Era un ejercicio de un monje tibetano del siglo XVIII. Sobre una hermosa colina, por donde descendía un riachuelo de aguas profundamente azules iba colocando a sus discípulos en grupos de seis. Luego marchaban hasta la orilla para encontrarse con dos laboriosas comunidades de hormigas, que nunca se vinculaban. Rojas y negras cruzaban las mismas fuentes arboleas sin molestarse. Acto seguido, tomaban cien hormigas de cada comunidad, las introducían en una botella de vidrio, durante dos horas las observaban detenidamente, las hormigas seguían su misma rutina. Cada una cumplía su rol, sin vincularse con las otras, era como un acuerdo tácito entra ambos grupos. Las rojas se mantenían del lado izquierdo y las negras en el derecho, ninguna equivocaba su posición, tampoco socializaban de manera particular. Aquello era un interesante modelo de supervivencia digno de admirar.

Posteriormente, el monje de túnicas resplandecientes sacudía fuertemente la botella de vidrio, inmediatamente los insectos comenzaban a matarse de manera atroz. Cada comunidad culpaba a la otra de su desgracia; para cada una de ellas el sacudón era una estratagema del vecino para quedarse con el botín. La calma habitual pasaba a violenta reyerta en donde todos quedaban exterminados.

Esto es la histórica realidad humana. Caín mató a su hermano Abel, siendo el primer criminal que inauguró la estadística. Satanás agitó el frasco de su corazón para rebasarlo de odio. Y así la historia se llenó de sórdidos episodios, en donde la mano de los intereses mandó por un barranco las convenientes oportunidades. Venezuela no escapa de esta especie de sentencia milenaria. Los profundos resquemores entre los distintos sectores han contribuido en fomentar este estado de parálisis, la oportunidad democrática está taponada por el cerumen de la estulticia militante. La mayoritaria oposición no sabe responder en colectivo. Existe demasiada ambición para entender que la nación es más importante que sus proyectos egoístas, Venezuela los percibe como una cometa que perdió el rumbo, mientras el gobierno remueve la botella para que se maten. El cuestionamiento de varios precandidatos presidenciales nació de la misma oposición, no puede existir semejante grado de insensatez. Es el ejercicio de la hormiga lo que prevalece. Existe mucha desconfianza entre ellos, eso no contribuye en nada en construir un proyecto victorioso. Es fundamental salir de la botella. Que aprendamos que es unidos como podemos lograrlo. Que las distintas banderas ideológicas le den paso al ideario nacional. Ser lo suficientemente maduros para que la agenda sea la del ciudadano. Dejando atrás al limbo donde nos encontramos.

Por otra parte, debemos tener un antídoto que contrarreste el patrocinio corrompido del régimen, que tiene a varios grupos dizque opositores metidos en su cueva. Son oscuros traficantes de sueños y químicamente traidores. Ese tipo de bandidos deben ser desenmascarados. Los venezolanos estamos obligados a encontrar una ruta que nos devuelva la democracia que tanto nos costó. Es imperdonable que sigamos languideciendo, como en una cámara lenta, que sigue conduciéndonos a la trampa.

@alecambero


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