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Robert Wilson – Philip Glass, escena de la ópera Einstein on the Beach (1976)

Antes de comentar la más reciente obra de Robert Wilson, Mary Said what She Said, que presencié hace unos días en el Espace Cardin del Théâtre de La Ville de París, voy a comenzar por tratar de resumir la sorprendente historia de este genio del teatro contemporáneo, ya que para juzgar esta singular puesta en escena sobre María Estuardo, reina de Escocia, hay que remontarse a los orígenes de su creador.

Robert Wilson nace en Waco, Texas, en 1941. Hijo de un estricto e intolerante abogado, alcalde de la ciudad, y de una madre “presente pero ausente”, como él mismo lo indica. Diagnosticado como autista por el médico de la familia, en realidad era un niño ensimismado, tartamudo y retardado, lo que hacía empeorar la relación con un padre tan exigente. Siendo un adolescente solitario, logra corregir su grave problema de tartamudeo gracias a Byrd Hoffmann, un psicólogo que utilizaba la danza como terapia. Wilson lo recuerda con infinito agradecimiento: “Aprendí con él a entender y controlar mi cuerpo, a moverme y hablar en cámara lenta, de esa forma comencé a estructurar mis pensamientos y comencé a expresarlos con palabras fluidas” (Katharina Otto-Bernstein, Absolute Wilson, 2006). Desde entonces, el ralentí o movimientos a lo cámara lenta estarán presentes en todas sus obras. A los 20 años decide irse de su casa para estudiar en la Escuela de Arte y Diseño Pratt, en Brooklyn, Nueva York. Para costearse sus estudios, trabajaba en asilos de Nueva York cuidando niños con discapacidades mentales y en estado catatónico, oficio que muy pocos querían realizar. Al egresar de Pratt, realiza pasantías con John Cage, Andy Warhol, George Balanchine y Martha Graham.

Robert Wilson © Photography Yiorgos Kaplanidis

Wilson cuenta que cuando vivía en Waco, fue testigo de la exacerbada segregación racial de ese entonces. Un día presenció una escena de ensañamiento de cuatro policías contra un niño negro sordomudo llamado Raymond Andrews, eso lo marcaría de por vida. En 1968, después de muchas gestiones, logra su adopción. Ese mismo año, adopta a un adolescente esquizofrénico, Christopher Knowles, para sacarlo del sanatorio donde se encontraba recluido, con ambos funda la compañía de teatro Byrd Hoffman School of Byrds, en memoria del psicoterapeuta que lo ayudó a hablar de manera normal y a estructurarse mentalmente. El resto de la troupe estaba compuesta por discapacitados de los sanatorios y hospitales públicos de Harlem. Con ellos produce varias obras pioneras del teatro contemporáneo: The King of Spain,  The Life and Times of Sigmund Freud (una obra de 12 horas), ambas en 1969, la ópera silenciosa Deafman Glance (1971) y la obra KA Moutain y Guardenia Terrace (1972), escenificada en Irán durante siete días seguidos. En 1975, Wilson comenzó a trabajar con el compositor Philip Glass la ópera Einstein on the Beach, estrenada en 1976. Le siguen otras 85 obras, entre las que destacan: Civil War (1984) escenificando cada uno de sus tres actos en 3 países diferentes; Doktor Faustus (1989); Orlando (1993); Shakespeare’s Sonette (2009); entre otras.  27 de sus obras se encuentran actualmente en cartelera en media docena de países.

Algunos de los integrantes de The Byrd Hoffman School of Byrds (1970) 

Sobre Deafman Glance o La mirada del sordo (1970), Wilson dice: “Fue el primer trabajo teatral que escribí y realicé en colaboración con un adolescente sordomudo. Desde el primer momento entendí que ese niño estaba dotado de una gran inteligencia. A pesar de que era un analfabeta, nos entendimos perfectamente ya que el pensaba en imágenes y signos. (…) A menudo señalaba cosas que yo no observaba, porque uno siempre está preocupado por las palabras y sus significantes, lo que uno habla y escucha, sin percibir el entorno. Titulé este primer trabajo: Deafman Glance”. (K Otto-Bernstein, 2006). Es con esta obra que Wilson se hará famoso en todo el mundo. Conocida en francés como Le regard du sourd o La mirada del sordo, estrenada en París en 1971. Después de asistir al estreno, Louis Aragon (1897-1982), uno de los fundadores del surrealismo, escribe la conocida Lettre ouverte à André Breton sur le regard du sourd, la science et la liberté, expresando que “esta ópera muda es la obra más hermosa y conmovedora que he presenciado en mi vida”. Aragón se convertirá en uno de los admiradores y mejores amigos de Wilson.

