Por más de 2.000 años el pensamiento antiguo sostuvo que el universo era ilimitado y eteno, sin principio ni fin, que el hombre era único en la creación y que la tierra era el centro del universo. La ciencia moderna y contemporánea degradó la excelsitud de ese pensamiento y nos abrió la panorámica de un mundo inusitado que aun hoy no hemos digerido totalmente. Ahora sabemos que el universo surgió hace 13.780 millones de años (m/a)de una singularidad llamada Big Bang, que la tierra se formó 9.240 m/a después de ese acontecimiento (ahora tiene 4.540 m/a) y que el hombre apareció sobre la tierra hace 250.000 años. Un recién llegado a la fiesta cósmica que en muy poco tiempo aprendió mucho y que la mayor parte de ese saber lo adquirió en los últimos doscientos años, es decir, en una infinitesimal fracción del tiempo que tomó la creación, la expansión, la evolución y la consolidación del universo.

La breve exposición anterior es una nota introductoria al tema principal de nuestro escrito, cual es, expresar la duda existencial que nos embarga en relación con un tema capital: ¿es el hombre la única criatura apta para pensar y conocer del universo? Esa duda se complementa con esta otra:¿tiene plena conciencia el hombre dela inmensa significación y exigencia que le correspondería de ser él, realmente, el único ser pensante del universo?

Dejemos en suspenso estas preguntas mientras expresamos nuestra opinión al respecto. Por razones lógicas y matemáticas no creemos en la posibilidad de que el hombre sea el único ser pensante del universo. Existiendo en el cosmos millones de millones de galaxias, con millones de millones de estrellasen cada una de ellas y sabiendo, como ahora lo sabemos, que la mayoría de las estrellas tienen planetas a su alrededor, estadísticamente hablando, existe un sinfín de probabilidades de que haya condiciones iguales o similares a las de la tierra en muchísimos otros planetas, lo que permitiría el surgimiento de vida en ellos. La vida puede estar esparcida por todo el universo.

Si hubiera vida en muchos otros lugares del cosmos, el mismo proceso de evolución natural que actuó en la tierra y que condujo al homo sapiens, operaría también en esos lugares con iguales o parecidos resultados. Es decir, muchos homos sapiens podrían haber nacido y desarrollado en el universo. No pensar así, como lo hemos hecho, nos llevaría a coincidir con las antiguas creencias que sostenían que la tierra era un lugar único y privilegiado del universo, presunción que la ciencia moderna demostró que no era cierta. No somos los humanos una singularidad cósmica. Somos una mínima chispa de vida que palpita en un granito de arena que gira alrededor de una estrella de cuarta o quinta magnitud que viaja, entre millones y millones de otras estrellas, en uno de los ramalesos brazos de la Vía Láctea, galaxia en espiral de la cual formamos parte

Expresada esta cruda reflexión, volvamos al tema inicial de nuestro escrito. Si los humanos fuéramos los únicos seres pensantes del universo, tendríamos que comprender y aceptar el inmenso significado y compromiso de esa posibilidad, porque si dejáramos de existir por causa natural o por efecto de nuestras propias acciones (que como sabemos es posible),borraríamos del universo todo pensamiento, toda conciencia y todo saber. Fracasaría, sea cual sea, el plan de Dios. Es el lamentable fin, que no es imposible, es otra razón para pensar que Dios, en su infinita sabiduría, no pondría todos los huevos en una misma canasta.

Si nos preguntáramos por qué y para qué estamos los seres humanos en la tierra, la mejor respuesta sería decir que no lo sabemos y que la pregunta es retórica, porque si captamos la complejidad, la perfección, la grandiosidad y el manifiesto sentido teleológico del universo, lo más estúpido sería responder que estamos aquí por azar, sin objeto y sinsentido. Tal respuesta repugnaría a la razón, a la fe, a la imaginación ya las más recientes consideraciones de la ciencia.

Para finalizar, si fuéramos ese prodigio único del universo que tanto hemos deseado que sea, nuestra desaparición sería terrible e irreparable porque perturbaría, como vimos, al universo y a Dios. Pero si no lo fuéramos, nuestra desaparición no importaría, porque en otros lugares remotos del cosmos seres pensantes, iguales o parecidos a nosotros, seguirían buscando los fines que no pudimos o no quisimos alcanzaren la tierra y el ser humano, esa criatura asombrosa y contradictoria que tantas oportunidades tuvo, se borrará del universo y su historia, que jamás será contada, se perderá en el pozo sin fondo de la nada.

 

 

 

 

 

 

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