En artículo de opinión que publiqué en el desaparecido vespertino caraqueño El Mundo, el 27 de diciembre de 2007, titulado «La ley del golpe», escribí al final lo siguiente:

«(…) Parece que Venezuela es un país disfuncional, emocionalmente hablando. Da la impresión que el país, tal cual como el síndrome de “la mujer que ama demasiado” basa su vida política en el sufrimiento y en el dolor, producto de un conflicto original (conquista, colonia y guerra de independencia), tal cual como pasa en una familia disfuncional, que no ha podido superar. Pareciera que la sociedad venezolana no puede estar tranquila y feliz si no vive de conflicto en conflicto. Le fascina el combate interno y siente su atracción fatal. La paz le aburre. El conflicto le hace falta para alimentar su pasión política e inyectar adrenalina en su cuerpo, perdiendo su visión de crecimiento y desarrollo hacia la madurez, la paz y la estabilidad política. La frustración que esto genera, y que subyace en la inconsciencia colectiva de nuestra sociedad, es enmascarada por el ciudadano venezolano por su excesivo buen humor que actúa como un mecanismo de defensa para, así, negar y evadirse de su triste realidad. / Adicionalmente, esto explica la patología según la cual algunas veces uno escucha decir que el pueblo venezolano es muy “sabio” (¿?) porque sabe elegir sus gobernantes: el pueblo elige (se casa), o se deja meter, el gobernante que se merece, dicen por ahí. Éste, a su vez, dentro del contexto de este síndrome, quiere, porque ama demasiado y cree que es lo mejor, imponer una manera o modelo político al país y controlarlo todo, y no lo digo solamente por la actual “revolución”, sino por las 30 anteriores que ha habido y que no han tenido éxito debido posiblemente al populismo que aplican, según dicen los expertos. Esto explica también por qué razón en nuestra nación un cambio de gobierno se basa en la intención del “quítate tú para ponerme yo” y por qué hay tanta adicción a la corrupción. Para salir de esta enfermedad ciclotímica, hay que aplicar una “terapia” (política de Estado) que implique, en primer lugar, reconocer que de verdad estamos enfermos políticamente hablando desde que nacimos como república y, además, reconocer que así como hemos venido actuando, bajo un esquema repetitivo de los mismos errores, no es ni será, como lo ha probado esta ley histórica, el camino. En ese sentido, cuando oigo a los políticos de la oposición hablar por los medios de comunicación  sobre que no hay que perder la fe (salir de Chávez) sino tener optimismo en el futuro, no les creo mientras no se apliquen curas reales y efectivas al síndrome que padecemos. De lo contrario, la ley, lamentablemente, se cumplirá otra vez».

Irónicamente, la oposición no salió de Chávez ni con el torpe golpe que le dio el empresario Carmona Estanga; fue la muerte «natural» la que se lo llevó, dejando como sucesor, por expresa voluntad de este caudillo militar «bolivariano», a uno de los peores y más nefatos presidentes que haya tenido Venezuela en toda su historia, pero ese es otro tema.

El síndrome arriba referido, aplicado a la política, bien lo podríamos denominar sarcásticamente como el síndrome del «candidato presidencial o político que ama demasiado» (a su país). El artículo completo puede ser leído en:

https://espanol.groups.yahoo.com/neo/groups/UPLA-VEN_Ccs/conversations/topics/62520

Aunque la manera «psiquiátrica» que usé en El Mundo para referirme al tema en cuestión es nuevo, el diagnóstico anterior no lo es si revisamos las ideas de un famoso empresario del espectáculo y presentador-animador de la televisión venezolana que se lanzó como candidato a la presidencia de la república en 1977 y que desapareció físicamente, en forma trágica el jueves 16 de marzo de 1978 al atardecer en sospechoso accidente aéreo (la gran mayoría de las personas considera que fue provocado), en medio de su campaña electoral.

