El problema político y existencial que enfrenta el país es que el tiempo histórico del chavismo-madurismo ha llegado a su fin: se le apagó la luz.

Con base en su equivocada visión ideológica, el régimen, durante los largos años que lleva en el poder, ha logrado con creces la total destrucción del país; el daño que en todos los órdenes ha causado no tiene parangón en nuestra historia ni tampoco en la de América Latina.

Infructuosamente, Maduro y sus acólitos han intentado establecer reformas políticas que han producido perversos y cínicos resultados colaterales que han  afectado negativamente a toda la población. Al evaluar lo acaecido y lo logrado por el régimen, el resultado es algo grotesco y lamentable.

El tiempo transcurrido con esa cáfila de inútiles y delincuentes de baja ralea gobernando ha frustrado las expectativas de aquellos que ingenuamente creyeron, inicialmente, que el régimen los reivindicaría socialmente de la exclusión y la inequidad, y que vivirían mejor. Al hacer un análisis retrospectivo de los recursos que dispuso, y de los escasos logros y realizaciones alcanzados debemos concluir que el régimen tuvo la mejor de las oportunidades para hacer un buen gobierno, pero la desperdició miserablemente. La desperdició porque ha sido incapaz para conducir los cambios que proponía, porque ha demostrado una proverbial ineficacia para gobernar, porque impunemente sus funcionarios han robado a mansalva y porque no ha podido convencer a la población de que le acompañe en sus absurdos e irrealizables sueños.

La troika que mal gobierna no ha entendido el momento histórico que vivimos: el país no quiere el tiempo pasado, rechaza el modelo de sociedad que nos ha querido imponer en el tiempo presente y solo le interesan viables alternativas hacia el futuro.

Obcecadamente, el gobierno responde con más centralización administrativa y más presencia del Estado en las actividades económicas, menos autonomía de acción para los entes públicos y mayor control gubernamental para las actividades privadas. El régimen lo que ha hecho es retrotraer al país a etapas históricas que ya habíamos superado y ha puesto de relieve la perversidad y el cinismo que animan sus métodos represivos contra quienes le adversan. Actualmente, los hechos de la dictadura  comprueban que las instituciones fundamentales de la nación están afectadas al máximo en su operatividad y credibilidad, por el sistemático incumplimiento de las leyes, por la fuerte injerencia presidencial en sus actividades, por la gran deshonestidad de sus servidores y las equivocadas políticas públicas que ha instrumentado.

La secuela de las incongruencias de la gestión dictatorial se manifiesta por el hartazgo de la población con el ominoso paquete de errores y equivocaciones gubernamentales que ha hecho de la vida cotidiana un verdadero infierno, lo que a su vez ha ocasionado que muchos de los venezolanos y los extranjeros que convivían con nosotros abandonaran el país, fortuna y profesión para no ser objeto de los atropellos gubernamentales; algunos ciudadanos se han encerrado en las cuatro paredes de sus casas para salvaguardar la libertad de su pensamiento y de su conducta, y la gran mayoría, que forman los otros, ha alzado valientemente su voz y ha sido objeto de la vesánica represión de la tiranía de Maduro y la cohorte de facinerosos que lo acompañan y sostienen en el poder.

Los venezolanos, a medida que pasan los días y sufren los embates del mal gobierno, se han vuelto más irritables y se quejan de todo en todas partes: de la vida dura, de las dificultades para abastecerse de lo básico para la subsistencia, del rigor de los tiempos con que nos golpea la hiperinflación más larga del mundo, del futuro sombrío para nuestro país y para cada uno de nosotros, del estupor y la rabia que causan el cínico espectáculo cotidiano que dan los jerarcas del gobierno y el insondable abismo donde el régimen nos ha sumido.

He allí el monumental fracaso de la gestión pública y política de un gobierno al que se le terminó el tiempo histórico  de su mandato. Quienes usufructúan el poder saben que es así y ello ha inducido la incertidumbre que atenaza e inmoviliza a los servidores del régimen, ha exacerbado las ambiciones de sucesión que separan a los diversos grupos que cohabitan en el PSUV; ha generado fuertes vientos de fronda en la Fuerza Armada Bolivariana, ha arreciado el desencanto y las frustraciones de los seguidores del régimen que cunden a granel, ha auspiciado la emergencia y crecimiento de un renovado liderazgo y de una fuerte y férrea voluntad unitaria en los predios opositores.

El régimen y los forajidos que le sirven se angustian y desesperan porque saben y sienten que la historia les exige hacerse a un lado y dejar el paso libre a quienes pueden conducir mejor los destinos del país. La mayoría de los venezolanos queremos que en 2019 termine, de una vez por todas, la larga y tenebrosa noche del chavismo-madurismo y para eso luchamos, y nos preparamos concienzudamente, sin dubitaciones, ni miedos.


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