Son millones las voces a escala global que exigen la salida del régimen de Nicolás Maduro de la conducción de Venezuela por los incontables abusos contra derechos humanos y otros.

Desde la perspectiva estrictamente técnica-energética, Venezuela, una de las cinco reservas más grandes de petróleo del mundo, quedó muchísimas veces sin luz, su principal estatal petrolera está en malas condiciones financieras y la producción de petróleo bajó a niveles históricos producto de una gestión absolutamente criticable de su sector energía (petróleo, gas, electricidad).

Venezuela tiene pobreza, deuda impagable a China, Rusia y a otros acreedores y no puede sostener su propia ciudadanía siendo que explota petróleo en cantidades millonarias diariamente. La Agencia Internacional de Energía, AIE, cree que se debe a una mala gestión del petróleo. Y coincido: una pésima gestión de los recursos estratégicos del Estado.

Hay una ecuación siniestra que ha colocado en jaque a Venezuela, en la perspectiva petrolera: cero políticas públicas de hidrocarburos, pésima gestión gerencial en la estatal petrolera, un socialismo exacerbado que despilfarró ingresos por venta de crudo, ausencia de profesionales capacitados que huyeron de abusos del régimen y un mundo competitivo que impulsa el fracking (el gas y el petróleo explotado desde reservorios no convencionales) han puesto en los suelos a Venezuela, otrora poderoso miembro de OPEP –organización de Estados productores de petróleo– cuya influencia alcanzó, incluso para colocar varios secretarios generales del principal cártel petrolero global. Un dato: Venezuela alcanzó su máxima producción en 1970, con 3,78 mbd (millón de barril diario). Arabia Saudita produce cerca a 10 mbd y Estados Unidos pasa la producción de 10 mbd (gracias al fracking).

Algunos amigos míos, desde Caracas, me informan y comentan que, de seguir el ritmo actual de la estatal petrolera venezolana, en pocos meses ni siquiera podrá mantener la cuota mínima de producción que pactó con el cártel OPEP del que es miembro.

Basta leer el último reporte de la Agencia Internacional de la Energía: la producción de petróleo en Venezuela que incluso en la época dura del socialismo de Hugo Chávez llegó a un plateau de 3,5 millones barriles/día (bpd), ahora no alcanza ni siquiera los 1,7 millones bpd, cifra que podría fácilmente llegar a 1 millón bpd. La ausencia de gerentes capaces, de insumos para la industria, de tecnología y de inversión privada son, también, parte de esa ecuación fatal que tiene a Venezuela al borde del abismo financiero. Venezuela vive únicamente de vender su petróleo y, de momento, hasta que le cierre la válvula su principal comprador, Estados Unidos. Sin olvidar que –como condimento absolutamente criticable– un general dirige el ministerio de petróleo y la estatal petrolera. Maduro designó al general Manuel Quevedo al frente de Pdvsa y el Ministerio de Petróleo.

La caída de la producción, por aspectos ya comentados además del cancerígeno socialismo que no entiende de gerencia de empresas, menos de comportamiento de mercados, tuvo un gran ganador: los otros miembros de OPEP, dado que el recorte forzado de producción de Venezuela sirvió para reequilibrar en algo la oferta petrolera de OPEP al mercado y mantener unos precios más o menos convenientes.

Si analizamos el informe del cártel OPEP, la producción de crudo de Venezuela siguió cayendo hasta 1,5 mbd “el mayor desplome en 3 décadas”, de acuerdo con OPEP.

Desde 2014 Venezuela está con crisis económica, crisis alimentaria, crisis política y en default.

Sobre Venezuela pesa una advertencia de un “embargo” total petrolero. Significaría que el mercado norteamericano dejaría de comprar el petróleo venezolano, lo que agregaría otro peso sobre la sufrida ciudadanía del país.

Según OPEP, el pasado febrero la estatal Petróleos de Venezuela dejó de producir 52.400 bd, una caída que se suma a la de 47.000 bd en enero y a la de 216.000 bd en diciembre. Respecto a los 2,1 millones de bd de agosto de 2017, el retroceso es de 26,28%. En 2015 el país bombeaba aún 2,6 millones de bd.

Resulta una barbaridad que los ex ministros de Petróleo y ex secretarios generales de OPEP los venezolanos Álvaro Silva Calderón y Alí Rodríguez Araque no se sumen al reclamo y pidan la salida inmediata de Maduro. Ambos son mayores, pero me refiero particularmente a Rodríguez, que aún sigue activo apoyando al régimen de Maduro siendo embajador de Venezuela en Cuba y –entiendo, salvo que me equivoque– es una especie de “presidente honorario” de la estatal petrolera. Deberían, particularmente el segundo, dejar de lado posturas políticas, poner la mano al pecho y evitar esta debacle petrolera venezolana. Si hiciera honor a su cargo de ministro de Petróleo y secretario de OPEP no permitiría tanto despilfarro de petróleo, de dinero y la quiebra de la industria estatal petrolera venezolana.

Más costoso será recuperar los niveles de producción de Venezuela, porque se requerirán miles de millones de dólares –que tendrán que salir desde la propia exportación de crudo– para modernizar tecnología, sistema de transporte, de refino, de exploración y explotación de petróleo y gas en el país con nuevos recursos humanos. Mientras más se tarde, más daño económico se hará al país.

Como latinoamericano, siento muchísimo, como siempre dije, que el petróleo y el gas sean herramientas mal utilizadas que financian autoritarismos en el hemisferio, y no me arrepiento de haber aportado –desde la trinchera de la prensa– mi granito de arena para evitar que Rodríguez –el candidato socialista de Maduro a la Secretaría General OPEP en 2016– retorne a ese cargo.


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