Y la ley muy venezolana del golpe de estado se sigue cumpliendo rigorosamente una vez más. A unos 11 años de haber escrito lo que escribí esa vez en El Mundo, ¿qué podemos escribir ahora? Pues que tenemos un multigolpe en desarrollo, uno detrás de otro,  sostenido y continuo, contra todas las instituciones del estado y cada día más agresivo, generado por la neo-dictadura chavista-madurista;  por otro lado,  una oposición (MUD) dividida y errática, y un pueblo totalmente envuelto en caos, miseria, hambre, en confusión, perdido y en desbandada (diáspora). Pero en 1978, o sea, hace 40 años, ¿cuál era el sentir de la población? Sólo con registrar la prensa de aquella época, podemos tener una idea de lo que en aquel entonces pasaba en el ámbito político nacional, cuando la candidatura de «El Número Uno» de la TV, como le decían a Renny Ottolina, despertaba una gran expectativa en las encuestas, pero que no llegó a concretarse por su muerte súbita e inesperada.

No perdiendo de vista el diagnóstico hecho al principio (el de «candidato presidencial o político que ama demasiado» a Venezuela),  el pensamiento de Ottolina con relación al país, no siendo el de un político demagogo y «verborréico» tradicional, de promesas vacías, falsas o de «borracho de fin de año», que se mete a político para derivar hacia empresario (o saltar talanqueras), es digno de algunos comentarios refrescantes antes de pasar (en la segunda parte de este trabajo) a otros comentarios sobre otro exitoso empresario (Lorenzo Mendoza) que muchos venezolanos de hoy avizoran como un excelente potencial candidato a la presidencia de la República, con una visión muy diferente a la de los típicos militares-políticos y políticos civiles de oficio o «profesionales» que han imperado y proliferado en Venezuela como moscas, pirañas y zamuros a lo largo de su historia.

Hay suficiente información escrita y audiovisual en donde podemos encontrar lo transcendental que tuvieron las ideas políticas de Ottolina, quien por 1963 ya  le había manifestado a un amigo en Madrid que quería ser presidente de la República. En sus programas audiovisuales y campaña electoral dejó muy bien claro cuáles eran como, por ejemplo, cuando dijo en forma enfática y premonitoria: «Si las cosas siguen por este camino… con una sociedad indolente, no preparada, donde la gente pretende que otros les resuelvan las cosas a cambio de que les regalen las cosas… donde el gobierno se mete en donde se le da la gana, simplemente porque si, sin el respecto a los principios morales y legales… mientras la gente por interés o miedo no levanta su voz y reacciona, nada somos; Venezuela se enfrentará entonces en menos de una generación al inmenso peligro de perderse como nación soberana e independiente y ese territorio volverá a ser colonia de alguien o peor aún, podría ser repartida entre muchos». En esta declaración, Ottolina se estaba refiriendo en 1977 al facilismo, compadrazgo, ignorancia, populismo, pérdida de valores, corrupción, «bozal de arepa» (hoy día bolsa de CLAP o carnet de la patria) y a la futura cubanización del pueblo venezolano los cuales hoy, como nunca, vemos agudizarse en nuestra sociedad debido a la maldición «gitana», o a «la rosa que le faltaba al ramo» del chavismo. Ottolina sabía que para aquel entonces nuestro país ya estaba política y socialmente enfermo, aunque nunca lo dijo de esa manera (para no ser despectivo), y quería hacer algo para curarlo. Pero, ¿sabía él en el fondo de su ser que él no era un ningún «santo» para hacer milagros con el pueblo venezolano, al estilo del milagro alemán o japonés? Insistía, no obstante, en que: «No se puede hacer un país ni a realazos (sic), ni con decretos. Un país se construye buscando cambios de actitud, cambios en los esquemas mentales…». A pesar de ese panorama gris, su crítica-diagnóstico desnudaba la realidad venezolana de aquel entonces la cual, en esencia, sigue siendo la misma hoy pero con niveles aún mucho peores nunca antes vistos.

