Si buscamos el concepto de «revolución» en algunas referencias, esta  se define como un «cambio o transformación radical respecto al pasado inmediato» y que induce a cambios en distintos ámbitos como en lo político, económico, social, cultural, etc. Pudiéramos pensar que dichos cambios enmarcados en esos aspectos deberían terminar en  logros positivos para el pueblo, pero tristemente  casi nunca es así.

La bandera de la revolución bolivariana desde sus inicios, hace 20 años,  enarbolada por su promotor e impulsor como lo fue Hugo Chávez nunca representó el cambio prometido en el cual siempre colocaba al pueblo y su soberanía por delante. Siempre escondió una fachada perversa y cruel que se fue desarrollando y construyendo  a lo largo de todos estos años.

Hace 6 años, cuando se inició el período de quienes se mantienen aferrados al poder de manera ilegítima, la principal cabeza del mismo declaraba lo siguiente: “El objetivo de la revolución bolivariana es dignificar al pueblo, protegerlo y garantizarle el alimento, la salud y el estudio”. Les recomiendo que hagan la búsqueda de lo citado y leerán con asombro y estupor la mentira que se transformó en estos últimos 6 años en el reflejo de lo cruel e inhumano de esta revolución hacia el pueblo venezolano.

Más  allá de la famosa revolución bolivariana, Venezuela ha caído en las garras de una dictadura totalitaria, la cual manifiesta con total descaro y desparpajo: “La revolución llegó para quedarse”, pero bajo esas condiciones de totalitarismo y corrupción que ha ocasionado la más grave crisis humanitaria sin precedentes en la historia republicana de Venezuela. No obstante, a pesar de toda esta tragedia y barbarie que estamos viviendo los venezolanos, se nos abre una esperanza que está consolidando la unión de la mayoría de los ciudadanos bajo la dirección de un nuevo liderazgo, para lograr salir de esta grave emergencia humanitaria compleja que cada día ocasiona la muerte de niños y adultos por falta de medicamentos e insumos, muertes que eran prevenibles. Es por esto que uno de los focos centrales de esta alarmante crisis política y social es la necesaria ayuda humanitaria por la que clama desesperadamente el pueblo venezolano.

Vimos con indignación e impotencia el bloqueo ejercido por el régimen el pasado 23 de febrero, para que dicha ayuda no entrara a territorio venezolano y a través de la cual se iban a beneficiar de manera inmediata poblaciones vulnerables prioritarias como: niños menores de tres años, sobre todo desnutridos y con complicaciones graves ocasionadas por dicha condición;

mujeres embarazadas y lactantes; personas de la tercera edad con enfermedades priorizadas como hipertensión arterial y diabetes u otros pacientes con enfermedades crónicas, en fin dirigida fundamentalmente a las personas que corren el riesgo de perder la vida a corto plazo.

La acción de quemar dos camiones o gandolas  por parte de las fuerzas militares y paramilitares o  milicianos tiene connotación de genocidio cruel e inhumano y quedó a la vista del mundo entero, así como igualmente  quedó evidenciado la colocación de containers soldados unos con otros para cerrar el paso fronterizo a través de uno de los puentes de comunicación con Colombia. La persecución y muertes ocasionadas por la represión a la etnia indígena pemón, en el sur del país, en la Gran Sabana, solo por defender a ultranza la entrada de ayuda humanitaria por dicha frontera, quedará registrada como como uno de los hechos más abominables de la historia contemporánea de Venezuela. Nuestros pueblos indígenas, además de sufrir el impacto de la grave crisis humanitaria, también son objeto de la fuerza bruta que apoya a este régimen. El Estatuto de Roma es muy claro en el artículo 7, en el cual se describen cuáles son las acciones consideradas como crímenes de lesa humanidad y una de ellas dice textualmente lo siguiente: “Actos inhumanos que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física”.

Está claro que la ayuda humanitaria es temporal o finita, esto no va a resolver definitivamente la grave crisis de salud en Venezuela. No obstante, la solidaridad de la comunidad internacional relacionada con la donación de insumos, medicinas y alimentos, aunados con la suma de un gran  voluntariado tanto  en el país como en la frontera fue de una dimensión extraordinaria y seguirá siendo así.  

Quisiera sumarme a las palabras del señor Luis Almagro, quien manifestó recientemente:  “La verdadera ayuda humanitaria es el cambio o la salida  de este nefasto modelo político”. La hoja de ruta está claramente trazada. En caso contrario, si no se logra el paso más importante, el que todos sabemos, la vida de los venezolanos seguirá en riesgo extremo.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!