Si preguntara cuál género cinematográfico ha sido el que más ha impactado al público en los últimos tiempos, el dramático, basado en enfermedades y fenómenos humanos normales o paranormales, ficticios o tomados de la vida real, es, sin duda, una de las mejores respuestas. Quién no recuerda películas como El Graduado, o El Exorcista, o Rain Man, o El Resplandor, o Despertares, o Bajos Instintos, o Una Mente Brillante, por decir algunas. En esta última, basada en su libro A Beautiful Mind, recordamos, John Forbes Nash Jr., protagonizado por Russell Crowe, es un matemático brillante, que ingresa becado en 1947 a la prestigiosa Universidad de Princeton para un posgrado. Nash, convencido de que la única manera como un hombre puede sobresalir es descubriendo una idea original verdadera y propone, para tal fin, la Teoría de los Juegos (matemática de la competencia). Esto lo catapulta al Instituto Tecnológico de Massachusetts, una institución para genios, y le vale, entre otros galardones, el premio Nobel de Economía en 1994; sin embargo, su deseo de sobresalir le sigue acosando y su ambición ahora se centra en el Pentágono y la decodificación de mensajes ocultos al inicio de la Guerra Fría. Pero esto solo ocurre en su imaginación, producto de una fuerte esquizofrenia paranoica, que lo hace ver visiones, y que comenzó a sentir en 1958.

En la película esto solo se detecta, más o menos, a la mitad, o sea, que lo que el espectador estaba viendo hasta ese punto eran las alucinaciones de Nash. Y ahí es donde se produce el impacto del filme y se comienza a entender el drama de agonía y angustia que padeció Nash antes de ser sometido a tratamiento clínico. En condiciones normales estamos acostumbrados a que la mente, mientras dormimos, fabrique visiones, sensaciones y sonidos (imágenes oníricas) que no obedecen a nuestra voluntad. Uno nunca sabe qué va a soñar en la próxima dormida, cómo van a ser, qué «tema» van a tratar, y si los sueños van a ser coherentes o no, en colores o en blanco y negro, etc. A veces uno recuerda los sueños y otras veces, no. En el caso del coherente o con sentido, y con mucha intensidad o «realismo», uno siente haber vivido una «película» de cortísimo metraje. Todos tenemos esta experiencia con frecuencia. De hecho algunas veces, no es necesario estar acostados y callados para dormir y soñar como le sucede a aquellos que lo hacen por sufrir de sonambulismo.

Pero también es probable que, sin estar sufriendo de esquizofrenia del tipo que sufrió Nash, o cualquier otra enfermedad mental, uno, despierto, pueda ver visiones, ver imágenes que no son reales, sino fabricadas por la mente aun en estado de vigilia y las evidencias podrían ser las siguientes: Siempre hemos escuchado el reporte de avistamientos de «fantasmas» o «espantos» tanto de noche como de día por parte de niños, jóvenes, adultos y viejos, por mujeres y hombres. Algunos de estos avistamientos se caracterizan por ser fugaces, rápidos; se ven pasar figuras humanas, sombras, especies de «celaje», etc.

Otras veces las figuras son estáticas y perfectamente «reales»; vemos «personas» desconocidas o familiares. Generalmente estas visiones son personales en condiciones aisladas, pero otras son vistas o sentidas por varias personas. Algunas veces esos fantasmas nos hablan y así sucesivamente. Si la mente enferma de Nash fue capaz de producirle constantemente todas esas imágenes falsas estando despierto, ¿por qué una mente sana no puede producir lo mismo por breves momentos?

Cierta vez un amigo subió a unos de los cerros que están al norte de la ciudad de Mérida. Después de algunas horas de caminata, bien metido en el cerro, ya en su parte superior a donde nadie puede llegar si no se tienen buenas condiciones físicas, se dispuso a bajar hacia al atardecer. De vuelta, y de repente, se topó con una señora acompañada de una niña a la vera del sendero. No se cruzaron palabras; solo miradas. Él las ignoró y siguió caminando cuesta abajo. Minutos después, luego de hacerse algunas preguntas, sintió un escalofrío porque pensó que lo que había visto eran un par de fantasmas.

Al contarle el caso de Nash, traté de que considerara la posibilidad de que la experiencia que tuvo fue solo un brevísimo sueño estando despierto. ¿Tú les hablaste a ellas o ellas te hablaron?, no, me respondió; ¿las tocaste o te tocaron?, tampoco y ¿entonces? ¿Qué sentido tiene que ellas se te aparecieran de verdad, verdad? ¿Con qué fines? Sin entrar a considerar las causas, la generación de imágenes por parte de la mente humana normal, estando en vigilia, es solo una hipótesis que no sé cómo puede ser comprobada, pero no excluye la posibilidad de que las imágenes puedan ser externas de origen paranormal. Y las razones pueden ser tan válidas como aquellas que producen las imágenes oníricas, durante el sueño, o aquellas que se producen en personas que están agonizando. Así, la próxima vez que vea un fantasma, no se asuste tanto porque, a lo mejor, puede ser que esté soñando despierto (¿por qué no?) aunque usted no lo crea. (*)

Publicado en la edición impresa de El Nacional el 27 de octubre de 2006

[email protected] @PenalozaMurillo


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