En su programa Renny en su radio (el cual salió al aire por Radio Capital desde el viernes 1 de julio de 1977 hasta el 12 de diciembre de ese año cuando fue prohibido por el gobierno adeco de Carlos Andrés Pérez) expresó: «El problema es cuando quienes financien quieren colaborar con una campaña política; ponen el dinero exactamente así, como una ruleta, a la cual después deben sacarle dividendos, como, por ejemplo, los doce apóstoles. Yo no tengo apóstoles. Ni los tuve, ni los pienso tener… Y, por otras parte, le voy a decir que lo que no había y yo veía a mi alrededor era gente, gente que dejara su comodidad, igual que yo estaba dispuesto a hacerlo, y que decidieran que no querían seguir haciendo un papel pasivo. Y están viendo que, efectivamente, se les ha pasado la mano, por lo que la situación sigue siendo igual. Siempre he entendido que los partidos políticos deben estar al servicio del país, y hete aquí que el país tiene ya mucho tiempo al servicio de los partidos políticos» (resaltado nuestro).

En realidad, Ottolina no estaba descubriendo el agua tibia o la pólvora; eso, se sabía desde hace tiempo atrás, antes que él apareciera en la escena política: sólo nos lo estaba recordando. Así, Ottolina, desde su posición pública, como el Número Uno de la TV, se estaba enfrentando, nada menos y nada más, a los políticos profesionales quienes se apoyaban, y se han apoyado, en las poderosas maquinarias corruptas y mafiosas de los partidos políticos y sus acólitos, como la presunta banda de «los doce apóstoles» que él citó. Hoy día, no sólo el país sigue estando al servicio manso de los partidos políticos corruptos, sino que las fuerzas armadas también lo están (al servicio del PSUV y de ellos mismos). ¡Dios! ¿Qué diría Ottolina de esto último, si estuviera vivo? Su lema: «Mi único partido es Venezuela, mi ideología, la Constitución Nacional y mi método: el cumplimiento de la ley» es diametralmente opuesto, totalmente la antítesis o lo contrario, de lo que estamos viviendo hoy con el sombrío oscurantismo del chavismo y su nefasta herencia: Nicolás Maduro, el bailarín de la muerte, el que se ponía a bailar salsa públicamente mientras algún joven caía muerto en las protestas públicas por acción represiva de los cuerpos de seguridad de su régimen.

En manifiesto público aparecido en la prensa nacional el 1 de julio de 1977 con el título «Manifiesto a mis compatriotas», Ottolina se refirió a este punto en los siguientes términos: «Parto del principio de que los partidos políticos son imprescindibles para que pueda existir un régimen democrático. Apoyo plenamente ese principio. / Pero es evidente que los venezolanos estamos insatisfechos con la conducta, lenguaje y actitud que en nuestro país están exhibiendo nuestros principales partidos. Es claro que el partidismo ha subsistido a la Política como arte y como ciencia». Esta última sentencia de Ottolina me recuerda otra, que le escuché a un abogado, según la cual, aquí en Venezuela, la justicia va por un lado y el derecho va por otro.

En una oportunidad dijo que los hombres serios y los hombres de trabajo, como él,  tenían la obligación de intervenir en política, y que en la medida en que cada quien interviniera en la conducción de su país, disfrutaría de aquello para lo cual intervenía. De ahí, Ottolina, estaba dando a entender la falta de seriedad de los políticos de aquella época y de sus habilidades para lograr ambiciones que no son producto de un verdadero trabajo productivo sino del burocrático y corrupto.

Una vez un señor le preguntó sobre una presunta maniobra de Acción Democrática para que retirara su candidatura presidencial, a lo que él respondió: «Señor… puede tener la certeza de que yo no soy un hombre maniobrero. No hay ninguna maniobra por parte de Acción Democrática  en este sentido, se lo puedo garantizar; porque eso sería implicar que soy cómplice en ese tipo de maniobra. Y señor…, quizás Usted me conoce a través de mi actuación pública. No soy el tipo. No soy el hombre que se lanzaría a candidato a presidente para después negociar y apoyar a no sé quién. Ese es el tipo de cosas precisamente, este tipo de manoseo de la cosa moral pública contra la cual yo estoy en contra. De modo que puede tener la certeza de que ni hay maniobra, ni estoy de acuerdo con nadie. No, nada de eso. Le garantizo que eso no existe y que no puede estar más lejos de mi formación a nivel ciudadano y de persona». 

