el Frente Amplio: prefiero no reunirme con chacales, muerden por la espalda, ya me han mordido (y duro). Soy consciente, además, de que las mulas cansadas de la política son eso, mulas: nos detienen, nos amontonan, nos pasman. Lo han demostrado una y otra vez, no han hecho otra cosa que detener el urgido cambio de nuestro tiempo, no creen en la movilización, les cuesta moverse políticamente fuera de los corrales donde la dictadura los ha encerrado. ¿Coordinadora Democrática, Mesa de la Unidad Democrática, Frente Amplio? ¿Cuál será el próximo nombre?

La frustración tiene memoria.

Mordernos la lengua

En la epilepsia colectiva venezolana a veces es mejor morderse la lengua para no ahogarnos en nuestra propia convulsión y desconcierto. Llevo tiempo haciéndolo –morderme la lengua– porque el despelote es tal que nada logro desde el exilio atizándole más ruido a la algarabía. Estoy claro, clarito, sé de qué hablo: lo único que nos liberará de esta devastadora catástrofe es una concertada rebelión popular total. Todo lo demás es recurrir a lo mismo: mesas, remesas, prediálogos, diálogos, absurdos, tramoyas, elecciones, fraudes, presos, más presos, tortura, ruina. Si el Frente Amplio no postula como su único fin la rebelión popular de esta masacre histórica, será más de lo mismo, ruina.

Solo ruina.

El cruel pus de nuestro tiempo

El chavismo, igual que el nazismo o el fascismo, son dañinas pestes ideológicas que han colmado de criminalidad, hambruna y muerte su tiempo histórico. En lo personal, no me reúno con apestados. Siento una hipersensibilidad casi medieval por vincularme con ellos, las úlceras llagadas que florecen en su espíritu por las violaciones de los derechos humanos, las torturas, la persecución y la muerte que han causado, me producen aversión y cierto asco. No dejo de imaginar los gritos de angustia y dolor, los llantos maternales y agonías familiares que, mientras sonreían y se regodeaban de placer en sus riquezas mal habidas estos chacales chavistas, les infligieron a venezolanos inocentes (especialmente jóvenes). En su piel veo cincelado, como lepra, el cruel pus de nuestro tiempo. Están infectados con la maldad.

Yo no me acerco a la peste.

El silencio como agravio

Lo inexcusable entre los apestados es que no manifiestan ni una muestra de arrepentimiento, ni una excusa, ni una urgencia de perdón. Nada. Son “chavistas”, es decir, esa combinación oscura y muy caribeña de nazi, fascista, comunista y narcotraficante. Es asqueante su indolencia. Ahora los abrazan y celebran, en un festejo vergonzoso y cínico, los sientan en la misma mesa, son estandarte, legitiman su cinismo, olvidan a sus víctimas, las desprecian mientras se pudren en las prisiones, mientras mueren de hambre, mientras la enfermedad los entierra. Yo no los celebro ni legitimo, yo nunca, yo con todo mi ser los desprecio. Mi perdón, que es un perdón ciudadano y republicano, es la cárcel. Su cárcel.

Cuando estén ahí, como merecen, les tenderé la mano.

Las cruces políticas en el camposanto

Sin embargo, debo reconocer que, como no acepto lecciones morales de nadie, tampoco las ofrezco, mucho menos a mis hermanos de lucha de Voluntad Popular (no milito en el partido, pero los reconozco y admiro), que sí forman parte de ese Frente Amplio. Si alguien ha luchado desde el primer día con dignidad, coraje y lucidez (virtud y honor) contra el chavismo ha sido el partido Voluntad Popular. Muy pocos como ellos han encarado a esa manada de delincuentes que representa el chavismo. Lamentablemente –lo escribo con mucho dolor– la mayoría de las cruces en el camposanto de la persecución política las han clavado y llorado ellos. Los exilios, los encarcelamientos, las torturas, los maltratos más crueles e inhumanos los han recibido sus partidarios y líderes. ¿Cómo no reconocerlo?

Respeto su posición, espero respeten la mía.

Ser o no ser, frente amplio

Entiendo perfectamente que, como políticos, su obligación es formar parte de cualquier frente que aspire –sinceramente– a salir de la peste chavista y liberar a Venezuela. Churchill le dio la mano a Stalin para salir de Hitler e imagino que ya habrá tiempo de poner en su sitio a los estalinescos. Pero al menos hay que repudiarlos, exigirles un acto de contrición y una autocrítica. Las violaciones de los derechos humanos, la criminalidad rampante, la corrupción y el narcotráfico son las llagas más visibles de la lepra chavista. ¿Exculpamos esas úlceras inhumanas? Entiendo, ya lo hemos dicho, que el fin justifique los medios, pero hay que tener en cuenta que ciertos “medios” no prescriben. Soy Venezuela debe unir esfuerzos con el Frente Amplio, lo deberá hacer, marcando diferencias, pero sobre todo fortaleciendo coincidencias. Los que estamos en medio de esas dos aguas lo exigimos.

El destino común es la libertad.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!