Lamentablemente, Venezuela ha tenido un historial de presidentes con gestiones muy negativas. Caldera, Luis Herrera, Lusinchi serán recordados por dejar al país mucho peor que como lo recibieron. Sin embargo, ninguno de ellos, ni sumando sus desaciertos, se le acerca al desastre que hemos padecido desde la llegada de Nicolás Maduro al poder.

Revisemos algunas variables para tener una idea del fracaso económico y social de Maduro en la presidencia del país.

Empecemos con la inflación. Desde abril de 2013 a la fecha, la inflación acumulada ha sido de 617.460%, un promedio anual de 473%, casi 16% mensual. En la actualidad, Venezuela tiene 5 meses en hiperinflación con promedio mensual de inflación de 75%. Para llegar a una inflación acumulada de 75%, a Bolivia le tomaría 21 años; a Chile, 24 años; a Colombia, 14 años, y a Perú, 40 años. Además, mientras la inflación de un solo día en Venezuela es de 1,9%, la de todo un año (365 días) en Bolivia es 2,7%; Chile, 2,3%; Colombia, 4,0%, y Perú, 1,4%.

Por otra parte, tenemos el producto interno bruto, PIB. Si bien es cierto que en 2013 la economía venezolana creció 1,3%, a partir de 2014 se inició la etapa de depresión económica más fuerte y prolongada de su historia. Entre ese año 2014 y proyectando a 2018, la economía venezolana se ha reducido casi 45%; si la medición la realizamos con el PIB per cápita, la disminución llega a casi 50%. Con el descenso del PIB en 2018, serían ya cinco años de caída en la actividad económica. Venezuela nunca, antes de 2014, había vivido más de dos años seguidos de caída del PIB.

Importante tener en cuenta que ningún país de la región ha vivido una combinación de hiperinflación y caída de su PIB de la gravedad que sufre Venezuela actualmente.

Según la OPEP y su fuente primaria (el Ministerio de Petróleo venezolano), para abril de 2013 Venezuela producía 2.754.000 b/d. Hoy esa producción es 45% menos y la tendencia indica que superará 50% a finales de año. Esta reducción en la producción petrolera ha traído una disminución importante en las importaciones (con sus efectos negativos en actividad económica y escasez) y, obviamente, en ingresos en divisas (que ayudaron a la formación de la hiperinflación y del default). 5 años y ni un plan coherente para al menos parar la caída. La situación en la industria petrolera es de colapso generalizado.

En abril de 2013 las reservas internacionales estaban alrededor de los 22.000 millones de dólares; 5 años después la caída ha sido de 54%. A este brutal descenso debemos agregar que en noviembre de 2017 Maduro anunció una reestructuración/renegociación (2 cosas muy distintas, pero que para él son lo mismo) de la deuda externa. Casi 6 meses después no hay información al respecto, solo un default de pagos por algo más de 3.000 millones de dólares y contando.

De la tasa aquella, solo diremos que estaba por los 22 bolívares. Una depreciación de la moneda de 99,99%.

En relación con los agregados monetarios, tenemos que en estos 5 años la liquidez monetaria ha aumentado 55.582%, mientras que la base monetaria lo ha hecho 119.871%. Mucha gasolina para el incendio hiperinflacionario.

Las “victorias” del actual presidente saltan a la vista. 5 años que pasarán a la historia como el período de tiempo en el cual mayor riqueza se destruyó en Venezuela, más personas ingresaron a la pobreza y otro tanto huyó del país. Hoy Venezuela es un país destruido, donde la desesperanza es la normalidad, junto con las penurias de una crisis económica que se hace larga. Lo más preocupante de todo es que se quiere reelegir en el cargo con el mismo plan de gobierno (sumando una efímera reforma monetaria y un título de deuda disfrazado de criptomoneda) que nos han traído hasta aquí.


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