Al respecto, en su manifiesto, escribió: «No he podido menos que observar con la tristeza del hombre no habituado a la mentira pública, la especie de que ésta, mi posible candidatura, fuese (sic) un arreglo de malas artes con el partido de Gobierno para dividir la oposición. Yo sé que no es así. Pero las sabias y agudas mentes de los políticas tradicionales, vieron lo que para ellos era similar a lo que acostumbrado. / Su errónea conclusión, sólo ratifica que están habituados a prejuzgar según su propia condición. / No se dan cuenta los profesionales de la política que la mayoría de los venezolanos estamos cansados de ellos, precisamente por ese esquema mental tan pobre y mezquino del cual hacen constante y lastimosa gala».

Basado en el hecho de que la mayoría de los ciudadanos, «exhaustos de ver tanta pobreza espiritual y tan poca estatura moral dentro de los cuadros políticos tradicionales», no pertenecía  (ni pertenece hoy día) a partido político alguno, resaltó la necesidad de su candidatura independiente a la presidencia de la república pero, «(..) que no esté contaminada con la mala administración de los dineros de los venezolanos». Agregó en el manifiesto: «Esa situación de insatisfacción nacional ante la falta de seriedad y moralidad práctica de quienes dirigen nuestra política, ha sido uno de los factores determinantes para que se haya hablado de mi, como posible candidato a la Presidencia de la República. / Tengo la suficiente capacidad para escoger un equipo de primera categoría, exigiendo para ello la única credencial válida para administrar y manejar los asuntos de la Nación, que no es otra que la capacidad de esas personas, aunque provengan de distintos partidos (…)». 

La típica, trillada y manipuladora frase eufemística de Maduro «¡Venezuela se respeta!», que usa para parapetarse o esconderse astutamente detrás del país nacional frente a las críticas y medidas internacionales en su contra y demás jerarcas del gobierno, me recuerda lo que Ottolina dijo hace 40 años en su manifiesto: «Atribuirse la representación de la gran masa independiente sin convocar a ésta, sin consulta, sin ofrecerle con debida anticipación ideas y soluciones, es negar la inteligencia de millares de hombres y mujeres que si bien están apartados de la militancia partidista, no por ello carecen de la más aguda sensibilidad en el orden de las cosas que afectan a la ciudad, a la nación y al Estado (…)».

En el penúltimo párrafo de su manifiesto, declara que: «(…) Sé que hay millones de venezolanos que no desean estar sujetos a la coacción de un partido político, pues precisamente por ser independientes no reconocen otra disciplina que aquella que su propio sentido de la moral les señala y, por eso mismo, no saben cómo unificar sus inquietudes». Si hoy día siento asco por el acto, en donde se exige mostrar el «carnet de la patria» (léase carnet del PSUV) para disfrutar, por dádiva o limosna del régimen, aquello que por derecho nos corresponde, ¿qué hubiera sentido Ottolina?, pues mucho más asco. 

Era obvio que  a la «casta» de políticos de aquel momento, piratas por el botín del poder, no le gustaba el estilo de Ottolina de hacer política; era la piedra en el zapato, era el agua-fiesta… Renny nació en el país equivocado para su sueño o proyecto político…, una entelequia. La perfección, la disciplina y la calidad que le ponía a su trabajo, nunca lo hubiera logrado con una sociedad enferma como la nuestra; era demasiado para él. Tanto es así que, a pesar de ser admirado y elogiado por el público como el más grande creativo que haya existido jamás en la pantalla chica venezolana, el pueblo nunca le hizo caso en sus recomendaciones, sugerencias o consejos, dados en sus campañas publicitarias para ser buenos ciudadanos: ahora más que nunca la gente abusadora y agresiva en Venezuela, exacerbada por la anarquía chavista, sigue sin respetar ninguna luz de semáforo, ni el rayado de paso de peatones, ni las aceras, etc. No respeta nada, ni siquiera la vida. Le echan los carros y las motos encima de los transeúntes y demás vehículos. La gente se colea en las largas filas para lo que sea. «Bachaquean» hasta los billetes y, pronto, «bachaquearán» la basura. Si no lo seguían en esto, mucho menos lo hubieran seguido en lo demás de haber sido presidente de la República. Y de haber llegado a ese cargo, le hubieran dado un golpe de estado, como se lo dieron en 1836 al Dr. José María Vargas, primer presidente civil de Venezuela, o a Rómulo Gallegos, insigne novelista, en 1948, o como el golpe interno de Acción Democrática al Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, maestro de maestros, para que no fuera candidato presidencial de ese partido, o el que le dio Copei a Irene Sáez al retirarle su apoyo a su candidatura cuatro días antes de las elecciones presidenciales de 1998; inclusive, como el golpe que le dio el CNE chavista al candidato ganador de la gobernación del Edo. Bolívar, Andrés Velázquez, en recientes elecciones; pero a Renny… lo mataron. Y no sólo al él, sino también a tres de sus más estrechos colaboradores. ¿Quiénes? Ese es otro tema. Sin embargo, recordando atentados políticos fatales ejecutados contra figuras potencialmente presidenciables como, por ejemplo, el Gran Mariscal Antonio José de Sucre (asesinado en la Nueva Granada el 4-06-1830), Martin Luther King (asesinado el 4-04-1968), Robert Kennedy (asesinado el 5-06-1968), ambos en Estados Unidos, Jorge Eliécer Gaitán en Colombia (asesinado el 9-04-1948), Camilo Cienfuegos en Cuba (muerto en sospechoso accidente aéreo el 28-10-1959), no sería nada extraño que la muerte de Renny Ottolina haya sido también un atentado por motivos políticos.

