Otra vez y otra…

He decidido repetir el artículo sobre el presidente de la República, Juan Guaidó. En un momento tan complejo como el que Venezuela vivirá en los próximos días me siento obligado a hacerlo. No es una reiteración, no, se trata de un eco en tu espíritu, una voz que resuena en tu conciencia y fortalece tu lucha por la libertad.

Si no lo has leído, léelo. Si ya lo hiciste, vuélvelo a hacer como quien repite cantos o poemas. Si conoces a alguien que no lo conoce, mándaselo. A su modo, es un artículo canto, habla sobre un hombre decente que lucha contra una pervertida tiranía. Venezuela cambia, la moral popular asume el poder. La transformación comienza con la conciencia y en este momento moral es lo que nos sobra a los venezolanos. Seremos libres, ya lo somos, siente la libertad.

Aquí, otra vez, sobre Juan Guaidó.

El nuevo presidente de la República

Si aspiras a conocer la abundante carrera curricular (académica y política) de Juan Guaidó Márquez esta entrega no es para ti. Te recomiendo que busques en Wikipedia.

Si por el contrario deseas conocer, aunque sea someramente, al ser humano, al sereno pero corajudo y valiente venezolano que es el nuevo presidente de la República de Venezuela, esto te servirá, te dará una noción más cercana sobre su fuerza espiritual.

Al menos, eso intentaré.

Otro tiburón renacido de la ceniza

Juan Guaidó es un guaireño de pura cepa, no deja de hablar de las maravillas de La Guaira o del estado Vargas, incluso cuando no hay razón para hacerlo. En su argot, el rostro de Venezuela (La Guaira) y sus curiosidades rurales y urbanas son una constante. Su memoria del deslave de Vargas es a un tiempo escalofriante e inspiradora, literalmente es un “renacer de las cenizas”.

Cuando lo conocí venía uniformado de tiburón, iniciábamos actividades con el movimiento estudiantil y Guaidó era el representante de la Universidad Católica Andrés Bello. Si no hubiese sabido que nuestra actividad era clavar cruces blancas por todos los rincones de Caracas y pintarrajear siluetas de fallecidos en las calles –como protesta por tanta muerte chavista– habría pensado que nos preparábamos para un juego de pelota. Pero no, no era béisbol lo que nos acontecía, era política, iniciábamos el movimiento cívico más importante del siglo XXI en Venezuela: el movimiento estudiantil.

“¿En qué puedo ayudar y servir, señor?”, fue lo primero que dijo.

(Paréntesis sobre el señor Tovar

Nunca les permití que me dijeran “señor”, nunca. De ahí que me llamaran “el Gus”, “poeta”, “Gandalf”, o cualquier vaina que se les ocurriese menos “señor”. Yo era uno más en la lucha, otro de ellos, un venezolano que aspiraba a la libertad y luchaba como joven por alcanzarla. Siempre intuí que para derrocar al chavismo sería la juventud la protagonista. Siempre creí en ella. Conociéndola lo confirmé: es mejore que uno, son espíritus arrechísimos. Por eso los apoyé como un hermano mayor alcahueta. Todo lo que necesitaban –y más– intentaba procurárselos. El destino de Venezuela estaba en sus manos, ¿cómo no hacerlo? Por eso mi casa, mis recursos (y el de algunos gentiles amigos), y mi vida estaba a su orden. Lucharía con ellos y por ellos, de ahí que no aceptaba que me dijeran “señor”: entre los que luchan no hay distancias sociales ni políticas, no hay categorías ni formalismos: hay hermandades. Juan lo entendió de inmediato y desde entonces me llamó “poeta” –y decir que no he dado aún con el poema que honre semejante alteza…, pero ese es otro tema. Sigo).

¿Muchacho?

Me sorprendió del joven Guaidó su temple imperturbable, su serenidad. Amigable, conciliador y siempre dispuesto a ayudar y servir. Es miembro fundador de la prehistoria lúcida del movimiento estudiantil y miembro insigne de su historia, digamos, de su período clásico: 2007. Es decir, tiene años, muchos años, de experiencia como activista social y político. Por eso me burlo de los sesudos o magistrales habladores de tonterías cuando lo llaman “muchacho”. No tienen la más remota idea de lo que dicen. Juan Guaidó ha luchado desde que tenía frenillos y pepas en la cara contra la dictadura. Como joven fue uno de los estrategas principales en la única derrota electoral de Hugo Chávez en 2007. Sí, él fue uno de los “generales” que le metieron al dictador aquella memorable revolcada. Lleva esa insignia en su espíritu. Tenía 24 años de edad.

