Nos referimos, precisamente, a la Presidencia en un país. Es un privilegio llegar a ocupar esa posición. Pero ese privilegio en sí no indica ni hace presumir, de manera alguna, que se posea la suficiente capacidad para llegar allí y desempeñarse eficientemente. Razón por la cual, antes del acto electoral debe hacérsele sobrada evaluación al candidato.
Nuestra Constitución Nacional le exige algunos requisitos legales, pero estos no son suficientes. Una buena exigencia debería ser, ante todo, la ética fundamentalmente, luego su comportamiento como ciudadano: ser respetuoso, educado, decente, con desenvolvimiento verbal adecuado y otras cualidades personales que le acrediten dignidad para representar al país.
Ello y algo más indicaría la aptitud para acceder a esa magistratura. Si las tiene está obligado a demostrarlo en el ejercicio de tan delicado cargo. Para empezar su mandato, muy importante es saber rodearse de las personas con las cuales va a cumplir las políticas públicas.
Naturalmente, como al presidente no se le puede exigir ser sabio en todo, sí debe, muy responsablemente, extremar sus cuidados en la selección de sabios en cada materia.
Lo esencial en el cumplimiento de las funciones como presidente de la República es la satisfacción de las necesidades prioritarias de los habitantes del país. Pues fueron ellos quienes, confiando en sus promesas electorales, lo elevaron a ese sitial.
A los países debe manejárseles con mano maestra y demostrar, con las políticas que se implementen, verdadera vocación de servicio. Uno de los grandes servicios al país debe ser la educación, la capacitación para el trabajo, aprendizaje técnico en algo y la formación de talentos, con todo lo cual es posible lograr la independencia económica.
El poder se ejerce para servir, no para servirse. Esto justificaría el privilegio de haber ocupado tan alta posición.