Renny Ottolina, por razones no atribuibles a falta de capacidad, no llegó a completar la educación secundaria, aunque fue alumno del prestigioso colegio San José de Los Teques y del también prestigioso Liceo Andrés Bello de Caracas (de donde, por cierto, egresamos en 1968 como bachilleres en Ciencias, o sea, hace 50 años este 2018). Pero fue todo un autodidacta y tenía talento intelectual. Hablaba inglés, francés e italiano. Leyendo su biografía, por Carlos Alarico Gómez (El Nacional, Biblioteca Biográfica Venezolana. Caracas, 2005; p. 23), encontramos la siguiente cita del Dr. Guillermo Morón quien fue su profesor: «Fue una lástima que abandonara sus estudios. Fui su profesor de historia durante el bachillerato. Era un joven muy culto e interesado en aprender. Su capacidad de lectura era muy grande. Mantuve una grata relación de amistad con él durante el resto de su vida. Muchas veces me pedía prestado libros de historia y de filosofía, que no eran de fácil adquisición en las librerías y con todo gusto se los prestaba». Y tenía razón el Dr. Morón. En una oportunidad, en su programa «Renny en su radio», dijo: «¡No, no! Ya yo me cansé de ser espectador pasivo, mi querida Rosita. Y espero que Usted, después de esto que yo le digo, Usted también deje de ser espectadora pasiva (…). / Y no se nos aplica lo que escribió Platón en la República: «El hombre que rehúsa la obligación de gobernar cuando es llamado por su patria a hacerlo, y rehúsa hacerlo por comodidad, tendrá como castigo el ser gobernado por personas inferiores a él». ¡Ya lo sabe, Rosita!» (resaltado nuestro).

Entonces, sobre materia educativa, ¿qué dijo Renny?: «Yo estoy de acuerdo con que haya exámenes de admisión. ¡Quien no esté preparado para entrar en la universidad, no puede entrar! Esto es precisamente lo que necesitamos en Venezuela, establecer una competencia entre los venezolanos, y que si no hay suficientes puestos en las universidades, los puestos que hayan sean para los mejores y para quienes estén mejor preparados. Porque no puede ser que una persona no preparada ocupe el puesto que podría estar aprovechando un venezolano que sí está preparado. No puede ser que un puesto en una universidad lo ocupe un universitario profesional de los cuales, Usted mismo, mi querido Carlos, se queja porque más adelante dice que «no haya política en la universidad». Usted desea que no hayas estudiantes que lo que van es a perder el tiempo con su politiquería y que pasan diez y quince años en ese plan».