¿Muchacho? No jodan, investiguen…

El líder

Por ejemplo, recuerdo con especial curiosidad que después de las inolvidables discusiones ideológicas o políticas que se dieron en el seno del movimiento estudiantil –antológicas las de Yon Goicoechea y Stalin González–, Juan Guaidó, quien participó activamente en ellas, aunque no apareciese en reflectores, decía: “Bueno, ¿ahora qué hacemos? ¡Ejecutemos, líderes!”.

Líder es una palabra recurrente entre los jóvenes de la generación 2007, así se llaman unos a otros. El líder para ellos era aquel capaz de idear y ejecutar la idea, era quien arriesgaba la vida y la libertad por un principio, el que no temía desafiar a la dictadura, pero, sobre todo, el líder era quien estaba al servicio de la causa de la libertad. Juan Guaidó representa a cabalidad la palabra “líder”.

¿Alguna duda?

El conciliador

Cualquiera de los líderes de aquella generación: Guevara, Stalin, Goicoechea, Pizarro, Olivares, Diamanti, Mejía, Smolansky, Guaidó, exceptuando acaso a Ricardo Sánchez (a quien siempre le distraían los lujos, las putas y otras nimiedades capitalistas), podría estar liderando este momento histórico con la misma determinación, temple e inteligencia que lo está haciendo el actual presidente de la República, quizá la única diferencia sea que en el caso especial de él (Guaidó) y de Guevara, ambos representaban la urgida conciliación en el movimiento, eran los conciliadores.

Juan Guaidó, el conciliador, tiene años de experiencia cumpliendo ese rol. Lo hizo con el movimiento estudiantil que derrotó electoralmente a Chávez en 2007; lo hizo entre los partidos políticos que en 2015 derrotaron al chavismo en las elecciones de la Asamblea Nacional.

No por casualidad, Juan Guaidó es el actual presidente de la República, Venezuela necesita concilio.

El servidor público

Guaidó siempre estuvo al servició de la “causa” o de las causas, no de personas o de grupos. En ese sentido encarna como ningún otro la noción del “servidor público”, de hecho, la rescata. Ese “deber ser” del político al servicio de su país, que no aspira al poder sino a servir, a hacer, a ayudar, a conciliar posturas manteniendo inalterablemente los principios y el coraje, que entiende que uno le debe a la patria y no la patria a uno, y que la patria se hace corpórea en el pueblo, en la cultura, en los símbolos, en el lenguaje, en el arte y en la política.

La historia gira por completo con el ascenso de Juan Guaidó a la Presidencia de la República de Venezuela, la misma que en su momento presidieron Bolívar o Miranda, Vargas o Páez, Gallegos o Betancourt. Para mí, y espero que para muchos otros, esto sea un aprendizaje y un ejemplo: el servidor público, al fin, en nuestra historia contemporánea, queda reivindicado. Lo celebró infinitamente.

La buena educación de casa y el buen hombre

Uno de los hombres que silenciosamente más me ha formado en la vida es el padre de un ex líder del movimiento estudiantil. Ese señor, su paciencia, su dedicación, su entrega, me hicieron entender lo que la palabra “amor” y la palabra “disciplina” pueden ofrecerle a la civilización. Mucho de lo que hoy son esos jóvenes alados del movimiento estudiantil se lo deben a la educación de sus padres, a los principios, a la formación intelectual, a la conciencia del esfuerzo y la disciplina que siempre les exigieron a sus hijos. Cuando veo a un joven capaz de ofrecerle al mundo bondad, nobleza, una ayuda generosa, una simple mejoría, interpreto inmediatamente un hogar donde hay buenos y disciplinados padres, buenos hombres.

En ese orden de ideas, Juan Guaidó, lo certifico, es ante todo un buen hombre, un venezolano educado y con principios, cuyos padres le exigieron buena educación, disciplina y respeto; cuya madre –bella venezolana al fin– se ha sacrificado porque su hijo sea un ciudadano de bien, moral y espiritualmente íntegro.

¿Quién es Juan Guaidó?

Un buen hombre, ni nuevo ni viejo, simplemente bueno. Un venezolano decente dispuesto a servir a su país y que, en este momento crítico, ha ejercido su liderazgo con coraje para iniciar la transición de la dictadura a la democracia. Sabe, porque tiene mucha experiencia en ello, cómo hacerlo. Y lo hará porque entiende que un líder encarna y ejecuta las ideas que profesa.

En la era chavista, cualquiera que sea un “buen hombre” –un venezolano decente– es un enemigo acérrimo, hay que perseguirlo, encarcelarlo o asesinarlo.

Juan Guaidó ha decidido ponerse al servicio de los venezolanos decentes en la conquista su sueño de libertad. Por eso es un enemigo de la tiranía, como lo somos la mayoría de los venezolanos.

No lo dejemos solo, no nos dejemos solos, luchemos unidos: el destino está cerca, el destino es la libertad…


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