Robert Wilson actuando en Letter to the Queen Victoria (1974), escenografía de Christopher Knowles 

Su otro ayudante y escenarista es Christopher Knowles, quien estaba internado en una institución para niños psicóticos hasta que Wilson lo conoció y trabó amistad con él: “La institución, su familia, todo el mundo trataba de conducirlo a una vida normal, ya que lo único que hacía todo el día era teclear en una máquina de escribir eléctrica con la que, mediante la repetición de letras con el negro y rojo de la cinta creaba fantásticos diseños e inventaba lenguajes. Yo encontré que lo que este niño hacía era de una gran belleza”.  Wilson adopta a Knowles y a partir de allí formará parte de su equipo de producción. Es notable el escenario de Letter to the Queen Victoria (1974), realizado por Knowles utilizando los mismos diseños que solía hacer mientras se encontraba recluido en el sanatorio. En los telones se aprecian los textos en la lengua inventada por Knowles. Cuando le preguntaron a Wilson el por qué lo había adoptado, respondió sin ambages: “Porque él es incapaz de mentir”.

La mayoría de las obras y escenarios de Wilson están inspirados en acontecimientos de su niñez y adolescencia. Ante la pregunta de un crítico de teatro sobre esa fijación, Robert Wilson, parafraseando a Baudelaire, respondió: “El ingenio consiste en atreverse a recuperar la infancia”.

Una escena de Deafman Glance (1970) 

Un monólogo abstracto

Mary Said what She Said, es el título de la más reciente obra dirigida por Robert Wilson. Mary Stewart o María Estuardo, mujer de gran belleza y sensibilidad, fue la reina de Escocia y de las Islas, reina de Francia y pretendiente al trono de Inglaterra. En vida, la reina María se propuso erradicar el protestantismo y edificar un reino católico, misión que le costó 19 años de prisión, acusada por sectores protestantes allegados a la Corona de una supuesta y nunca comprobada participación en un complot para asesinar a su prima, la reina Elizabeth I de Inglaterra. Durante todo ese tiempo, a la prisionera no le fue permitido ver a su hijo, de apenas 8 meses cuando fue condenada a prisión, siendo recluida en diversas torres y castillos, para evitar así las concentraciones de los nobles católicos que reclamaban su libertad. Mary Queen of Scots es decapitada en Fotheringhay Castle, el 17 de noviembre de 1558. La leyenda cuenta que su cabeza, al desprenderse de su cuerpo, no cesó de mover los labios, como si estuviera hablando. De allí que la obra, más que un monólogo es una declamación intencionalmente repetitiva que de tanto en tanto adquiere un ritmo delirante, acompañado de la música concebida por Ludovico Einaudi y la singular escenografía minimalista de Wilson. El guion es de Darryl Pinckney, inspirado a su vez en la biografía de María Estuardo de Stefan Zweig.  

Isabelle Huppert en Mary Said What She Said, París, 2019 

La dirección de Robert Wilson convierte la tragedia de María Estuardo en una intensa y hermosa reflexión sobre la vida de esta altiva mujer, plena de detalles tanto poéticos y glamorosos, como infelices y turbios, al hacernos partícipes de la intimidad de sus sentimientos expresados en cartas y poemas, en ritmo con una coreografía insistente que comienza con un exacerbado ralentí de la protagonista, para después pasar a repeticiones que acompasan la voz y la prodigiosa energía de la actriz francesa Isabelle Huppert. Wilson dice que ella posee el don de “pensar de manera abstracta”. En su soberbia actuación, Huppert nos conduce por la laberíntica historia de María Estuardo, logrando que en ningún momento sintamos abatimiento por su suerte sino por el contrario, los atónitos espectadores fuimos imbuidos del orgullo de quien el día antes de su ejecución, inspirada en su inconmovible fe, exclamó: “En mi final, está mi comienzo”.

Isabelle Huppert 

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