En otra oportunidad, también en ese programa de radio, dijo: «(…) Mejor dicho, yo le cambiaría el nombre (…). No es Ministerio de Educación. Es Ministerio de Instrucción Pública, que así es como se llama porque educación es una cosa que precisamente es lo que no se enseña en los colegios venezolanos ni en las escuelas venezolanas. Educación es una manera de ser y de pensar, incluso una materia que es moral y cívica que yo la veía en tercer grado. Ahora creo que la dan en bachillerato cuando ya no hace falta, porque ya se mal formó el muchacho. / Instrucción son los conocimientos prácticos. Yo conozco a gente muy poco instruida que es muy bien educada y por el contrario, conozco gente muy instruida que es muy mala educada. O sea, instrucción y educación son dos cosas separadas».

Si bien Ottolina no padecía del síndrome del «político o candidato que ama demasiado», fue un político «atípico» que amó a Venezuela de verdad, verdad, y no un político tradicional que la ama falsamente por esa enfermedad emocional que padecen los piratas y manipuladores de la política, llamados coloquialmente «politiqueros» (o «sindicaleros», reposeros, etc.) que se caracterizan por ser  vulgares, chabacanos, chusma, resentidos, mediocres, sin instrucción, sin educación, patanes, viciosos, mafiosos, corruptos,  malos estudiantes, etc., pero que, paradójicamente,  llegan al poder hábilmente con apoyo popular (parte del síndrome, véase párrafo introductorio). ¿Cometió Ottolina el peor error de su vida con esa candidatura, dando un salto al vacío? Fue una cuestión de sus principios, ideas y de sus sentimientos, y de riesgo también (así como lo hizo cuando se escapó del colegio San José de Los Teques siendo un muchacho). Otras figuras del espectáculo han tenido mejor suerte como, por ejemplo, el actor Ronald Reagan, dos veces gobernador de California (1967-1975) y dos veces presidente de Estados Unidos (desde 01-1981 hasta 01-1989, aunque por poco muere en un atentado el 30-03-1981), y el actor Arnold Schwarzenegger, gobernador de California (dos mandatos desde 2003 hasta 2011); inclusive, recordamos que un famoso animador y empresario de la TV brasileña de nombre Silvio Santos tuvo también aspiraciones presidenciales en Brasil (1989), teniendo que desistir en el intento. Aquí en Venezuela recordamos a la Miss Universo Irene Sáez quien fue alcaldesa del municipio Chacao (1992-1999) y gobernadora del Edo. Nueva Esparta (1999-2000), etc.

Eliminado Ottolina físicamente, el «puntofijismo» continuó ejerciendo el poder llevando, con sus aciertos y desaciertos (y desafueros o abusos), al país por un callejón sin salida en cuyo final, como «caimán en boca de caño», estaba esperando agazapado el comandante supremo o «intergaláctico» con las mandíbulas abiertas de su seudo-revolución (ver nuestro artículo «Confusión Revolucionaria», edición impresa de El Nacional, 16 de junio de 2012).

Al año siguiente de haber entregado su vida, tras sus aspiraciones políticas, Lucila Manzano, compañera de estudios de Ottolina en el Liceo Andrés Bello, escribió de él, en su libro Nuestro Liceo Andrés Bello (Miguel Ángel García e hijo. Caracas, 1979) (cita tomada de Alarico Gómez, supra), lo siguiente: «(…) Aquel día Renny abrió sus alas y comenzó a volar… Y aun cuando el tiempo siga su marcha inexorable, habrá un coro de voces sólo para ti que siempre dirá: ¡Te queremos mucho!». Narra Manzano (citada por Alarico Gómez) que Renny, carismático e histriónico como lo fue, era «Delgado como un hilo, con inmensos lentes de carey y una boca grande siempre sonreída, se había impuesto la tarea de presentar los actos y los artistas en todos los eventos culturales del Liceo. Sin miedo escénico, con un tono de voz grave y fuerte, que se imponía por sobre las voces del público sin ningún esfuerzo y se hacía oír, aparecía de pronto entre el telón de boca y los asistentes, pidiendo: Calma, que pronto iniciaremos la programación». Esta anécdota me hace recordar con nostalgia otra relacionada con nuestro querido y apreciado compañero de bachillerato, Orlando Urdaneta, quien llegó a ser célebre actor y presentador venezolano de TV, y que hacía el mismo papel de maestro de ceremonia cuando formábamos parte de la estudiantina y orfeón de ese liceo en el bienio académico 1966-1968.  Para ti, Renny, en donde quiera que te encuentres, gracias por habernos regalado tu exquisito trabajo de TV, que tanta falta hace hoy día en la pantalla chica venezolana llena, hoy por hoy, de tanta basura y mediocridad… Te extrañamos….

