La definición del Estado canónicamente aceptada por las ciencias políticas es la aportada por Max Weber: “La instancia que reclama con éxito el monopolio de la fuerza física legítima en un determinado territorio. Con arreglo a la Constitución”.

Por eso, cuando alguien comete un delito e infringe derechos ajenos amerita castigo en medio de un juicio con derecho a la defensa.

En Venezuela no hay dudas de que sufrimos la disolución del Estado, sustituido en los hechos por una organización criminal encarnada por el régimen, Cuba y los grupos guerrilleros, pranes y bandoleros. No hay Estado, buena parte del territorio está ocupado y dominado por la guerrilla y las mafias. Esto acaba de constatarse en el estado Amazonas, donde el ELN dio muerte a tres soldados. No hay Estado, cuando a su población, titular de la soberanía popular, le impiden su ejercicio, y le son violados sistemáticamente los derechos humanos, comenzando con la vida, alimentación, economía, salud y separación de poderes. El diálogo de los forajidos siempre va acompañado de persecución, cientos de presos políticos, ilegalización de partidos y exilio.

Hoy día, entrados en el siglo XXI, con los adelantos tecnológicos de la información, a los ciudadanos se les hace más fácil participar directamente en los asuntos públicos, lo que ha quitado naturalmente el otrora peso de que gozaban los necesarios y constitucionales partidos.

Analicemos nuestro caso. La MUD obtuvo un resonante triunfo en la AN, con tarjeta única y sin partidos. Pero luego los 4 partidos con más diputados se arrogaron la victoria y constituyeron un comando estratégico de facto llamado G4, el cual le dio al eje negociador 50% de la oposición y un derecho a veto que usaron a placer e impidieron que otras alianzas representativas del ciudadano despegaran. Hoy los ciudadanos temen con razón que esos accionistas dueños de 50% de la oposición sigan haciéndoles el juego a la dictadura. El problema es que no se ha podido sustituir la regla del G4 (cuyo último error fue el diálogo de RD) por otra instancia operativa legítima y representativa.

Dicho esto y planteada la urgente recomposición, paralelamente hay que hacer los esfuerzos de rigor para mantener la unidad dentro de la AN, ya que muchos piensan que resulta imprescindible para la transición. Hay que evitar que se pierda el control con una ruptura. Sin una MUD reglamentada con quórum de decisión y sin haber hecho primarias cuando correspondía, la titularidad de la unidad ya no es de nadie y es inviable una unidad estratégica real.

Estamos en desacuerdo con el acuerdo reciente de la AN, porque pareciera que su utilidad práctica es revivir el G4 y abrirle las puertas a otro proceso de diálogo con Maduro. Nos moviliza la esperanza de liberarnos de la esclavitud de la corrupción.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!


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