Faltando días para morir, Ottolina puso sus pies en la Universidad de los Andes-Mérida para participar, como candidato a la presidencia de la República, en un foro con los estudiantes de esa casa de estudios superiores y en el que expuso sus ideas acerca de la educación. Vino en avioneta privada que aterrizó en el aeropuerto Alberto Carnevalli de esta ciudad al finalizar la tarde de ese mismo día. En la Universidad de los Andes (ULA) lo recibió la persona que lo invitó a ese foro, el Sr. Tarik Souki para el momento, Director de Cultura y Extensión de esa universidad bajo el rectorado del «rector de rectores» Dr. Pedro Rincón Gutiérrez. Lo primero que Ottolina le dijo a Souki (comunista desde los once años hasta el presente, según confiesa) al estrecharle la mano, fue: «¡qué raro que una universidad autónoma me haya invitado!». De una vez, Ottolina y su anfitrión Souki iniciaron el foro en el teatro César Rengifo el cual, junto con el Aula Magna y el Paraninfo, pertenece al edificio central del rectorado de la ULA, adyacente a la plaza Bolívar.

Cuenta Souki que dicho auditorio estaba a reventar por la expectativa que había en el ambiente ante la llegada de Ottolina a Mérida. El foro fue transmitido localmente en vivo por radio Los Andes 1040 AM. Entre los presentes se encontraba el presidente de la Federación de Centros Universitarios de la ULA, estudiante de la Escuela de Derecho, quien confrontó y fustigó duramente a Ottolina, etc. Testigo presencial recuerda que ese estudiante lo increpó al hacerle un cuestionamiento sobre cómo había manejado el asunto del secuestro de sus hijas. Al día siguiente, Ottolina, al finalizar la mañana fue entrevistado en Radio Mérida y de ahí volvió al aeropuerto para tomar su vuelo de regreso. Allí, un conocido periodista, hoy presidente de la seccional Mérida del Colegio Nacional de Periodistas, lo entrevistó en vivo, vía telefónica, para la radio arriba citada, y le preguntó que cómo era posible que un vendedor de atún se lanzara la presidencia de la República, lo cual ocasionó que el periodista fuera despedido inmediatamente.

Pasados 40 años de esa visita de Ottolina a la ULA-Mérida, el pasado jueves 5 de abril de 2018, vimos como un flamante e importante empresario venezolano de las industrias de alimentos y bebidas hizo su entrada y aparición en el Aula Magna de esa alma mater emeritense para dar su discurso de orden con motivo del aniversario número 233 de la segunda universidad más antigua del país, a la cual le servimos 40 años como investigador y docente en el Departamento de Física de la Facultad de Ciencias (1976-2016). Siendo testigo de ese hecho, vimos y escuchamos como el público presente afuera y adentro de esa Aula Magna aclamaban a Lorenzo Mendoza, presidente de Empresas Polar, con el grito de: ¡presidente!, ¡presidente!, ¡presidente! Se referían a su posible candidatura en el futuro a la presidencia República, de la cual, por ahora, él no ha concretado nada: ¿lo estará pensando?  

En la segunda parte de este trabajo, analizaremos, contra el telón de fondo de o estela dejada por Renny Ottolina, y dentro del marco del síndrome antes considerado, la figura potencial del empresario Lorenzo Mendoza como futuro candidato a la presidencia de la República, con base, principalmente, a lo que dijo en ese discurso de orden.

P.S. Agradezco al Dr. Antonio Rossomando, profesor jubilado de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, y antiguo compañero de aulas en el colegio Salesiano (Av. Andrés Bello, Caracas) y del Liceo «Andrés Bello» (Caracas) por el material impreso sobre Renny Ottolina suministrado para la realización de este trabajo. También agradezco al Sr. Tarik Souki el relato sobre su encuentro con Renny Ottolina.

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